Sábado, 20 Abril 2024

Si algo hay que reconocerle a este gobierno es que nos obligó a casi todos y principalmente a los que nos dedicamos a la ciencia política y a otras ramas de las ciencias sociales a volver a releer a ciertos autores, que nos arrojen un poco de luz sobre los diversos temas de debate que abrió la asunción de Javier Milei a la presidencia.

No solo por representar el ascenso al poder de la extrema derecha, de un outsider, sino por su ímpetu reformista, lo cual pudimos comprobar con su mega decreto y su ley ómnibus, donde toca los más variados temas.

Lo cual nos obligó y esto lo rescato como positivo a retomar nuestros apuntes, a releer a los expertos en cada tema, desde los clásicos como Aristóteles, Hobbes, Maquiavelo, Weber, a diversos politólogos, juristas, constitucionalistas, historiadores, etc.

Hemos retomado la relectura de la Constitución, hemos vuelto a releer sobre presidencialismos minoritarios, sobre las críticas que señalara Juan Linz[1] al régimen presidencial, sobre inestabilidad institucional, sobe la emergencia de nuevos liderazgos, volver a leer el clásico texto de Gary Cox y Scott Morgenstem[2], que habla sobre “Legislaturas reactiva y Presidentes proactivos de América Latina”, sobre los poderes constitucionales del Poder Ejecutivo, sobre la finalidad de la reforma de CN del ‘94 y se logró lo que se buscaba, el sentido de la república, de la democracia, volvimos a releer sobre los países que aplicaron reformas de corte neoliberal, buscamos a los autores que se dedican al estudio de las nuevas derechas, a los que estudian los sistemas electorales.

Lo que intento explicar es, como las iniciativas de agenda de este gobierno abrieron un sinfín de temas y la necesidad de análisis de cada uno de ellos, porque hay que tener en cuenta que cada reforma sea de corte económico o político, todo impacta de forma directa en lo social, ni hablar cuando se tratan de reformas tan radicales como las que incluyen este DNU y ley ómnibus.

Hoy a raíz del debate que se está llevando en la Cámara Alta sobre la reforma electoral que plantea el oficialismo, me llevó a la relectura de Dieter Nohlen[3], cientista político alemán, experto en sistemas electorales y desarrollo político, y de otros más que se especializan en reformas electorales y en el impacto que estas producen en lo político como ser en el sistema de partidos, y obviamente en el impacto sobre la sociedad que estas reformas tienen, es decir, si favorecen más o menos la representación de las minorías o las mayorías, si favorecen o no la posibilidad de expresión de las demandas de la población y no solo eso, si no que si limitan o no la posibilidad de acceso a la ciudadanía a involucrarse con la cosa pública.

Pero, ¿de qué hablamos, cuando hablamos de reforma electoral?, vamos por el principio qué es un sistema electoral, es un conjunto de reglas que se combinan de determinadas maneras para traducir los votos en bancas o distribución de cargos.

Como la definición lo sugiere tenemos por un lado los principios de representación que son dos tipos: mayoritario y proporcional, en el primero hay una diferencia entre los porcentajes de votos y escaños obtenidos por los diversos partidos y en el segundo, hay concordancia relativa entre los porcentajes de votos y de escaños obtenidos por los diversos partidos.

Lo que también hay que tener en cuenta que, en el principio mayoritario tiende al bipartidismo. Estos sistemas tienden a ser más moderados políticamente, ya que los partidos más grandes tienden a pelear por el electorado del centro -que suele ser mayor que el de los extremos.

El proporcional, al pluripartidismo, donde cada voto cuenta, y los partidos más pequeños tienen incentivos para competir, así como también un sector mayor del electorado ve éxito en su participación electoral y está representado. La formación de mayorías resulta más difícil, ya que refleja la diversidad del electorado y, por ende, prima la negociación y la búsqueda de consensos. Estos sistemas admiten el surgimiento de sectores políticos más extremos, pero también reflejan los cambios sociales e impiden el surgimiento de mayorías artificiales.

En segundo lugar, continuando en línea con lo sugerido por Nohlen, sostiene que son cuatro los atributos que definen cada sistema electoral: la dimensión y distribución de las circunscripciones electorales, cómo se conforman las candidaturas, cómo es el procedimiento de votación y cómo se convierten los votos en bancas o cargos.

Por lo tanto, la combinación de uno de los dos principios de representación con los atributos que definen al sistema electoral, es decir, circunscripciones plurinominales o uninominales, en como estén distribuidas y cual sea su tamaño, en cómo se conformen las candidaturas, en las formas de las listas cerradas y bloqueadas, cerrada y no bloqueada, abiertas, y esto es muy importante porque como sostiene Nohlen, “las formas de la lista afectan básicamente la relación entre el elector y el candidato/diputado y la relación entre éste y su partido”.

El procedimiento de votación, otro elemento importante, ya que está vinculado a la conformación de las candidaturas y el cuarto elemento de combinación es el de conversión de votos en bancas, que esto se puede hacer por el procedimiento de los de mayoría o los de proporción.

Como veras, no es tan sencillo reformar sistemas electorales, porque cada combinación genera distintos efectos en el comportamiento electoral y también efectos políticos sobre la sociedad en general.

Porque cuando hablamos de reformas, hablamos de uno o varios componentes del sistema electoral, como es el caso que se está tratando en el Senado. Es decir, o hablamos de fórmula, de cómo se convierten votos en bancas, o hablamos de la magnitud de distrito, lo que define cuántos cargos o bancas se eligen por cada distrito, de la estructura de la lista o boleta, es decir, cómo puede el votante conformar la selección de sus candidatos entre toda la oferta electoral, en este punto no solo importa la variación de la estructura de la lista o boleta, sino también el mecanismo concreto mediante el cual el votante emite su voto, si es boleta única, partidaria o voto electrónico.

Esto es un breve pantallazo de los que es un sistema electoral, obviamente también tiene peso el calendario electoral o ciclos electorales, si se trata de elecciones simultáneas con elección presidencial por mayoría simple o relativa o elecciones simultáneas con elección presidencial por mayoría relativa especial o bien, elecciones simultáneas con elección presidencial de mayoría absoluta. Si las elecciones presidenciales son separadas de las legislativas o simultaneas, es decir, toda una serie de cuestiones a tener en cuenta.

Ahora, porqué se reforma, las razones pueden ser variadas y no está mal tratar de mejorar e introducir reformas, lo que nunca hay que dejar de tener en cuenta como bien lo menciona Nohlen, es la estructura social y política de un país, su contexto histórico, es decir, requiere un análisis detallado, de una amplia información a fin de analizar y evaluar sus posibles efectos.

También hay que tener en cuenta quienes llevan adelante las iniciativas de reformas, nunca son por que sí nomás, a veces son para preservar el statu quo, otras para cambiarlos radicalmente, lo que no hay que perder de vista es que toda reforma que no vela por el bien general, cuando no goza de consenso político y social, seguramente será una reforma condenada al fracaso, plausible de nuevas reformas, o que conduzcan a la ingobernabilidad o a una crisis de representación.

Como bien lo menciona tanto Nohlen como Aníbal Pérez Liñán[4], “no hay ningún sistema electoral que sea superior en términos absolutos, y cada nuevo ajuste puede generar sus propios efectos colaterales”, lo que esto significa es que, las reglas importan, que los sistemas electorales producen efectos y consecuencias, tanto en plano político como social, que es necesario analizar y comprender los efectos de una reforma electoral antes de ponerla en marcha.

Con diálogo, con consenso, con estudio y análisis exhaustivo cualquier reforma, puede ser llevada a cabo para el bien general o el interés común de la sociedad y para la salud del sistema político, no olvidando que no hay un sistema electoral superior a otro, que lo que funciona en un país, puede no funcionar en otro, por lo que es necesario nunca olvidar el contexto histórico, político, social y económico de cada país en particular, antes de embarcase en una epopeya reformista.

[1] Linz, J. (1990): “Democracia presidencialismo o parlamentarismo ¿Hace alguna diferencia?”. En Godoy Arcaya, O. (ed.) “Hacia una democracia moderna. La opción parlamentaria”. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile.

[2] Cox, G. W., Morgenstern, S., & Wolfson, L. (2001). Legislaturas reactivas y presidentes proactivos en América Latina. Desarrollo Económico, 373-393.

[3] NOHLEN, Dieter (1994). Sistemas Electorales y Sistemas de Partidos. Fondo de Cultura Económica, México.

[4] PEREZ LIÑAN, Aníbal (2004). Las instituciones electorales y su impacto político: los países del MERCOSUR en perspectiva comparada. En: Revista Argentina de Ciencia Política, Nro. 7/8.

Publicado el Viernes, 12 Enero 2024 22:37 Escrito por

La última frase lanzada por el presidente Javier Milei, haciendo referencia al tratamiento de la “ley ómnibus”, esto me lleva a pensar en lo que Nicolas Maquiavelo dice en su célebre libro El Principe sobre de qué modo deben los príncipes mantener su palabra y recurre a la comparación entre la zorra y el león, una representando la astucia y otra la fuerza, lo que deja entrever la necesidad de la estrategia, de la negociación estratégica en el caso de la política, de mezclar la astucia con la fuerza pero sin que se note la segunda. Algo con lo el presidente Javier Milei parecería no llevarse muy bien, esto de los equilibrios.

Intenta imponer la fuerza “bruta” irracional, por sobre la astucia estratégica, en vez sumar, de generar consensos necesarios, de ser un astuto estratega, solo deja a su león rugir, lo que en política puede no resultar, al menos dentro de las formas de hacer política democrática.

Parecería por momentos desconocer el juego, al menos el juego democrático, donde las instituciones importan, tienen peso. Donde él llega al poder dentro de un régimen democrático, presidencialista, con división de poderes.

Donde Poder Ejecutivo y Poder Legislativo poseen igual legitimidad de origen, llegan al poder por medio del voto popular, lo cual Juan Linz [1] denomina “legitimidad democrática dual”, es decir dos instituciones democráticas elegidas por vía democrática, a través de las urnas, por el mismo electorado y que por lo tanto representan la voluntad del pueblo.

A esto Linz lo menciona como una crítica al sistema presidencialista porqué, porque esta legitimidad de origen de ambos poderes puede desencadenar una “crisis de gobernabilidad”, ya que no siempre el Poder Legislativo es del mismo color partidario que el Ejecutivo, es donde se produce una lucha de poderes, de poderes en pugna, lo que puede en determinados casos provocar la caída del presidente. No obstante, también esta pugna de poderes entre el PL y el PE pueden en el mejor de los casos desempeñar un verdadero Checks and balances, actuando de frenos y contrapesos.

Dónde surge el problema, precisamente en esta incapacidad o en esta negación de combinar la fuerza y la astucia, de una adecuada estrategia de negociación. En este caso donde el presidente Javier Milei necesita para llevar a cabo su agenda de gobierno la aprobación no solo de su mega decreto (DNU) sino también de su “ley ómnibus” y acá volviendo al inicio de mi columna de opinión, donde lo que me provoca escribir sobre esto es precisamente la frase “no negociamos nada”, donde deja prevalecer al león, la fuerza por sobre la astucia de la zorra.

Si analizamos en detalle Javier Milei llega a la presidencia producto de un electorado fragmentado que produce un presidente minoritario con escasa legitimidad, por medio de una doble vuelta. La doble vuelta fabrica mayorías artificiales, es decir, de ese 56 % que lo votó, no es un voto todo a su espacio. Precisamente esta segunda vuelta se da entre dos opciones que se presentan al electorado y este opta por el “menos malo”, lo que no quiere decir, que estén de acuerdo totalmente con su propuesta de campaña, ni comulguen con su ideología al cien por cien.

Esta es una de las consecuencias de los sistemas electorales de segunda vuelta, que se aplican en sistemas multipartidistas, donde muchas veces la distancia ideológica entre los distintos partidos tiene una tendencia hacia los extremos, dando lugar a multipartidismos muy polarizados y en donde las opciones para el electorado se presentan mucho más radicalizadas.

En el caso del presidente electo, el programa de gobierno era totalmente opuesto al de su adversario (Sergio Massa) en la segunda vuelta, y aquí encontramos otro problema del presidencialismo señalado por Linz y es que produce un ganador único, conduciendo a una personalización del poder, lo que generalmente lleva a una fuerte polarización, debido a la concentración del poder en una sola persona. La cual solo se atenúa, si el electorado se sitúa en el centro del espectro político y comparte posiciones moderadas.

Lo que en este caso se deja entrever que, si bien se podría decir gana con una mayoría artificial fabricada por la segunda vuelta, dentro de esa mayoría hay un núcleo duro del electorado muy radicalizado con una tendencia a la polarización extrema.

Es aquí, donde las dos de las críticas al presidencialismo esgrimidas por Linz entran en escena, la personalización del poder en manos de una única persona, el presidente y el problema de la legitimidad democrática dual, que como mencionaba provoca que, ambos posean la misma legitimidad de origen y por lo tanto se arroguen ambas la legitimidad para gobernar y se traben en una lucha de poder.

La salida en este caso en un sistema democrático es mediante el dialogo, el consenso, donde las estrategias de negociación de ambos poderes sean la vedette de la escena, donde se combine la fuerza y la astucia negociadora, por el lado del Poder Ejecutivo para poder imponer su agenda y por el lado del Poder Legislativo para actuar como un verdadero sistema de control y equilibrio.

El problema estaría radicando hasta el momento que desde el lado del Poder Ejecutivo no hay ni voluntad de diálogo, ni de consenso, ni una estrategia negociadora, lo que inevitablemente nos lleva a pensar que, de no dar el brazo a torcer el Poder Ejecutivo, cuál será la salida a esto, dentro del régimen democrático presidencialista para nuestro querido país. Qué herramientas posee nuestro sistema presidencial dentro de las instituciones democráticas, para resolver esta pugna de poderes y que no conlleve a una crisis de gobernabilidad insostenible.

Nos quedará estar atentos y observar estos vertiginosos primeros días de la presidencia de Javier Milei, que de luna de miel ha tenido pocos, como ambos poderes y principalmente desde el Ejecutivo puede encontrar la capacidad de construir consensos sin polarizar y radicalizar más a la sociedad, de encontrar en la política las herramientas necesarias para que la política vuelva a ser el arte de gestionar el conflicto, vuelva a estar en escena, donde las instituciones democráticas puedan demostrar su capacidad de control y equilibrio de los poderes.

 

 

[1] Valenzuela, A., & J. Linz, J. (1989). Presidencialismo, semipresidencialismo y parlamentarismo. Estudios Públicos, (36). Recuperado a partir de https://estudiospublicos.cl/index.php/cep/article/view/1517

Publicado el Lunes, 08 Enero 2024 11:35 Escrito por

 

¿Es posible? Absolutamente. Es el problema y el desafío. Y hay que poner una fe inquebrantable; la confianza de que la solidaridad existe y es posible, pero que hoy, se hace imperioso llevarla a la lucha, despertándonos a la situación del Otro, que sufre el atentado a su salud, a su comida, a su salario, a su trabajo y a sus derechos; único camino que nos llevará a tomar conciencia de la responsabilidad que nos toca.

Publicado el Lunes, 08 Enero 2024 08:18 Escrito por

El gobierno de Javier Milei, y el de algunos imitadores a distancia, en las provincias, parece desconocer dos consejos contrafácticos de Nicolás Maquiavelo. El agudísimo florentino, como le llama Spinoza en algún pasaje del Tratado político, dice que toda ciudad está dividida por dos humores contrapuestos: el de los pocos que quieren dominar a los muchos y el de los muchos que no quieren ser dominados.

Publicado el Jueves, 04 Enero 2024 11:22 Escrito por
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