Sábado, 27 Abril 2024

"No negociamos nada"

Publicado el Lunes, 08 Enero 2024 11:35 Escrito por

La última frase lanzada por el presidente Javier Milei, haciendo referencia al tratamiento de la “ley ómnibus”, esto me lleva a pensar en lo que Nicolas Maquiavelo dice en su célebre libro El Principe sobre de qué modo deben los príncipes mantener su palabra y recurre a la comparación entre la zorra y el león, una representando la astucia y otra la fuerza, lo que deja entrever la necesidad de la estrategia, de la negociación estratégica en el caso de la política, de mezclar la astucia con la fuerza pero sin que se note la segunda. Algo con lo el presidente Javier Milei parecería no llevarse muy bien, esto de los equilibrios.

Intenta imponer la fuerza “bruta” irracional, por sobre la astucia estratégica, en vez sumar, de generar consensos necesarios, de ser un astuto estratega, solo deja a su león rugir, lo que en política puede no resultar, al menos dentro de las formas de hacer política democrática.

Parecería por momentos desconocer el juego, al menos el juego democrático, donde las instituciones importan, tienen peso. Donde él llega al poder dentro de un régimen democrático, presidencialista, con división de poderes.

Donde Poder Ejecutivo y Poder Legislativo poseen igual legitimidad de origen, llegan al poder por medio del voto popular, lo cual Juan Linz [1] denomina “legitimidad democrática dual”, es decir dos instituciones democráticas elegidas por vía democrática, a través de las urnas, por el mismo electorado y que por lo tanto representan la voluntad del pueblo.

A esto Linz lo menciona como una crítica al sistema presidencialista porqué, porque esta legitimidad de origen de ambos poderes puede desencadenar una “crisis de gobernabilidad”, ya que no siempre el Poder Legislativo es del mismo color partidario que el Ejecutivo, es donde se produce una lucha de poderes, de poderes en pugna, lo que puede en determinados casos provocar la caída del presidente. No obstante, también esta pugna de poderes entre el PL y el PE pueden en el mejor de los casos desempeñar un verdadero Checks and balances, actuando de frenos y contrapesos.

Dónde surge el problema, precisamente en esta incapacidad o en esta negación de combinar la fuerza y la astucia, de una adecuada estrategia de negociación. En este caso donde el presidente Javier Milei necesita para llevar a cabo su agenda de gobierno la aprobación no solo de su mega decreto (DNU) sino también de su “ley ómnibus” y acá volviendo al inicio de mi columna de opinión, donde lo que me provoca escribir sobre esto es precisamente la frase “no negociamos nada”, donde deja prevalecer al león, la fuerza por sobre la astucia de la zorra.

Si analizamos en detalle Javier Milei llega a la presidencia producto de un electorado fragmentado que produce un presidente minoritario con escasa legitimidad, por medio de una doble vuelta. La doble vuelta fabrica mayorías artificiales, es decir, de ese 56 % que lo votó, no es un voto todo a su espacio. Precisamente esta segunda vuelta se da entre dos opciones que se presentan al electorado y este opta por el “menos malo”, lo que no quiere decir, que estén de acuerdo totalmente con su propuesta de campaña, ni comulguen con su ideología al cien por cien.

Esta es una de las consecuencias de los sistemas electorales de segunda vuelta, que se aplican en sistemas multipartidistas, donde muchas veces la distancia ideológica entre los distintos partidos tiene una tendencia hacia los extremos, dando lugar a multipartidismos muy polarizados y en donde las opciones para el electorado se presentan mucho más radicalizadas.

En el caso del presidente electo, el programa de gobierno era totalmente opuesto al de su adversario (Sergio Massa) en la segunda vuelta, y aquí encontramos otro problema del presidencialismo señalado por Linz y es que produce un ganador único, conduciendo a una personalización del poder, lo que generalmente lleva a una fuerte polarización, debido a la concentración del poder en una sola persona. La cual solo se atenúa, si el electorado se sitúa en el centro del espectro político y comparte posiciones moderadas.

Lo que en este caso se deja entrever que, si bien se podría decir gana con una mayoría artificial fabricada por la segunda vuelta, dentro de esa mayoría hay un núcleo duro del electorado muy radicalizado con una tendencia a la polarización extrema.

Es aquí, donde las dos de las críticas al presidencialismo esgrimidas por Linz entran en escena, la personalización del poder en manos de una única persona, el presidente y el problema de la legitimidad democrática dual, que como mencionaba provoca que, ambos posean la misma legitimidad de origen y por lo tanto se arroguen ambas la legitimidad para gobernar y se traben en una lucha de poder.

La salida en este caso en un sistema democrático es mediante el dialogo, el consenso, donde las estrategias de negociación de ambos poderes sean la vedette de la escena, donde se combine la fuerza y la astucia negociadora, por el lado del Poder Ejecutivo para poder imponer su agenda y por el lado del Poder Legislativo para actuar como un verdadero sistema de control y equilibrio.

El problema estaría radicando hasta el momento que desde el lado del Poder Ejecutivo no hay ni voluntad de diálogo, ni de consenso, ni una estrategia negociadora, lo que inevitablemente nos lleva a pensar que, de no dar el brazo a torcer el Poder Ejecutivo, cuál será la salida a esto, dentro del régimen democrático presidencialista para nuestro querido país. Qué herramientas posee nuestro sistema presidencial dentro de las instituciones democráticas, para resolver esta pugna de poderes y que no conlleve a una crisis de gobernabilidad insostenible.

Nos quedará estar atentos y observar estos vertiginosos primeros días de la presidencia de Javier Milei, que de luna de miel ha tenido pocos, como ambos poderes y principalmente desde el Ejecutivo puede encontrar la capacidad de construir consensos sin polarizar y radicalizar más a la sociedad, de encontrar en la política las herramientas necesarias para que la política vuelva a ser el arte de gestionar el conflicto, vuelva a estar en escena, donde las instituciones democráticas puedan demostrar su capacidad de control y equilibrio de los poderes.

 

 

[1] Valenzuela, A., & J. Linz, J. (1989). Presidencialismo, semipresidencialismo y parlamentarismo. Estudios Públicos, (36). Recuperado a partir de https://estudiospublicos.cl/index.php/cep/article/view/1517

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Claudia Lobato

Politóloga - Licenciada en Ciencias Políticas

UNTREF - ULP

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