Recuerdo una vez, leyendo la autobiografía de Gandhi, que él confesaba que, al ejercer como abogado en Pretoria, Sudáfrica, solía ser –contrariamente a lo que uno supone- bastante irascible. Y al defender a un cliente de los abusos de un funcionario gubernamental, muy evidentes, éste fue condenado a cinco años de suspensión como empleado del gobierno; con la condición de que, si regresaba a la administración pública, debía contar con el permiso de Gandhi.
Como dice el título este fantasma autoritario que recorre la región que hoy podríamos llamarlo Bukele, por ser en la actualidad, la deriva autoritaria que más visibilidad ha tenido en este último tiempo, a quien muchos intentan imitar, al menos en las expresiones discursivas, porque algunos aún carecen del poder de Bukele, pero no es un dato menor las expresiones. Porque al final terminan convirtiéndose en relato y ese relato empieza a crear marcos discursivos y lo peor de todo es que esos marcos terminan encajando en cualquier situación regional.
Pero lo no que se mide, son las consecuencias de esos relatos, de esos marcos, porque en el enojo “razonable” y remarco razonable, porque sin ir más lejos en cuarenta años de democracia en Argentina, hemos comprobado que no era suficiente con decir y parecer democráticos, sino que la democracia si bien se ha mantenido estable en el caso de nuestro país, es constatable que, con garantizar elecciones libres y competitivas, no alcanzaba. La democracia requería y requiere más cosas. Como muchos recordaran lo que decía en su discurso el ex Pte. Alfonsín, que con “Con la democracia se come, se cura y se educa”, pero hoy podemos constatar en los últimos datos de los índices de medición de pobreza, por ejemplo, que no se estaría reflejando eso que parecía que con la democracia ya lo teníamos garantizado.
Esto significa que la democracia todavía tiene grandes desafíos por delante, no caben dudas que para muchos de nosotros, de los que tenemos por cercanía generacional el recuerdo algo más nítido de no vivir en democracia, de los horrores de una dictadura, pero el problema son las nuevas generaciones y no es que sean ellas el problema, es decir, la democracia no ha alcanzado los estándares para convertirse en una democracia plena, tanto en la Argentina como en gran parte de la región, se está frente a democracias defectuosas y algunas ya han pasado a otro estadio, de defectuosas a interrumpidas, caso Venezuela, Nicaragua y otras como el de El Salvador, donde el presidente Bukele ha empezado a recorrer un camino del casi lineal hacia la pérdida total de la democracia, por ahora se podría decir que se ubica dentro de lo que se denomina un “autoritarismo competitivo”, categorías diseñadas que van dando cuenta de este recorrido hasta llegar a convertirse en meras dictaduras.
En lo referido a nuestro país, estamos frente a un año electoral, el cual se presenta complejo, y lo que se puede observar es el surgimiento de personajes que se aprovechan de la llamada “grieta”, que a mi parecer no es más que la diferencia y en esto claramente no menor, porque de cada lado de la grieta hay dos modelos de país, diferentes, opuestos, de un lado, tenemos lo que representa un gobierno para pocos, un gobierno que cree que, para qué hacer universidades si los pobres no llegan a la universidad, un gobierno que en su discurso de lanzamiento de uno de sus candidatos apela a la moderación, a salirnos de la grieta y pero cuando por estrategia electoral, y en cuanto estrategia electoral me refiero es que, cuando los números no dan, se decide sumar opciones diferentes aunque eso signifique correrse de lo dicho primero, porque en definitiva, la finalidad en términos utilitarios es ganar, simplemente ganar.
Apela a la moderación en el discurso, pero cuando observa que con eso podría no llegar a alcanzar el triunfo, suma opciones más radicalizadas, no moderadas, para ser más claros, de esos que creen que la libertad pasa por “meter balas a los falsos mapuches, a dar batalla contra “el curro de los derechos humanos”, hay otros dentro de este espacio que proponen armar a la sociedad para defenderse, de crear cárceles para narcos, como si esa fuera la solución, entonces dentro de este lado de la grieta tenemos a los que evidentemente su modelo de país no es inclusivo, no es para todos, sino de los privilegiados. Donde la moderación es solo discursiva, porque si para ganar es necesario correrse cada vez más a la derecha, es una opción que no se descarta.
Del otro lado de la grieta tenemos los que con sus aciertos y fallas intentan gobernar para todos, los que creen en la educación pública, en la salud pública, los que creen en la necesidad de la justicia social, de la inclusión, en los que a pesar de todas las críticas y posiblemente con muchos desaciertos, pero que por donde mires y no hablo desde lo emocional, sino desde los datos, un país tan grande como la Argentina, que en el momento más difícil no solo para Argentina sino para el mundo, en el momento en que se declaró la pandemia del Covid, el gobierno logró con mucho esfuerzo y sobre todo con mucho esfuerzo colectivo, que en cada provincia, ciudad, pueblo llegaran las vacunas para hacer frente a la pandemia, a pesar de que del otro lado, de los que quieren otro país menos inclusivo, contrariaran y criticaran toda disposición nacional, pero aun así transcurrió la pandemia del Covid en nuestro país, con costos sobre todo en vidas humanas mucho menores, que comparado con muchos países de la región se logró tener el mayor número de población vacunada en tiempo y forma y el número de personas fallecidas por Covid no llegó a las cifras exorbitantes de otros países de la región e incluso de países europeos.
Por lo tanto, esta es la otra Argentina o el otro modelo de país, el de un gobierno que intenta ser para todos, que cree que no se puede gobernar para unos pocos, que piensa y cree que las mujeres, las disidencias debemos ser parte, que sigue apostando por lo público, y resalto lo público porque sabemos que eso es lo único que es de todos, que sin importar cuál sea tu ideología, tu sexo, género, condición social, tus méritos, etc, nos pertenece a todos, todos podemos acceder.
Hay algo que considero que resulta necesario aclarar es que, en este modelo de inclusión y justicia social, es necesario realizar varias autocriticas, porque efectivamente los desaciertos han sido muchos y eso se hace evidente en los datos, en la pobreza, desocupación, inflación en la economía en general, en la justicia, y podríamos enumerar muchos más, muchos de los cuales son estructurales, de larga data y otros coyunturales, como la pandemia, la guerra de Rusia con Ucrania, situaciones que han venido a agudizar viejos problemas y a crear otros, por lo tanto el desafío y no hablo solo en cuestión democrática, sino el desafío de este modelo es profundizar la justicia social, la inclusión, teniendo como norte esto, avanzar en la construcción colectiva de un modelo productivo y de una economía incluyente, de una justicia con alcance real, con una educación y salud pública de calidad y esto se logra con mucha voluntad política, con una decisión firme, con la mirada puesta en lo colectivo.
Pero antes que nada para lograr esto es necesario reconocer y hacernos cargo y preguntarnos, no será que estas opciones tan radicalizadas, surgen por nuestras fallas y si en vez de criticarlas empezamos a accionar para demostrarles, pero con hechos que reconocemos nuestros desaciertos y creemos firmemente que los cambios solo se pueden hacer desde lo colectivo, con las instituciones democráticas, dentro de un Estado de Derecho, que como decía el politólogo Guillermo O’Donnell, “no es un problema si el Estado es más grande o más chico, lo que es necesario que las instituciones democráticas sean efectivas, eficaces y confiables”. Ese es el gran desafío de este modelo para los políticos que integran este espacio y para la política democrática en general.
Esos son los dos modelos de país, de un lado y del otro lado de la grieta, pero no termina ahí el problema es que tenemos un tercer modelo, un modelo más cercano a uno de estos, pero mucho más ubicado en el extremo, un modelo que no cree en el Estado, ni en las instituciones democráticas, un modelo que construye su narrativa en tormo a ciertos malestares de la época, que apela a la rebeldía y ahí está su centro de apoyo, es ese marco discursivo que compran sobre todo los jóvenes, pero también muchos enojados con la falta de respuestas o mejor dicho por estos problemas y desafíos democráticos no resueltos aun.
Mirando el cuadro desde una cierta distancia se podría decir que la grieta y los lados opuestos ocupados por ella no es más que lo que siempre se vio, dos modelos de país, dos visiones, una más inclusiva, siempre apelando y promoviendo la ampliación de derechos y la otra más excluyente, con la cual ya hemos tenido ejemplos de estos gobiernos, recortes de derechos, concentración de la riqueza en pocas manos con el consecuente peligro, que de ser necesario se corran un poco más a los extremos, pero el peligro radical y valga la expresión radical, es el otro modelo, ese que va en contra de la democracia, del Estado de derecho, que descree en las instituciones democráticas, ese que le pone distintos nombres al fantasma del autoritarismo en la región, dependiendo de quien lo personifique pero que en esencia no es más que la antesala a la no democracia.
Como dice el reconocido politólogo Andrés Malamud, “esas opciones anti establishment son funcionales a la democracia, no le hacen mal, porque dentro del sistema electoral le ofrece a la gente un boleta con un nombre con una propuesta, obvio anti establishment, pero lejos de hacerle mal a la democracia, porque que la ausencia de alguien que proteste dentro del sistema electoral, es lo que si le hace mal a la democracia, en cambio la presencia de un candidato alternativo es bueno para ella y es malo para los políticos que están, pero no es malo para la política, porque a la política estas opciones le hacen bien mientras no ganen.”
Como dice el título 40 años de democracia no es poca cosa, ahora ¿cómo llegamos hasta acá?, ¿te pusiste a pensar?
En mi caso sí y hace mucho tiempo que vengo pensando en ello y en qué hacemos para mantenerla y mejor aún para acrecentarla. Porque si nos detenemos un poco a pensar, seriamente la cuestión, sobre todo me refiero a los que como es mi caso nos parió la dictadura, pero por la lucha de mucho pudimos ser educados por la democracia.
Vemos que a lo largo de estos 40 años, la democracia ha pasado primero por una situación de auge, de euforia, de triunfo, la abrazamos en 1983 y le dimos la bienvenida como cuando esperamos algo por mucho tiempo, más aún porque entendíamos "la gran mayoría" que no podíamos continuar como estábamos, ya no se podía seguir tapando el sol con un dedo, ya no había mundial de fútbol que acallara el dolor, o tapara las torturas y los gritos que provenían del Pozo de Quilmes o ninguna radio que sonara tan alto, en cualquier lugar del país, que tapara los gritos de los desaparecidos, de los torturados, de los muertos de la dictadura.
Una dictadura que marcó a fuego la vida de muchos de nosotros. La última dictadura que vivió el país, porque ya veníamos de una seguidilla de estas interrupciones a la democracia, la última dictadura, que a pesar de la negación de muchos y de la legitimación de muchos, se había llegado al punto de que no se podía seguir más así, que para los muertos y desaparecidos ya no había lugar, ni mar que los ocultara, que el olor a muerte y los gritos de dolor, que el silencio del país ya era casi un grito desesperado, fue cuando entendimos que con censura, que sin libertad de prensa, sin libertades individuales y colectivas, en fin que sin derechos civiles y políticos no se podía continuar, que había que decir de una vez por todas “señores nunca más”.
Fue cuando la política entendió el juego, fue la multipartidaria, un grupo de políticos de distintos partidos, en ese momento los cinco partidos políticos más importantes de la Argentina: la UCR, el PJ, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Intransigente (PI) y el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), fueron los representantes de estos partidos quienes entendieron, que si querían lograr una transición a la democracia en plena dictadura militar, era necesario trabajar en conjunto, sin perder sus ideales ni sus lógicas propias, ni la visión que cada partido tenia, sea del tipo de país o de sociedad que querían construir, pero algo los unía y era un objetivo principal y fundamental, más allá de sus ideologías, y era de una única forma, con democracia, era el retorno al Estado de derecho, era volver a instaurar los derechos humanos en el país, era volver a la actividad política, sindical, a los centros de estudiantes, era que volvieran las elecciones, era volver al libre acceso a los medios de comunicación del Estado, era volver a las libertades civiles, políticas y sociales.
Ese era el juego que entendió la política y los políticos que debían jugar, para que volviera la democracia, ¿y sabes porqué fue posible? porque más allá de las diferencias, hubo “consenso”, dejaron las diferencias de lado y los unió el consenso de que sin democracia el juego se termina y también la vida.
Por eso es necesario, no solo cada 24 de marzo, sino todos los días educar en democracia, para las nuevas generaciones que han tenido la suerte de nacer en democracia, para los más grandes que muchas veces nos olvidamos de los que pasó o creemos que no va a volver a pasar, para muchos que como según ellos no vieron nada, negaron y siguen negando la dictadura, por eso es fundamental que todos desde el lugar que nos toque o el papel que nos toque actuar en esta sociedad colaboremos en la construcción de la democracia, que dejemos verla como algo estático, porque no lo es, está en continuo movimiento.
Vemos todos los días noticias en la región y en el mundo del avance de los autoritarismos y nos alarmamos con noticias donde vemos el avasallamiento a los derechos humanos, ponemos el grito en el cielo cuando miramos países de la región con gobiernos autoritarios, pero después aplaudimos a leones locales que creen que gritando se hace política, que creen que prendiendo fuego instituciones o negando las instituciones democráticas es la forma. No nos equivoquemos, no dejemos que nos vuelva a pasar.
Más que un deseo es casi una obligación que empecemos a mirar muy bien lo que aplaudimos o lo que dejamos pasar por alto, porque así como tenemos derechos por el hecho de vivir en un país democrático también tenemos obligaciones y una de ellas es cuidar nuestra democracia y en este año en particular que es un año electivo, procuremos cuidarla, ¿como?: no difundiendo noticias falsas, informarnos antes de opinar, de desacreditar, pensando bien qué tipo de país, de sociedad queres para vos y tus hijos, si queres un país para todos, un país con acceso a la educación, a la salud, un país con derechos sociales para todos sin privilegios para pocos, bueno este es un buen momento para empezar a cuidar la democracia y los valores que ella representa y que no tengamos otra vez volver a pasar por tanto dolor y muerte para volver a decir nunca más ni tener que esperar por un nunca más.
La eterna receta del FMI de recortar el gasto público y buscar del equilibrio fiscal aún en medio de una nueva crisis global, generó una caída de la actividad y, por consiguiente, de los ingresos públicos, lo que aumenta el peligro de una recesión. Ocurre que los acuerdos con el FMI son siempre virtuosos, sólo falla la realidad.
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