“¿Qué es la Verdad?” –preguntó Pilatos a Cristo. Y la Verdad estaba delante suyo. ¿Qué significados les dan a la Verdad los fariseos de este mundo? -Fariseos porque alardean su interpretación de la Verdad de acuerdo a sus intereses; y no es más que la autojustificación de sus acciones.
“La única verdad es la realidad” –dicen los políticos. Aunque no todos los políticos parece que ven la realidad del mismo modo. O no la quieren ver, si afecta a intereses o tradiciones, que también es un modo de fariseísmo.
“Hay múltiples verdades en tanto miradas e intereses, y hay que acordar para no dañarnos los unos a los otros” –dicen algunos existencialistas, porque cada uno tiene su propia escala de valores.
“La Ciencia es objetiva, a-crítica, a-histórica, a-política, neutral, pero la verdad depende del contexto” –dicen los científicos positivistas de la Comunidad Científica hegemónica. Intentan justificar con su pretendida asepsia purista y no comprometida, que la Ciencia no se concibe atravesada por valores, creencias, miradas diferentes, contradicciones y políticas. Y tras su creencia –que no es más que eso- la verdad científica es la correspondencia de una lógica de la mente con la experiencia de un contexto, a lo que llaman objetividad, que siempre será –también según sus postulados- una verdad provisoria, conjetural, posible, ante cualquier traspié que sufra esa objetividad construida. En su búsqueda de la verdad de la realidad –de cómo funciona el mundo y la Naturaleza- caen en una verdad relativa.
“La Verdad es una construcción de la mente” –dicen algunos filósofos, ya que no se puede conocer la realidad tal como es, aunque existir, existe. Y que de acuerdo a las condiciones de nuestra sensibilidad y de la mente, es una construcción. Si nos colocamos unos anteojos de cristales rosa, veremos la vida color de rosa; y si usamos anteojos negros… Todo muy similar a aquello de… “Las cosas son de acuerdo al cristal con que se miren”.
“La única verdad es la que siente el corazón” –sostienen los partidarios del amor aséptico de compromiso. Aunque las sinrazones del corazón vayan en contra de la razón.
Estas pequeñas reflexiones, nos llevan a pensar que aún no conocemos –o muy poco- este mundo y su Naturaleza. Y más concretamente, su humanidad y cómo llevar la convivencia social. Porque en realidad el mundo, gran incógnita para conocer y el libre albedrío para decidir sobre él, es una interpelación a la inteligencia para vivir del mejor modo, esto es, construir entre todos una existencia justa y saludable.
¿Qué es la verdad sino aquello que nos hace encontrarnos a nosotros mismos, a descubrir cuán buenos o malos podemos ser, y que somos seres en relación, en comunidad, necesariamente en simbiosis con la Naturaleza? Vivir en la verdad nos orienta en la ambigüedad, en el desconcierto, y hace patente las contradicciones no reconocidas de cómo vivimos y cuál es el camino que tenemos que seguir. No podemos ser hipócritas con esta conciencia.
La necesidad de espiritualidad en un mundo desacralizado de trascendencia, pese al arte, la belleza, el conocimiento y la infinita capacidad creativa humana, ha vaciado de sentido la vida de muchos de nuestros jóvenes, que lo buscan en el autoritarismo, el fundamentalismo religioso y el fascismo, cuando no en el mundo del olvido, con la violencia, las adicciones virtuales o de otro tipo.
La mentira se ha institucionalizado; en la publicidad economicista, en las promesas electorales, en el gobierno, en los medios de comunicación, en la post-verdad que se aprovecha de las emociones para orientar la opinión pública... pero también llenado de telarañas el espíritu de muchos adultos, con la desesperanza, el miedo y el pragmatismo de la conveniencia individualista.
La apropiación comunitaria de la palabra que nombra, da significado y sentido al mundo –como sostenía Paulo Freire- descubre lo que somos y lo que podemos hacer. La búsqueda y concreción de la Verdad, en suma, que no es más que amor real.