Sábado, 05 Octubre 2024

La política violenta para una sociedad violenta termina destruyéndonos a todos

Publicado el Sábado, 02 Julio 2022 08:23 Escrito por

Un rugbier dijo una vez: “El futbol es un juego de caballeros practicado por rufianes, y el rugby un juego de rufianes practicado por caballeros”. No hay mentira más violenta que ésta, pero se aplica muy bien a la Política.

La Política bien puede ser considerada como un juego de poder, pero no es un juego; por las consecuencias buenas o malas sobre las personas. Y quienes la practican hegemónicamente, bien son rufianes o caballeros. Históricamente la Política ha sido violenta. Carl Von Clausewitz decía que “la guerra es la continuación de la Política por otros medios”, pero en realidad la guerra es la verdadera cara de la Política. Una y otra matan.

Observamos esa violencia cotidianamente; en la mentira, en los medios de comunicación, en los políticos, en las redes sociales, en los discursos de los gobernantes del mundo… También en nuestro país. Pero lo más terrible es la presencia de la violencia en algunas familias, en las instituciones, en la convivencia pública… y una violencia aún más cruel en la desigualdad social, en la pobreza estructural, en la Justicia, en el trabajo, en la salud, y sobre todo en el Mercado absolutamente libre, que nadie controla y trae postergación, hambre y muerte.

Clausewitz sostenía que “las pasiones que prenden en la guerra ya existen en los pueblos afectados por ella”. De allí el cuidado con el exacerbamiento de las emociones y las pasiones, porque conducen a la violencia.

Los políticos son hipócritas al separar sus decisiones políticas de las consecuencias de esas políticas en la población; al proponer ortodoxias salvajemente capitalistas y foráneas para la economía argentina; al arrodillarse frente a los grupos de poder locales y extranjeros; al persistir en un pensamiento economicista, legalista, reformista; al pensar que en política hay que pedir permiso para hacer justicia social. Son palabreríos legitimadores de su incapacidad para ocultar que no se comprometen, que son cómplices de un sistema altamente injusto, desigual, discriminatorio, marginador y mortal. Un sistema que puede cambiarse, pero con decisiones políticas. Un sistema que puede cambiarse confiando en la fuerza popular, en la participación popular, en la organización popular, en el protagonismo popular. Pero ellos no creen en nada de eso.

Al respecto, lamentablemente la Política todavía es el ejercicio de la libertad absoluta del individualismo absoluto en función del Poder. No hay solidaridad, ni amor, ni compasión. En ese concepto, sólo priman los intereses egoístas ausentes de respeto y consideración al otro, comercio del otro, negación de la existencia del otro. Esa práctica política tarde o temprano lleva a la violencia y se agudiza con la indiferencia a las consecuencias de decisiones o cuando conscientemente por oportunismo político se promueve el odio, alimentando emociones y frustraciones, buscando chivos expiatorios y la desaparición y negación del otro. A la violencia de la complicidad institucional y macroeconómica de arriba, le sucede, inevitablemente, la violencia de abajo.

Si los que la propugnan con sus acciones económicas, sociales y políticas, siguen dejando a merced de la delincuencia –inclusive la propia- a la población, pensando que sólo con leyes, represión, engaños y mentira es posible detener el descontrol de las consecuencias que ellos mismos originan, habría que contestarles con un pensamiento de un luchador por los derechos civiles y políticos como fue Martin Luther King: Vamos a desafiar vuestra capacidad de hacernos sufrir con nuestra capacidad de aguantar el sufrimiento. Vamos a enfrentarnos a vuestra fuerza física, con el espíritu. Vamos a llegar a vuestros corazones y a vuestra conciencia, y vamos a ganar la batalla”…Sin necesidad de violencia. El pueblo argentino no necesita la violencia del discurso ni de la acción para construir una Constitución, un Estado y un Gobierno que garanticen una convivencia justa y saludable. No necesita pedirle permiso a los poderosos ni a ningún gobierno para hacer Justicia Social.

La violencia es la desesperación de los pueblos que no confían en su capacidad de luchar con la fuerza de su espíritu.

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