Cuando estábamos en La Plata, en la fatídica U 9, prisioneros y rehenes de la dictadura militar, empezamos a recibir noticias sobre las madres de algunos compañeros militantes barriales, estudiantiles y sindicales que estaban desaparecidos; es decir, que habían sido detenidos sin que la policía, los militares y las diversas fuerzas de seguridad los reconocieran como tales. El vendepatria Videla –cabeza de la horda de asesinos que había asaltado el poder–, en un rapto de su reptilínea imaginación, farfulló que los desaparecidos estaban “paseando por Europa y hablando mal del país, es decir de ellos, los dictadores, los asesinos, los saqueadores.
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