Viernes, 01 Noviembre 2024
Marcelo García

Marcelo García


En un principio, es indudable que la relación entre Perón y los militares era buena, sobre todo si entendemos que su llegada al gobierno y puntualmente a la Secretaría de Trabajo y Previsión social se da en el marco de un Golpe Militar. Al momento de enfrentar las elecciones, en el seno del Ejercito Perón contaba con un pequeño grupo que lo apoyaba, un grupo de antiperonistas, pero un importante sector que priorizaba la preservación de la moral de la fuerza, que esta debía permanecer ajena a las implicancias políticas. Una vez llegado a la presidencia, integrantes encumbrados del ejército argentino cercanos a Perón integraron algunos sectores claves relacionados con áreas importantes del desarrollo energético del país. El fortalecimiento de una industria armamentística nacional que la dotara de mejor armamento era un interés conjunto del Gobierno y las Fuerzas Armadas. Hacia fines de la década del ’40 la relación entre militares y Perón eran de respeto mutuo. En 1949, en una profunda crisis económica que atravesó el país, la relación comienza a mostrar grietas. Por un lado, enfrentamientos políticos y económicos entre el asesor económico presidencial Miranda y el ministro de Guerra Sosa Molina. La reforma constitucional del ‘49, que permitía entre otras cuestiones, la reelección de Perón, marcó a fuego el comienzo del deterioro de la relación Perón-Ejército. El posterior interés de sumar al proyecto peronista a distintas instituciones de carácter no político estaban direccionadas en el mismo sentido, lo que sumado al enfrentamiento y censura a los medios de comunicación opositores continuó tensando el trato.
Perón siempre manifestó la unidad de concepción entre los pensamientos justicialistas y los militares, en relación a la doctrina nacional. Pero ante la posibilidad de reelección de Perón, se comienza a pergeñar desde sectores opositores la posibilidad de que alguna manera no democrática pudiese terminar con otros seis años de gobierno peronista. Allí son determinantes los militares retirados, los intelectuales militares, los cargos superiores de las escuelas militares y navales de Buenos Aires. Un intento de golpe de estado, dirigido por el General Menéndez el 28 de agosto de 1951 y la posterior purga militar y la declaración del Estado de Guerra Interna lo demostraron. Luego de la elección que consagraría a Perón, se llevó a cabo un segundo levantamiento, encabezado por el Coronel José Suarez.

Los hechos de la semana pasada nos pusieron a todos a pensar. Algunos en los créditos, otros en el sueldo, otros en las tarifas otros (los menos) en los buenos dividendos que consiguieron con los vaivenes económicos recientes.

Un país con 35 años de democracia, debería reflexionar de otra manera. De la Dictadura hacia acá, sabemos bien que la grieta entre el pueblo y la oligarquía siempre existió. Con características propias y diferenciadas respecto a, por citar alguna, la oligarquía de fines del Siglo 19. Supongamos también que los intereses de unos y otros son genuinos. Ahora bien.

Entiende la sociedad argentina del peligro que significa para el conjunto poner a esa oligarquía egoísta al frente de los destinos de la patria?

Efectivamente en algunas cosas son muchos más efectivos que las organizaciones populares, los partidos políticos y los demás actores del todo social. No se preocupan por la historia, los sentimientos, las ideologías. Son un equipo bien articulado de comerciantes dispuestos a hacer negocios. Entre bueyes no hay cornadas.

Natalio Botana, politólogo argentino en las antípodas de mi pensamiento, da esta definición inicial de qué es la oligarquía. Realmente podemos dejarla del lado al momento de categorizar al actual gobierno argentino?.

“Hay oligarquía cuando un pequeño número de actores se apropia de los resortes fundamentales del poder y además está localizado en una posición privilegiada en la escala de la estratificación social.”

Por eso el título del artículo, la grieta existe y la debemos profundizar. Entre los que somos pueblo, los que queremos un país hermanado, pacificado y solidario que quiere y respeta al otro, al vecino, al compatriota. No un país sumergido en la pobreza y el individualismo de una oligarquía adicta a la especulación financiera.

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