El comienzo de la Feria del Libro en la ciudad de Buenos Aires es una oportunidad ideal para destacar la profunda relación entre las obras literarias y los dibujos animados.
Desde los comienzos del arte de la animación, los creadores buscaron inspiración en los grandes clásicos. Entre los libros más versionados hay obras que pasaron al texto luego de ser leyendas orales. Las “Mil y una noches”, los cuentos recopilados por los Hermanos Grimm y por Charles Perrault y “Robin Hood”, inspiraron, por ejemplo, infinidad de cortos y películas de animación.
En 1922 se estrenaron dos cortos a ambos lados del océano basados en la historia de la Cenicienta. En un caso, Walt Disney presentó su primera versión de la historia, basada en el libro de Perrault, con la presencia del gato Julius, el predecesor del conejo Oswald y del ratón Mickey. Eran las épocas de Laugh-O-Gram Studio, previo a la fundación del estudio de los hermanos Disney.
En Alemania, también en 1922, Lotte Reiniger también hizo su versión de Cenicienta, o “Aschenputtel”. En este caso, con un tono totalmente distinto al humor estadounidense y basándose en la versión de los hermanos Grimm, más tétrica que la popularmente conocida, donde las hermanas se cortan los pies para que les entre lel zapatito de cristal. Ese mismo año, Reiniger presentó su versión de “La bella durmiente”. Con el correr del tiempo, dirigiría más versiones de los cuentos clásicos de los Grimm, siempre con su técnica característica.
En esos años, Disney hizo versiones de varios cuentos clásicos, como Caperucita Roja o el Gato con Botas. Ya con su propio estudio, Disney presentó la serie “Silly Symphony”, en donde se pueden apreciar obras inspiradas en los hermanos Grimm como “Los tres chanchitos”, de 1933, la segunda obra animada en ganar un premio Oscar. También aparecen versiones de las fábulas de Esopo, como “La tortuga y la liebre” de 1935.
Algunas influencias llegaron de Medio Oriente. La película animada más antigua de la que sobrevivieron copias es “Las aventuras del Príncipe Achmed”, creada en 1926 por la pionera Reiniger. Las dos películas previas se hicieron en Argentina pero no quedaron copias. Reiniger utilizaba la técnica de animar cuadro a cuadro con siluetas de cartón. Su película está basada en elementos de las “Mil y una noches”, incluyendo “Aladino” y “La historia del Príncipe Ahmed y en “La historia del príncipe Ahmed y del hada Pari-Bánu”.
Una década más tarde, en Estados Unidos, el popular Popeye, creado por el historietista Elzie Crisler Segar y adaptado a la animación por los hermanos Fleischer, protagonizó tres cortos inspirados en capítulos de las “Mil y una noches”.
En “Popeye el marino contra Simbad el Marino” de 1936, el personaje de la pipa y la espinaca se pelea con Brutus, que hace las veces de Simbad. Fue nominado al Oscar a mejor cortometraje animado.
En 1937 presentaron “Popeye el marino conoce a Ali Baba y los 40 ladrones” y en 1939 “Aladino y su lámpara mágica”.
En esos años, el creador de Mickey Mouse, Ub Iwerks, dirigió “Aladdin y la lámpara maravillosa”, de 1934.
En “Ancient Fistory”, de 1953, Popeye hace de “Ceniciento” y de hada madrina.
Además de Popeye, los Fleischer crearon otro personaje icónico: Betty Boop, la primera diva de la animación. Fue protagonista de tres versiones de los cuentos clásicos recopilados por los hermanos Grimm en los dos primeros casos y por Charles Perrault en el tercero: “Dizzy Red Riding Hood” de 1931, (Caperucita Roja mareada), “Snow White” (Blanca Nieve), de 1933, con la memorable aparición del cantante de jazz Cab Calloway y “Poor Cinderella” (Pobre Cenicienta), de 1934, su primera aparición a color.
La primera película animada sonora a color, “Blancanieves y los siete enanos”, creada por Walt Disney en 1937 fue un verdadero suceso internacional. A tal punto que, aún hoy, para muchas personas la imagen creada por Disney es sinónimo de la princesa. Lo mismo sucede con otras princesas inspiradas en lcuentos clásicos, como “Cenicienta” de 1950, basada en la versión de Perrault, y “La Bella durmiente” de 1959, en los hermanos Grimm.
En la era dorada de la animación, la Warner Brothers abrevó en estos cuentos. En 1938, presentaron “Cinderella Meets Fella” creada por Tex Avery, el influyente creador conocido por dejar atrás el realismo de Disney.
Bob Clampett dirigió una parodia de Blancanieves, llamada “Coal Black and de Sebben Dwarfs”, de 1943, un título que forma parte de los llamados “once censurados” de la Warner por su contenido racista. Otro genial animador, Friz Freleng, creó “Little Red Riding Rabbit”, de 1944 con Bugs Bunny como protagonista.
El conejo de la suerte también fue protagonista de dos cortos inspirados en las “1001 noches”: “La lámpara de Más-ladino” de 1948 y “Ali Baba Bunny”, de 1957, dirigido por otro peso pesado de la animación, Chuck Jones.
En 1965 Hanna-Barbera creó la serie “El Joven Simbad y su cinturón mágico”, dirigida por los creadores del estudio e inspirada en las “1001 noches”.
Varios personajes de los más recordados protagonizaron sus propias versiones de estos clásicos. Por ejemplo, Mr. Magoo viajó en alfombra en “1001 Arabian Nights” en 1959, la Pantera Rosa encontró la lámpara mágica en “Un Genio con piel color de rosa”, de 1966, y el Pájaro Loco se puso turbante en 1972 con “Mirage Barrage”, traducida como “El genio”. La Pantera Rosa también tuvo su versión de la Cenicienta: “Pink-A-Rella”, de 1969.
Otra influencia importante para el cine y la animación es Robin Hood, el legendario heroe de los bosques de Sherwood que robaba a los ricos para darle a los pobres y que nació en las leyendas orales inglesas para luego convertirse en una obra literaria. En 1972, el estudio Hanna-Barbera presentó “The Adventures of Robin Hoodnik”, en donde la historia es protagonizada por animales, algo que también hizo al año siguiente Wolfgang Reitherman con "Robin Hood", la película de Disney.
En 1992, se presentó “Aladino”, un film que forma parte del llamado "renacimiento de Disney”. Se recomienda verlo comparándolo con una de las obras cumbres de la animación, “The Thief and the Cobbler” (El zapatero y el ladrón), una película inconclusa creada por el genial Richard Williams, que tuvo una presentación en 1993 pero que se estuvo haciendo durante tres décadas. Algunas similitudes son llamativas: la princesa Jazmin de Disney es muy parecida a la princesa Yum-Yum, mientras que Jafar tiene un aspecto muy parecido al villano Zig Zag, y el Genio tiene su mismo color azul.
No fueron las últimas películas animadas basadas en las “1001 noches”. En 1994 se estrenó “Scooby-Doo! in Arabian Nights” (Scooby-Doo en las noches de Arabia) y en 2003, “Simbad, la leyenda de los Siete mares”, de Dreamworks, el estudio que creó Shrek, la gran parodia de la forma en la que Disney interpretó los cuentos clásicos. A partir de ahí, en Disney cambiaron la forma en la que muestran a las princesas, que comenzaron a empoderarse, algo que se nota en dos películas inspiradas con mayor o menor fidelidad a las historias recopiladas por los hermanos Grimm: “Rapunzel”, de 2007 y “La princesa y el sapo”, de 2009.
Fuera de los Estados Unidos, también se hicieron innumerables versiones inspiradas en estas historias. Por ejemplo, en 1949 se estrenó en Italia “La Rosa di Bagdad” y en 1974 en Checoslovaquia se presentó “Pohádky tisíce a jedné noci” (Cuentos de las 1001 noches).
El estudio japonés Toei Animation, creado por el padre del anime Osamu Tezuka, hizo una gran cantidad de versiones inspiradas en obras literarias. Lo mismo hizo otro estudio japonés, Nippon Animation.
Se destacan “Las mil y una noches” y “El maravilloso mundo del Gato con Botas”, de 1969, inspirada en la obra de Charles Perrault, donde como supervisor de animación, aparece un nombre que con el tiempo adquirió características legendarias: Hayao Miyazaki.
En 2015 se estrenó “Sinbad: Sora Tobu Hime to Himitsu no Shima” (Simbad: la Princesa voladora y el secreto de la isla) de Nippon Animation, en donde trabajó Yoshiharu Satô, un veterano animador de Studio Ghibli, el estudio creado por Miyazaki.
El estudio soviético Soyuzmultfilm presentó sus propias versiones de los clásicos de la literatura. “El cuento de la princesa muerta y los siete caballeros” de 1951 está inspirada en un poema de Aleksandr Pushkin en el que recupera el folklore de su país, inspirada en un cuento con raíces en común con las historias que recopilaron los hermanos Grimm: “Blancanieves y los siete enanitos”.
“La princesa rana” (1954), de Mikhail Tsekhanovsky, es una adaptación del cuento popular de Alexander Afanasyev, que tiene similitudes con la historia que recopilaron los hermanos Grimm en Alemania. En 1959 presentaron una versión realizada con la técnica de stop motion de “Ali babá y los 40 ladrones”, dirigida por Grigori Lomidze.
Una película que tiene doblaje en español es “Zolushka” (Cenicienta), de 1979, creada por Ivan Aksenchuk.
La obra cumbre de la animación china es “Uproar in heaven” (Rebelión en el paraíso), de 1964, creada por Wan Laiming, quien junto a sus hermanos, fue pionero de la animación del gigante asiático con el estudio Shanghai Film Animation Studio.
La película está basada en los primeros ocho capítulos de “Viaje al Oeste”, uno de los cuatro libros clásicos, como se conoce a un conjunto de obras de enorme trascendencia, publicada en 1590 y atribuida al erudito Wu Cheng'en, aunque su autoría está puesta en discusión. Cuenta la historia de Sun Wukong, el Rey Mono. Es el mismo personaje en el que se inspira el popular personaje de anime, Goku, protagonista de "Dragon Ball".
La segunda película clásica de la animación china es “Nézhā or Núozhā” (tiene versión subtitulada al español, titulada "Nezha conquista al Rey Dragón"), de 1979. Está basada en “Investidura de los dioses”, atribuida a Xu Zhonglin. Ambos libros abrevan en la tradición oral. A lo largo de los años, se estrenaron numerosas versiones animadas inspiradas en estos mismos personajes. Entre las últimas, se cuentan "La leyenda del Rey Mono: El regreso del héroe", de 2015, "Nezha", de 2019 y "Nezha: El renacer de un dios", de 2021.
Dillom, el rapero que ningunean sus colegas y que apuesta por una obra conceptual de larga duración en tiempos de canciones efímeras, coronó este jueves su segunda función de cuatro en el porteño Teatro Vorterix, con una potente performance y una puesta en escena con la que recreó su propio velatorio.
Un coche fúnebre estacionado sobre la avenida Federico Lacroze, y un santuario con velas y fotos del cantante dentro del teatro daban cuenta de antemano sobre el alcance de una experiencia dictada por el libre albedrío de una mente audaz y provocadora, capaz de simular su propia muerte artística para darle vida irónicamente a un repertorio sin etiquetas.
La voz ronca de Mario Pergolini -narrador en "Demian"- marcó el comienzo de la segunda jornada en Vorterix -de las cuatro que agotó en apenas seis minutos- y apareció en escena Dillom junto a su banda para hacer "Post Mortem", la canción que da nombre a su primer larga duración.
Iluminado por una pantalla que rotaba avisos fúnebres y con un cementerio armado en luces de led sobre sus espaldas, el cantante desató el fervor de sus seguidores desde el arranque, sin apenas emitir algún comentario o saludo en voz alta.
Empapado de influencias de los clásicos del cine de terror y con un merodeador con escopeta presta caminando el escenario para aportar mayor crudeza a la actuación, el joven rapero repasó gran parte de una incipiente obra que se completa con algunos de los singles con los que viene provocando celos y desconfianza entre los traperos más ortodoxos.
Inclasificable pero a la vez cercano a lo alternativo en todo su esplendor, con sus barras ácidas y un combo musical que a veces remite a Marilyn Manson y otras a Eminem, el protagonista se vuelve un fantasma según el guion dictado en las pantallas.
"Pelotuda", "Rilli Rilli", "Hegemónica", "Sauce", "Dudade" y "Opa", entre las más celebradas por un público que compitió a la par con el volumen de su voz y que festejó la presencia de sus invitados Saramalacara y Muerejoven, exponentes de su crew Rip Gang.
Un cartel en dorado que decía "Dillom, un capo" y una lluvia de papelitos al estilo cancha rompieron con el relato tétrico y aportaron ironía desde lo simbólico en una noche efervescente que se consumió en apenas una hora y media.
Haciendo alarde de su condición de provocador, se desquitó contra sus colegas que lo miran de reojo al cantar "esos raperos lloran como un sauce" y el público cayó rendido ante los pies del artista de moda, que aglutina tanto a rockeros como traperos.
Dillom, que viene de ser parte del Lollapalooza Argentina, es uno de los artistas confirmados para la primera edición del Primavera Sound en Buenos Aires, en sintonía con un ascenso vertiginoso que lo encuentra con los pies sobre la tierra y liderando una disquera independiente.
Fiel al sonido original de sus canciones, el artista armó una banda que ejecuta sin improvisar cada uno de los giros de sus canciones, a veces con la línea de bajo al frente y otras con distorsión hardcore como en "Reality", donde el anfitrión jugó por un rato a ser "el anticristo superstar" y se burló de aquellos que "nunca vieron a un artista".
Y después de tanto hacerse desear, finalmente compartió con el público aquella fantasía que había inaugurado con sus más íntimos cuando presentó en privado "Post Mortem" en un bar palermitano que por una noche se configuró como una sala velatoria.
Con actores vestidos de negro y llorando ante su muerte prematura, aquella vez el rapero irrumpió en el escenario desde un cajón para poner en acción el concepto de una obra que pergeñó durante los días de encierro pandémico sorteando ansiedades, ataques de pánico y miedo a la muerte.
El 3 y 4 de mayo Dillom dará sus últimas funciones en el Teatro Vorterix y, luego, saldrá de gira por el interior del país.
Tan vasta y rica resulta la obra de Luis Alberto Spinetta, a la vez que compleja, que su impacto se expande de manera casi imperceptible en toda la cultura argentina, al tiempo que sigue ofreciendo nuevos resquicios para su disfrute, aun cuando pareciera ya agotados los caminos para explorarla.
Acaso el carácter único que desarrolló este artista a lo largo de su vida, con la consecuente imposibilidad de encontrar equivalencias a sus creaciones y a sus formas de posicionarse frente a su arte, hace difícil cualquier intento por definirlo.
Del mismo modo, no resulta sencillo poner a dialogar su obra con la de otros artistas debido a las particularidades que siempre ofrece un análisis detallado de su producción.
Abunda material sobre Spinetta, con definiciones en primera persona y reflexiones en torno a su andar artístico, pero así y todo, ni siquiera la puesta en común de todo ese material es capaz de dar respuestas concretas a los enigmas que plantea su arte.
"Spinetta no se murió: se multiplicó"Sergio Marchi
"Spinetta es un poco inapresable en palabras, es eso de que `con el alma lo ves mejor´", arriesgó a pedido de Télam el periodista Sergio Marchi, autor de "Ruido de magia", la biografía oficial autorizada por la familia del músico, quien parafraseó el tema "Maribel se durmió" al intentar describir qué rasgos son los que lo convierten en un artista tan particular.
Y amplió: "Le salían ángulos que a nadie más le salieron. Creo que ha sido de los mejores cantantes de la historia de la música argentina, un compositor profundo (también un poco banal cuando se lo proponía) y con un ansia infatigable de encontrar cosas nuevas que lo sorprendieran, y así sorprendernos. Su voz artística es única, y esto se podría decir de todos los artistas, pero Spinetta creó todo un universo con su obra".
El impacto de su obra se notó desde su irrupción en la escena local con Almendra, en 1969, en donde ya mostró algunas particularidades muy marcadas respecto a sus colegas contemporáneos; una sensación que aún perdura.
El escritor y periodista Juan Carlos Diez, autor de "Martropía", un indispensable libro de conversaciones con Spinetta, planteó a esta agencia que lo que aportó con su aparición fue "una forma de escribir canciones muy original, muy personal" e hizo hincapié en la manera en que ponía en juego sus influencias a la hora de crear.
Como ejemplo, señaló al tema "A estos hombres tristes" de Almendra, en donde se nota "la influencia de la música de Piazzolla, del jazz y de Los Beatles, en una mezcla absolutamente personal".
"Nos llenó de palabras y pensamientos que teníamos que rumiar un largo rato, y eso nos hacía crecerSergio Marchi
"Se dejaba atravesar por las modas, pero cuando esa moda lo atravesaba salía deformada. Creo que el rock argentino tiene mucho tango, pero Luis no fue el primero: ya lo había en Litto Nebbia o en Moris. Pero Spinetta era un tango viviente. Nos llenó de palabras y pensamientos que teníamos que rumiar un largo rato, y eso nos hacía crecer. Hacía música inteligente pero no con la pretensión erudita sino porque le salía así auténticamente", sostuvo el autor de "Ruido de magia".
Al igual que su música, la lírica de Spinetta también era, entre otras cosas, la resultante de lecturas que lo macaron y que, por momentos, adoptaron un rol clave, como el caso de Antonín Artaud, Carlos Castaneda, Michel Foucault o Carl Gustav Jung, entre otros; una singularidad que sirvió de excusa para que algunos lanzaran la falacia de que se estaba frente a un artista "hermético" que creaba "solo para entendidos".
Al expresarse en torno a este artista, el escritor y periodista Eduardo Berti, quien en 1988 publicó "Crónicas e iluminaciones", un libro en el que el propio Spinetta repasa su camino hasta entonces, fue contundente al remarcar que su obra es "una muestra de cómo tender puentes nada obvios entre la cultura internacional y las tradiciones locales o entre lo popular y lo intelectual".
"Es una invitación a explorar música y palabras con idéntico arrojo, como ya lo habían hecho algunos de los mejores exponentes del tango, salvo que ese arrojo se concentra, en el caso de Luis, en una sola persona", definió.
También Juan Carlos Diez, testigo de noches de asado y charlas con amigos, rechazó de plano cierta imagen alejada de la realidad que se construyó en torno a Spinetta.
"No era un tipo de otro planeta. Era un tipo con un gran talento, una enorme personalidad, familiero, amigo de sus amigos, con mucho sentido del humor. Amante de cosas muy terrenales. Eso no quita que no se enfrascara en una lectura, se apasionara y le diera para escribir una canción, pero esto formaba parte de su personalidad", aclaró.
A diez años de su muerte, es inevitable intentar poner de relieve qué ha perdido nuestra cultura con su ausencia, pero también qué enseñanzas dejó y dónde puede encontrarse su espíritu.
"El mundo todavía no descubrió a Spinetta, pero el día que lo haga se va a llevar una sorpresa. Yo creo que hay que ahondar más, investigar más, tenerlo más presente, porque dejó un tesoro para nuestra cultura"Juan Carlos Diez
"La obra de Spinetta deja un legado de belleza y sensibilidad, de singularidad y búsqueda permanente. Un legado y un listón muy alto en materia de exigencia artística. Una prueba de que se puede llegar a un público relativamente masivo sin hacer concesiones ni simplificaciones burdas", expresó Berti.
"Pedimos una fuente de belleza y lucidez. Nos perdimos su pensamiento, sus canciones", apuntó Marchi, quien sin embargo añadió que "Spinetta no se murió: se multiplicó".
"Ha dejado una obra tan inmensa en calidad y cantidad. Dejó un caudal de obra tan maravilloso y yo creo que no se aprovecha. Hay que valorarla más. El mundo todavía no descubrió a Spinetta, pero el día que lo haga se va a llevar una sorpresa. Yo creo que hay que ahondar más, investigar más, tenerlo más presente, porque dejó un tesoro para nuestra cultura y no está lo suficientemente abordado y aprovechado como debiera", cerró Diez, quien propuso, con buen tino, "mejor recordar el día de su nacimiento, que tiene mucho más que ver con la personalidad y el sentido que le daba a las cosas".
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