Sábado, 27 Abril 2024

La naturaleza hace avanzar a la tecnología con brújulas inspiradas en insectos y robots pangolines

Desarrollos científicos recientes, como brújulas que se orientan igual que los insectos, tejidos que imitan las telas de araña para retener el agua y robots que emulan pagolines; demuestran que muchos científicos e ingenieros siguen inspirándose en la naturaleza para nutrir las innovaciones tecnológicas.

"La creatividad humana puede ser fascinante, pero no puede igualar la robustez de la naturaleza", dijo a la agencia AFP Evripidis Gkanias, investigador de la Universidad de Edimburgo, Escocia.

Muchos de los avances tecnológicos desarrollados en 2023 se inspiran en soluciones ya presentes en la naturaleza, sostiene Gkanis, que, cómo la inteligencia artificial, puede enriquecerse estudiando los seres vivos.

Algunos insectos, como las hormigas y las abejas, se orientan en función de la intensidad de la luz y utilizan la posición del sol como referencia.

Los investigadores reprodujeron la estructura de sus ojos para construir un nuevo tipo de brújula que, a diferencia de los modelos tradicionales basados en el campo magnético terrestre, no es sensible a las perturbaciones electrónicas.

Este prototipo es capaz de determinar la posición del sol en el cielo, incluso en días nublados.

"Ya funciona muy bien y, con la financiación adecuada, podría transformarse fácilmente en un producto más compacto y ligero", afirma Gkanias, que presentó este concepto en Ingeniería de Comunicaciones.

Por otro lado, los científicos desarrollaron un tejido que replica los hilos de seda secretados por los arácnidos y capaces de retener mínimas gotas de agua suspendidas en el aire, una innovación importante para regiones que sufren escasez de agua.

Una vez que este material se produzca a gran escala, el agua recolectada podría alcanzar una "aplicación real", explicó a la AFP Yongmei Zheng, coautora del estudio publicado en Advanced Functional Materials.

Otro ejemplo de ciencia inspirada en la naturaleza es el robot creado por investigadores de la Universidad de California, caracterizado por una estructura blanda e inflable que, como las viñas, "crece" hacia la luz o al calor y puede introducirse en lugares aparentemente más pequeños e inaccesibles.

Los científicos creen que estos robots tubulares, de aproximadamente dos metros de largo, podrían identificar puntos calientes y proporcionar soluciones para apagar incendios.

"Estos robots son lentos, pero adecuados para combatir incendios latentes, como los de turba, que pueden ser una fuente importante de emisiones de carbono", dijo a la AFP el coautor Charles Xiao.

En tanto, científicos del Laboratorio de informática no convencional de la Universidad de Bristol inventaron circuitos electrónicos flexibles a partir de una alfombra de cultivos bacterianos, utilizados para hacer té kombucha, una bebida elaborada a partir de la oxidación de hojas de té negro.

Estos "kombucha electrónicos" podrían iluminar pequeñas luces LED y las alfombras de cultivo bacteriano, una vez secas, comparten las propiedades de los textiles o incluso del cuero. Además son duraderas y biodegradables y pueden sumergirse en agua durante días sin destruirse.

Portátiles, ligeros, flexibles y más baratos que el plástico, estos biomateriales permitirían en el futuro integrar tecnologías de forma más discreta, incluso en el cuerpo humano, por ejemplo en los monitores cardíacos, dice a AFP Andrew Adamatzky, autor principal y director del laboratorio.

Los obstáculos actuales son su durabilidad y la producción en masa.

Un último caso lo constituye un mini robot basado en los pangolines, mamíferos de cuerpo blando y cubierto de escamas que tienen la propiedad de acurrucarse y formar una bola para protegerse de los depredadores.

Este mismo concepto en forma de robot podría salvar vidas, según un estudio publicado en Nature Communications.

Circularía por el tracto digestivo, se desplegaría allí y podría administrar medicamentos o detener hemorragias internas en partes del cuerpo humano de difícil acceso.

"Cada parte de un animal tiene una función particular. Es muy elegante", dice Ren Hao Soon, del Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes.

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