Vamos a partir de una premisa básica que fue enunciada muy claramente por un politólogo, Isahía Berlin[1], en 1957: para los liberales, la única libertad que hay es la no interferencia de otros en mis propósitos y en el modo de llevarlos a cabo. Es lo que él mismo denomina libertad negativa. Berlin, incluso cuando considera que no es justo que esa libertad se realice a costa de la libertad de otros, no es partidario de limitar el libre dejar hacer para que esos otros puedan gozar de un poco de la misma libertad.