Los sentimientos más poderosos son invisibles. Cuanto más invisibles, más poderosos. En realidad, ambos son hechos de voluntad. El amor y el odio. Ambos pueden residir en el corazón. Uno es el dueño, el otro, un usurpador. Si habita el odio, no tarda en salir afuera y hacer daño. No se soporta a sí mismo. Si habita el amor, tiene las puertas siempre abiertas.