Viernes, 22 Noviembre 2024
Claudia Lobato

Claudia Lobato

Politóloga - Licenciada en Ciencias Políticas

UNTREF - ULP

Desde mucho antes de la emergencia de Milei y sus ideas libertarias, la política Argentina venía mostrando claros síntomas de degradación.

El antepenúltimo grito colectivo fue el “Nunca Más” y el consenso democrático que vino de la mano de Alfonsín. Luego, el último  grito colectivo fue el “Que se vayan todos” en el 2001, que fue la expresión colectiva de los “huérfanos de la política” como lo definió Carlos Torre. Los que cansados de la política, principalmente de los políticos. De la fiesta para unos pocos menemista, cansados del primer experimento aliancista en la Argentina que venía a terminar con la corrupción y que después terminó con un fatídico diciembre.

Sobre los muertos de esos días un helicóptero sobrevolando con un presidente que su única salida ante tanta barbarie y el pedido de “que se vayan todos” decidió su renuncia, luego de dejar un país en llamas. Pero a pesar de eso el pueblo estaba unido.

El menemismo no había logrado con su receta neoliberal romper los lazos sociales, todavía el pueblo tenía la fuerza y capacidad de organización. Los consensos democráticos del 83 todavía eran parte del credo democrático alfonsinista, de ese credo que el pueblo y Alfonsín habían acordado.

Que palabras tan lejanas y tan en desuso acuerdos y consensos…

Luego vendrían los años Kirchneristas, nuevos consensos, nuevos acuerdos. Serán largos años y por lo tanto el proyecto sufrirá los embates del tiempo, el desgaste, el creer que con otorgar y ampliar ciertos derechos era suficiente. Los derechos si no se pueden sustantivar dejan de ser importantes, dejan de tener sentido. Pero también y como siempre del otro lado, porque a pesar de estos consensos previos siempre los hubo, estarán los que no quieren que los derechos sean para todos, estarán los creen que unos pocos merecen pero no todos.

Entre aciertos y errores pasaran estos años y quizás el peor error es creer que nada termina, que todo es para siempre. Y en ese devenir la política argentina comenzará a mostrar síntomas más claros de decadencia, se empezaran a romper ciertos lazos colectivos.

Luego vendrá el macrismo con la renovación y promesa de cambio, que no será más que una nueva performance de políticas neoliberales. Pero que terminará como suelen terminar estos experimentos, fuga de capitales, de nuevo relaciones carnales con el FMI, fiesta para unos pocos.

Por supuesto esto también tiene su fin. Llegará de nuevo un Kirchnerismo desgastado, pero con ánimos de arreglar lo roto e intentará construir un frente de todos mediante una difícil alianza. Ganarán, pero vendrá la pandemia, la guerra en Ucrania, la peor sequía en años. La deuda contraída por el gobierno anterior con el FMI creciendo en intereses y en urgencias de pago.

Ese difícil frente se debilitará. Primero por todos los inconvenientes mencionados antes, segundo por un presidente que mostraba claros síntomas de debilidad, tercero por esa alianza compleja entre el Kirchnerismo con su vicepresidenta y el propio presidente que no pudieron armonizar la convivencia.

Mientras tanto entre pandemias, guerras, sequia, deudas y relaciones en tensión del gobierno, se estaba gestando un “Prometeo moderno”. Ese Frankenstein sería el resultado de esto, el resultado del encierro por la pandemia, el resultado de perdidas de trabajo, el resultado de aumento de la pobreza, de una deuda impagable con el FMI, de niños que se desescolarizaron por el encierro de la pandemia, de jóvenes rebeldes que se reunían en el ágora virtual  y que pensaban una salida a esto. En fin, ese Prometeo moderno, contendrá partes de estas decepciones, de esta ira y enojo contenido y emergerá con toda la fuerza para destruir todo.

Será una mezcla de Frankenstein y el Minotauro de Creta, que vendrá desde debajo de los laberintos, desde adentro a romper todo, a destruir el Estado, los lazos colectivos. Que vendrá a poner en cuestionamiento los derechos adquiridos pero no para mejorarlos sino para quitarlos.

Hoy ese Prometeo moderno tiene nombre y apellido, es Javier Milei y sus ideas libertarias, anarco capitalistas, donde como es un monstruo hecho de partes no se sabe muy bien o con claridad que son sus ideas, lo que sí se sabe que viene por todo, que viene a terminar el trabajo que Menen, Macri no pudieron concluir. No solo eso este monstruo se sirve de varios lacayos que acompañaron a los anteriores.

Por supuesto muchos de ellos fueron funcionales a distintos espacios ideológicos y esa funcionalidad les permite hoy ser parte de este experimento.

Ayer en la sesión en Diputados de la Nación, por el veto presidencial a la Ley de Financiamiento universitario, pudimos observar la decadencia de nuestra clase política, como lo hemos ido viendo a lo largo de estos años, pero nunca como este año en los distintos debates en el Congreso. Diputados y Senadores elegidos por el voto popular, dando la espalda a sus representados.

Diputados y Senadores pensando en sus intereses particulares, al igual que gobernadores de las provincias. Todos amparándose en que había que darle herramientas de gobernabilidad al presidente, como si darle gobernabilidad es decirle a todo que si, sin cuestionar. No solo es un presidente que los trata de ratas traidores, que los amenaza, que si le dicen a algo que no, lo veta. Que pretende gobernar por decreto, que pretende romper con el republicanismo argentino. Peor aún, el mayor apoyo lo recibe de quienes se decían que venían a defender la república, la democracia.

Pobre democracia, pobre república con estos defensores, con estos que se llenan la boca hablando de ella, mientras en su nombre reprimen a quien se oponga a los designios del presidente, donde quieren un país para unos pocos, educación y salud para unos pocos, libertad de expresión siempre y cuando digas lo quieren escuchar.

Hoy nuestra República, nuestras instituciones democráticas, la educación pública, la salud pública, nuestros consensos y pactos, esos que alguna vez juramos defender están en peligro.

Hoy los políticos y políticas de nuestro país parecen ser muy pocos los que están a la altura de la peligrosa situación en que se encuentra nuestro país, nuestra gente.

Hoy hay un puñado de jóvenes, de docentes, de personal no docente en pie de lucha defendiendo las universidades. Hay personal de la salud pública, defendiendo el derecho a la salud. Acompañémoslos, no los dejemos solos como hicimos con los nuestros jubilados.

Señores y señoras, diputados, senadores, gobernadores y toda persona vinculada con la cosa pública, demuestren que están a la altura de las circunstancias. Los que fueron elegidos por el voto popular defiendan ese voto que les dieron. No dejen que la decadencia de la política avance, en ustedes la gente depositó sus esperanzas en las urnas, no defrauden a su gente.

A la ciudadanía en general, no bajen brazos, no bajemos los brazos, quieren quitarnos las esperanzas de vivir en una sociedad más justa, no lo permitamos. No dejemos que la crueldad avance, no dejemos que la crueldad de estas políticas neoliberales nos deshumanice de tal forma que dejemos de creer en lo colectivo. Como dice la frase, “nadie se salva solo, las luchas son colectivas”. 

 

 

 

La relevancia de las elecciones presidenciales en Venezuela me remitió al texto de Guillermo O’Donnell y Shmitter[1]. Un texto que data de 1994 y luego fue reeditado en el 2010, en el cual ambos politólogos tratan este tema de las transiciones desde un gobierno autoritario.

El hecho de remitirme a este texto es la posibilidad de que nos pueda echar algo de luz para analizar este proceso que se está desarrollando en Venezuela. En el caos de lograr imponerse en las urnas el partido opositor al régimen.  

En ese trabajo los autores brindan una serie de elementos que nos permitan poder analizar los procesos de transición a la democracia.

Lo primero que hacen estos politólogos es definir ciertos conceptos claves involucrados en este proceso. Primero transición, sostienen que es el intervalo que se extiende entre un régimen y otro. Es decir, las condiciones o reglas que determinan las formas de acceso a los cargos de gobierno, las características de los actores admitidos, los excluidos. Pensemos aquí en Corina Machado la líder del partido opositor a Maduro, pero excluida de contienda política y el candidato elegido para enfrentar electoralmente al régimen imperante, Edmundo González Urrutia, en representación de Corina Machado.

Otra cosa a tener en cuenta es los recursos o estrategias que pueden emplear para ganar dicho acceso los contrincantes.

Para estos autores la transición implica como mínimo un proceso de liberalización. En el caso venezolano seria el de permitir realizar elecciones (lo que queda por ver en ente proceso en desarrollo, es si realmente estas elecciones serán libres, competitivas y transparentes). Esto es lo que le dará legitimidad de origen, legitimidad democrática al proceso electoral. Recordemos que Venezuela ya ha pasado por procesos electivos los cuales han demostrado ser muy amañados y fraudulentos.

Por liberalización los autores entienden que es el proceso de redefinir y ampliar derechos. Ellos consideran que toda transición comienza a partir de una liberalización que desencadena determinadas consecuencias, los alcances y la extensión de dicho proceso transicional. Es decir, derechos que son liberalizados que protegen a los individuos y a grupos sociales ante actos arbitrarios cometidos por el Estado o terceros.

Lo que debemos tener en cuenta y algo que han señalado en estos días diversos analistas políticos es que, este estadio del proceso depende del poder del régimen, es decir, podría seguir siendo arbitrario.

Pero como señalan los autores esta liberalización que comienza a darse paulatinamente y a acumularse luego es institucionalizada. Lo que hace es que se dificulte su anulación y conlleve efectivamente a un proceso de democratización.

Estos politólogos también señalan en este trabajo, que “el principio rector de la democracia es la ciudadanía” es decir, el derecho a ser tratados como iguales con respecto a la formulación de decisiones colectivas como así también a la obligación de quienes instrumentan dichas decisiones a ser accesibles y responder por igual frente a todos los miembros del régimen político. En este sentido la democratización se refiere a los procesos en los cuales las normas y procedimientos de la ciudadanía son aplicados a instituciones políticas o ampliadas a fin de incluir a individuos que antes no gozaban de los mencionados derechos y obligaciones. Hoy en Venezuela, como bien sabemos muchos de los ciudadanos de ese país que se encuentran en el exterior como consecuencias de este régimen, no les ha sido posible que pueden participar desde el extranjero de estas elecciones. Algo que debemos tener en cuenta.

Los autores en este trabajo en función a como han definido estos conceptos elaboran una serie de generalizaciones que permiten analizar la relación entre estos elementos. Sostienen que la liberalización es una cuestión de grado, como mencionaba hay elecciones con la limitación de que ciertos ciudadanos no puedan ejercer su derecho a voto.  La libertad de expresión y prensa que en Venezuela sabemos también está bastante limitada.

Nos indican también los autores que la democratización también es una cuestión de grado, porque ahí tenemos que observar dos dimensiones, las condiciones que restringen la competencia partidaria y las opciones electorales (como hacía referencia más arriba la proscripción a Corina Machado, el manejo por parte del régimen del CNE (Consejo Nacional Electoral).

Dicen los autores también que puede haber liberalización sin democratización, es decir se pueden otorgar garantías fundamentales, pero impedir la participación en elecciones libres.

Se podría decir que la liberalización es el inicio de un proceso de transición, pero por supuesto es un largo camino que se inicia. Principalmente porque más allá del régimen que permite ampliar estos derechos democráticos también depende su predisposición luego, de respectar los resultados, de garantizar la transparencia del mismo, de la protección de los derechos y de la integridad de la ciudadanía.

Como bien lo señalan O’Donnell y Shmitter en algún momento todo régimen autoritario busca legitimarse y sostienen los autores que en estos intentos por institucionalizarse es cuando chocan con los límites que les impone su propio discurso.

Por supuesto que el trabajo al que hago referencia es mucho más amplio y muy rico de leer en cuanto a las posibilidades de analizar estos procesos y los elementos que brindan para tener en cuenta al momento de querer entender  y explicar los mismos.

Me parece que las elecciones que se están llevando a cabo hoy en Venezuela, abre un panorama incierto y plantea un montón de interrogantes.

Primero que todo, hay que tener en cuenta que recién en enero en caso de perder Maduro se realizará el traspaso de poder y lo otro a tener en cuenta y que no es un dato menor, estas elecciones son solo elecciones presidenciales. En caso de ganar la oposición al régimen se encuentra ante el desafío de gobernar con toda una estructura montada en estos años por el propio régimen como así también con muchos opositores en cargos de poder, con los cuales deberá equilibrar y consensuar para poder llevar a cabo su agenda de gobierno.

Estos interrogante responden a si logrará este país una liberalización que conlleve a una democratización, cuáles serán los alcances y límites de este proceso, será capaz el régimen de aceptar el resultado y la oposición podrá estar a la altura, de resultar ganadora, de llevar a cabo este complejo proceso de transición en cierta armonía con el régimen que gobierna. Serán ambos capaces, en casos de perder Maduro, de poder articular una salida pacífica pensando en su gente, en su pueblo y sus derechos.

Demasiadas preguntas, demasiado está en juego para un pueblo que lo único que quiere es volver a vivir en democracia, poder regresar a su país en libertad y volver a reunirse miles de familias venezolanas desintegradas por el mundo a raíz de este régimen autoritario.

 

 

[1] O’DONNELL, Guillermo y SCHMITTER, Philippe (1994). Transiciones desde un gobierno autoritario: conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas. Paidós, Buenos Aires. (Reedición 2010. Prometeo, Buenos Aires)

 

El camino que, actualmente, tiene la oposición parecería no ser otro que: construir sobre los escombros; resurgir desde las bases ideológicas que alguna vez delimitaron el accionar de sus espacios políticos. Digo esto pensando en el radicalismo y el peronismo, pero también, parafraseando a Axel Kicillof, “con nuevas canciones”, adaptando sus proposiciones e ideas de país a la realidad que enfrenta hoy nuestra sociedad.

Hoy, nuevamente, los diputados nacionales fueron insultados por el presidente. Les dijo “degenerados fiscales" por la aprobación de una nueva fórmula jubilatoria que, de sancionarse y sortear un eventual veto presidencial, implicaría un gasto adicional del 0,4% del PBI. Esto es lo que sostiene el mandatario, pero no objeta la falta de pago o el bajarles los impuestos sobre bienes personales a los más ricos o, mejor dicho, a los que más tienen. Según él, porque esto complicaría el artículo sobre el blanqueo de capitales...

En definitiva, si uno lee detenidamente la Ley Bases y su Paquete fiscal, se podría decir que, casi en su totalidad, es beneficiosa para unos pocos sobre los muchos que quedarían por fuera.   

Pero volviendo al título, ¿a qué me refiero con construir desde los escombros? Es en referencia a esas viejas ilusiones (y digo viejas porque ya corrió mucha agua bajo el puente). Esas ilusiones que tenían numerosos analistas, periodistas y personas de la elite política que decían que, “el presidente está empezando a entender cómo funciona la política” con la media sanción lograda en el Senado de la Ley Bases.

Milei, alegaban algunos, está entendiendo que es con negociación y consenso como se logran las cosas. Lo cierto es que, ¿lo entiende así, el presidente?.

Claramente, con estas declaraciones e insultos a los diputados deja en evidencia que, cuando no consigue lo que quiere y cómo lo quiere, vuelven a ser “las ratas del congreso” y los vuelve a humillar de la peor manera, algo que hace constantemente a cualquiera que opine de manera contraria u objete su accionar.

Otra de las cosas que viene pasando estos días es la negación de los acuerdos y negociaciones que realizara el oficialismo con distintos senadores para lograr la aprobación de la Ley Bases. A esto hacía referencia con el “viene corriendo mucha agua debajo del puente”, porque los que niegan estos pactos son, principalmente, los encargados de hacerla. Me refiero al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que estos días dijo que no existieron tales negociaciones.

Cuando estaban apurados por dar media sanción a la ley en la Cámara Alta, incluso al mismo presidente no importaba el cómo, sino que saliera aprobada del senado. Es más, en distintos medios periodísticos se jactaban de la hazaña de Francos, de lo entendido que era en materia de negociación y política tradicional.

Hoy, cuando la Ley Bases y su Paquete Fiscal están a punto de volver a tratarse en la cámara de origen (diputados), surge esta cuestión de negar los acuerdos, de querer reintroducir lo que se rechazó e insistir con la versión original, es decir, con la modificación de diputados que le dio media sanción y la enviaron a la cámara revisora para que esta la aprobara, cambiase o rechazase. Lo cierto es que ahora, producto de modificaciones y rechazos, en el Senado dicen que estos acuerdos no existieron, que no fueron tales.

En síntesis, parecería que desconocen cómo funciona un bicameralismo y, no solo eso, que además desconocen o niegan que existen, al menos, dos líneas de interpretación del artículo 81 de la Constitución Nacional, que dice qué hacer en caso de producirse una situación como la presente.

Todo esto deja en evidencia la necesidad de que emerja una oposición clara, una oposición que se reconstruya, una oposición que empiece a mirar y actuar en función de las demandas de sus representados... Necesitamos un Congreso y una elite política activos y comprometidos con la cosa pública, con el bien común, con la democracia.

Desde aquí y pensando que estamos a un año de las elecciones de medio término, los espacios opositores al gobierno deberían también preguntarse de qué lado se van parar. Deberían estar pensando, dentro de sus bases ideológicas, cómo ponerse al frente de este gobierno. Algunos espacios quizás se encuentren más cercanos ideológicamente a él y, tal vez, deberían ver de qué manera no diluirse dentro del oficialismo.

Habría que recordarles a varios que decirle que no, o no mejor dicho rechazar una iniciativa del Poder Ejecutivo, no es restarle gobernabilidad, sino más bien, como señal de que se respeta la división de poderes. Que tienen la misma legitimidad que el presidente. Porque fueron elegidos por el voto popular de rechazar o aprobar una iniciativa del Ejecutivo que ellos consideren contraria a las necesidades y demandas de sus representados

Otros (y acá hago más referencia al radicalismo o al peronismo, quizás porque los ubico como opciones más de centro) deberían, tal vez, plantear un proyecto superador a lo que propone el oficialismo. Un plan que, por ejemplo, incluya a la industria nacional, a las Pymes, al campo, a la tecnología, a la ciencia y a la educación como pilares. Un proyecto productivo nacional, con apertura sí, pero con protección, como están haciendo la mayoría de los países desarrollados. No entregando todo ni abriendo las puertas de par en par para que se lleven todo.

Estoy pensando en cómo generar más Estado presente, pero no uno que te prometa cosas o te ofrezca derechos que después no puede darte en lo tangible. Un Estado que brinde salud, seguridad, educación y que proteja a los más débiles. ¿Cómo? Haciendo que los más ricos (que los empresarios más poderosos del país) tributen sus impuestos en el país, controlando y penando la evasión fiscal; proponiendo un sistema impositivo progresivo en cual todos paguemos, pero asegurándose que sea lo más equitativo posible.

Creo que la oposición, más allá de ser responsable de muchos errores cometidos y de la necesidad de autocrítica, hoy debería comprometerse a cuidar nuestra democracia porque este gobierno, cada día, se encarga de correr un poco más el límite hacía el lado opuesto. La oposición es responsable de marcar al gobierno que la gran mayoría de las cosas que prometió en campaña no las está cumpliendo y que mucho de lo que él mismo les criticó en ese momento, ahora lo hace con total impunidad.

La oposición es responsable de velar por sus representados, de controlar al Poder Ejecutivo y de que el Poder Legislativo actué como un verdadero check and balance. Es responsable de que la gente no la pase cada vez peor y de cuidar los intereses de la Nación, su soberanía y sus recursos.

Por eso, creo que el peronismo, el radicalismo, el PRO y demás espacios deben dejar sus disputas internas en el interior, valga la redundancia, y empezar a fortalecerse para proponerle a la sociedad una alternativa.

Quizás es momento de dejar los egos y empezar a pensar en una sociedad no tan individualista, con un proyecto colectivo. Pensar que para que la democracia sobreviva necesita de partidos políticos, porque no hay democracia sin partidos políticos. No hay democracia sin diversidad de voces. No hay democracia sin una real distribución del ingreso, sin una economía que asegure una distribución equitativa. No hay democracia sin Estado ya que este debe ser guardián y garante de los derechos y de las obligaciones de los ciudadanos, de la CN y de nuestra soberanía nacional.

Por lo tanto, espero y creo que todos necesitamos, que surja una oposición que entienda las demandas de nuestro pueblo. Necesitamos líderes políticos con capacidad y propensión al diálogo, al consenso, con apego a las reglas institucionales de la democracia y pleno respeto a la letra de la Constitución Nacional; y no a las interpretaciones capciosas que se puedan hacer de ella en beneficio de los intereses particulares de unos pocos por sobre los intereses colectivos.

 

 

Hace un par de días que vengo pensando, por qué no empezar por las coincidencias, un poco por cosas que vengo mirando, leyendo, escuchando y prestando atención a distintas opiniones en redes principalmente, a diversas encuestas, artículos periodísticos. En algún punto todos convergemos en que queremos un mejor país para vivir.

Si uno presta atención más allá de la denominada grieta, de las opiniones encontradas entre distintos sectores ideológicos, políticos, entre los jóvenes y los no tan jóvenes, entre ellos si son hombres o mujeres, y la segmentación etaria. En fin, en el fondo de todos esos reclamos, posturas u opiniones, todos más o menos queremos lo mismo. Una mejora en todos los aspectos de nuestra vida, estabilidad económica, trabajo, educación, salud de calidad.

Que se cumplan y respeten nuestros derechos. Todos queremos un país vivible.

A lo largo de estos meses de la gestión libertaria, hemos comprobado como en distintas oportunidades, principalmente el 24 de marzo, el Día de la Memoria y luego en la marcha por la universidad y la educación pública, estuvimos todos juntos. Como el pueblo, los ciudadanos de distintos sectores sociales, ideológicos, políticos, de diferentes franjas etarias y género, incluso muchos votantes libertarios, estábamos todos juntos. Marchando juntos en defensa de los mismo.

Observar y analizar esto me llevo a pensar por qué no empezar a construir una alternativa o un proyecto, a partir de estas coincidencias, de estos puntos en común, en el cual también se contemplen las diferencias.

Si uno mira ciertas encuestas, en especial las de Zuban Córdoba[i], en muchas de sus preguntas en especial sobre el rol del Estado, de las instituciones, de la oposición, democracia, la gente responde y reclama, más Estado. Pero, un Estado que responda por sus necesidades, más diálogo, más consenso, más democracia, mejorar las instituciones democráticas, educación y salud pública de calidad. Es decir, la gran mayoría responde en contra de lo que este espacio libertario que hoy nos gobierna, piensa, dice y hace frente a estas consignas.

Entonces, qué lleva a este gobierno a pesar de estar en contra de todo de lo que la mayoría de los ciudadanos reclamamos y queremos, que continúe manteniendo su imagen positiva y apoyo. Si lo analizamos de cerca y sin sesgos ideológicos, no es porque los que lo apoyan sean ignorantes, o fachos. No, en su gran mayoría es gente desilusionada, defraudada con la política, con los políticos.

Qué podemos hacer frente a esto. Mucho. Empecemos a mirar la historia y no nos vayamos tanto para atrás. Pensemos y miremos que hicieron y que hizo la política y los políticos, para buscar una salida a la última y cruel dictadura del 76. Formaron la “multipartidaria”. Recomiendo la lectura de un artículo del politólogo Facundo Cruz, para Cenital, sobre “el rol de la mulpartidaria en la vuelta a la democracia”[ii].

La multipartidaria fue una gesta colectiva política, conformada por distintos partidos, pero principalmente por peronistas y radicales, que buscaron precisamente encontrar la salida a esa situación, mediante las coincidencias, en lo que sí estaban de acuerdo.

Crearon un proyecto alternativo a partir de las coincidencias y para eso se necesitó consenso, diálogo, y mucha política. Y hoy a 40 años de la vuelta a la democracia, con todas las dificultades podemos decir que, ese proyecto cumplió un rol más que importante en la vuelta a la democracia. La multipartidaria fue el triunfo de la política frente a la barbarie. El triunfo de los acuerdos, de los consensos y el diálogo frente a la violencia y el autoritarismo, que estaba sumida nuestra sociedad por aquellos años.

Otro hecho que rescato de la historia reciente, es la reforma constitucional del 94.Hoy estamos próximos a cumplir los 30 años de este hecho.  Pero previo a eso, otro suceso el “Pacto de Olivos”. El Pacto fue lo que posibilitó la reforma constitucional, pero sobre todo fue lo que también con errores, con vacancias y aciertos ha permitido una cierta estabilidad política democrática en nuestro país. Sobre este punto te recomiendo el podcast, “Generación del 94”[iii], ahí vas entender de qué te hablo.

Vas a poder comprobar como todos los convencionales constituyentes entrevistados para la realización de este podcast, todos coinciden y rescatan la posibilidad de diálogo y consenso. A pesar del desafío que implicaba de reformar una constitución. El desafío que representaba para la reciente y joven democracia argentina. De la pluralidad de voces. Porque como te mencioné había voces de diferentes espacios políticos, ideologías diferentes, voces que representaban a la iglesia, a los militares. Es decir, cada espacio o cada persona tenia intereses particulares diferentes, pero aun así primó el diálogo y consenso. Todos señalan eso, como el puntapié inicial, eso fue lo hizo posible la reforma constitucional del 94.

Este Pacto como así también la reforma constitucional, fue producto de la política, fue el triunfo también de los acuerdos, del consenso. Primero uno puede rescatar la vocación política de los dos líderes, Alfonsín y Menem. Ambos demostraron entender la política, entender que, de la única manera de lograr cosas, pero principalmente de lograr cosas con legitimidad, era a partir del diálogo, del acuerdo, del consenso. Eso fue el Pacto de Olivos, que luego dio lugar a la reforma.

Y la reforma constitucional del 94 fue producto y llegó a aprobarse precisamente por la legitimad que le dieron esos acuerdos, esos consensos, esos diálogos. En la cual la pluralidad de voces que había dentro de la convención reformadora. Es decir, los convencionales elegidos, pertenecían a distintos espacios políticos, provenían de diversas profesiones.

Ellos eran los encargados de debatir, dialogar, consensuar qué era lo mejor para nuestro pueblo, para la política. Ellos llevaron a cabo la reforma que hizo posible no sólo que se reformara la constitución, sino que se lograra con un alto valor de legitimidad, por la posibilidad de la pluralidad de voces.

Hay que recordar que, había 305 convencionales constituyentes, que convivieron por tres meses en Santa Fé. Los cuales provenían de diferentes espacios políticos, ideológicos, con intereses, también distintos. No es un dato menor este.

Pero el punto el punto de partida fue primero, partir desde lo que estaban todos medianamente de acuerdo, para luego pasar a las diferencias y poder encontrar a través del diálogo la salida.

Por lo tanto, para ir cerrando esta idea y sin caer en utopías, siento que la salida es por acá, desde lo colectivo. Por el lado de la política, por el lado de los valores democráticos, por el lado del diálogo, de los acuerdos, del consenso. Sólo por acá podremos construir algo distinto.

Por qué no volver a intentarlo, tan mal no nos fue, llevamos 40 años de democracia, con falencias sí, pero sin la violencia previa de esos años oscuros y recurrentes en nuestra historia política. Logramos una reforma constitucional legítima, con pluralidad de voces, la que nos rige hasta hoy, con errores sí, pero con muchos aciertos.

Por qué no volver a creer que, desde lo colectivo, desde la política podemos encontrar una salida democrática a nuestro país. Yo tengo fe y esperanza en nuestro pueblo, en la política, en la democracia y ¿vos?

¡Vamos! intentemos arrancar por las coincidencias y después vemos.

[i] https://zubancordoba.com/

[ii] https://cenital.com/la-multipartidaria-y-su-rol-en-la-vuelta-a-la-democracia/

[iii] https://open.spotify.com/show/257dDhCYUwgQ0trcojXyZv?si=fb6f9e01b6364e82

Un poco tomando la idea del título de la novela “Lo que el viento se llevó”, es la sensación que creo nos dejó a muchos la maratónica sesión de diputados que empezó este pasado martes 29 de abril y culminó ayer 30 de abril del corriente año. En la cual se trató el proyecto de Ley Bases presentada por el Poder Ejecutivo.

A casi 100 días de la administración Milei, el presidente no ha hecho más que demostrar su poco apego a la institucionalidad. Su rechazo explícito a las instituciones democráticas.

Esto fue visible desde su asunción, cuando en su primer discurso como presidente habló de espaldas al Congreso. Luego no ha hecho más que denostar al Congreso, llamándolo “nido de ratas”, insultar a los legisladores sean del espacio que sean, cuando estos lo contradicen o no le aprueban o cuestionan sus iniciativas. También ha denostado el federalismo, lo cual ha quedado visible en su pelea con los gobernadores.

Sobre los dichos del Estado, del cual él es presidente y no sólo que se postuló para ser presidente de ese Estado, lo llama “organización criminal”. En referencia a la democracia, ha repetido hasta el cansancio que los problemas para Argentina empezaron desde la Ley Sáenz Peña, inicio de la democratización en el país. Señalando de manera clara y explícita que, el problema es la democracia.

En referencia a los políticos, desde su campaña y actualmente se refiere a ellos, como “casta” de manera despectiva. Casta que él mismo ha incluido en su gestión para puestos estratégicos, como Caputo, Ministro de Economía, Sturzenegger, que no es funcionario, pero es el ideólogo de su Ley Bases, su DNU y de la mayoría de sus iniciativas, a Guillermo Francos, como Ministro del Interior, a Patricia Bullrich, como Ministra de Seguridad.

Es decir, todos han sido parte de gobiernos anteriores, unos vienen desde el menemismo, otros del macrismo. Aclarando que en un momento llamó a Macri, como el peor presidente de la historia argentina, y después terminó aliado, con una alianza en continúa tensión, pero aliados al fin.

Ni hablar de las cosas que se dijeron con Patricia Bullrich, hoy ella muestra una total fidelidad y lealtad hacia él y sus políticas, después de haber dicho que, “las ideas de Milei, eran peligrosas”.

En fin, un presidente que reniega de los políticos, de la democracia, de sus instituciones, del Estado y de todo lo público. Que a su vez reivindica a Alberdi y a la Constitución, de una manera extraña. Porque nuestra Constitución declara ser que, es “republicana, representativa y federal”, es decir, promueve la división de poderes, el respeto a las instituciones democráticas y declara ser federal. Es decir, dota a las provincias que conforman el Estado Nacional, de autonomía política, algo que claramente él, se niega a reconocer.

Lo hemos podido ver a lo largo de estos casi 100 días de gestión, en las distintas disputas que ha tenido con algunos gobernadores, tratándolos de traidores cuando no apoyan sus iniciativas, amenazándolos de diversas maneras, quitándoles arbitrariamente recursos que eran destinados por ley a las provincias.

Este es mapa de los 100 días de gestión de este presidente indomable, sin logros económicos, porque la pobreza está en clara avanzada, sin escalas y la economía de las clases medias está cada vez peor.

Un presidente preocupado por la macroeconomía, pero que se olvida que, si la microeconomía no funciona, el lograr tener valores macro positivos no le garantiza a su pueblo y principalmente a sus votantes que estarán mejor, que disminuirá la pobreza y las desigualdades. No le garantiza tampoco que vamos camino a ser un país productivo y esto último menos, porque ni siquiera tiene o ha presentado un plan productivo.

Lo único hasta el momento visible y que ha resultado fiel a sus promesas de campaña, es el ajuste. Un ajuste que no hace más que repetir que lo paga la casta, que la gente se creyó que era la casta política, porque fue su promesa de campaña y lo menciona en sus discursos. Pero que, ya ahora es un hecho fáctico que la casta no eran los políticos, sino que éramos todos nosotros. Si, también sus votantes, a los que llama argentinos de bien, porque el resto somos los argentinos del mal, pero resulta ser que a ellos también les llega el brutal ajuste.

Lo cierto es que hoy a la política argentina se le presentan tres posibles escenarios, dadas las características de este presidente y teniendo presente lo detallado más arriba.

Primero hay que tener en cuenta que, este presidente indomable, que aparenta ser muy fuerte, que lanza sus gruñidos y garrazos de león por las redes sociales o en las “entrevistas” que le hacen sus amigos periodistas, si se pueden llamar entrevistas. Porque vemos que no se le cuestiona nada, solo habla él. Pero lo cierto es que no es más que un presidente débil, un presidente en minoría. Recordemos que, de hecho, gana en segunda vuelta.

Los países presidencialistas que tienen sistema de segunda vuelta, debido a que poseen un sistema de partidos atomizado, es decir, muchos partidos, donde ninguno de los candidatos logra llegar al 50 % en primera vuelta y por eso van a segunda vuelta (ballotage). Pero es acá cuando se les presentan dos inconvenientes, a estos presidentes. El primero que ganan con mayorías fabricadas o artificiales, como se las llama en la Ciencia Política. Debido a que estas mayorías, son el producto de una necesidad de reforzar la legitimidad de los presidentes. Entonces los votos se conforman de una dinámica negativa “gana el menos peor”.

El segundo inconveniente, y gran problema para estos presidentes electos con sistema de segunda vuelta, es que la primera vuelta coincide con la de diputados y/o senadores. El problema está en que estos presidentes que aparentan ser fuertes, tienen, por un lado, votos que no son totalmente suyos y por el otro, conviven con congresos igual de legítimos, elegidos también por el voto popular, pero que estos, no controlan.

Aquí empieza el nudo de este gran problema, esta legitimidad dividida genera tres posibles escenarios para el presiente. Uno puede ser de, “acuerdo”, en el cual el presiente construye alianzas con la oposición. El segundo puede ser de, parálisis, se pelea con el Congreso y no logra que le aprueben sus iniciativas o el tercero, que incite a que termine produciéndose una situación de, inestabilidad, al optar por el enfrentamiento sin más con el Congreso, corriendo el riesgo de ser destituido por este.

En el caso argentino, hoy podemos pensar que estos tres escenarios podrían ser una posibilidad latente, principalmente los dos primeros. Me refiero a que, si el presidente en clara minoría en ambas cámaras, como lo es Milei, no opta en el corto plazo por el diálogo con la oposición, sino teje consensos con los gobernadores y que estos a su vez puedan mediante estos consensos, consensuar con sus legisladores nacionales que representan a sus provincias, a fin de lograr mediante el diálogo y el consenso un acuerdo con el presidente. Para lograr que sus iniciativas se aprueben, siempre teniendo en cuenta la necesidad del debate de estas iniciativas, dentro de los márgenes y con las herramientas democráticas. Sino la otra posibilidad es que, decida confrontar directamente con la oposición.

Por lo tanto, puede ser que, de acuerdo a las opciones que elija, nos encontremos frente al primer escenario, el acuerdo o frente al segundo escenario, la parálisis. El tercero dependerá mucho de cuál de los dos escenarios previos prevalezca.

Como dice un colega, hasta el momento, esta es una noticia en desarrollo. Veremos si este león indomable termina siendo un león domado por las instituciones democráticas

 

 

 

Hace unos días redacté una nota sobre cómo, desde nuestro lugar de ciudadanos, estamos alimentando a este monstruo a lo que algunos lo llaman de extrema derecha, derecha radical, libertario, o cualquier otro nombre que se le quiera dar. Este monstruo está devorando nuestros consensos democráticos, nuestras instituciones democráticas, y todos aquellos debates que parecían haber sido resueltos y acordados. Habíamos sellado todo esto con la frase en la que todos resonábamos: "Nunca Más". Nunca más listas para señalar a quienes piensan diferente, nunca más promover la violencia desde arriba o desde abajo, nunca más silenciar el disenso.

Sin embargo, lamentablemente, hoy nos encontramos nuevamente debatiendo estos temas, y lo peor es que esta vez viene desde nuestro presidente y su círculo más cercano. La mayor responsabilidad recae en él, ya que debería representar la cordura y ser un guía para la sociedad, pero se ha convertido en el principal incitador y promotor de mensajes cargados de odio y violencia, tanto verbal como simbólica.

Ante esta situación, no podemos permitirnos ser tibios ni quedarnos al margen, especialmente aquellos de nosotros que tenemos una responsabilidad social, como en mi caso como cientista política y defensora de los valores democráticos. Cada uno de nosotros, sin importar nuestro papel en la sociedad, debe alzar la voz frente a estos abusos.

Los abusos tienen nombre y apellido, como las listas de diputados y gobernadores que el presidente expuso en sus redes sociales, y que muchos medios de comunicación, con muy poca integridad democrática, se encargaron de difundir. En estas listas señala a aquellos que no votaron a favor de ciertos artículos de su "ley ómnibus", tratándolos de traidores y con una imagen de Terminator, exponía sus nombres como identificándolos. Lo que vimos la película sabemos que de esta forma el personaje identificaba a sus enemigos para exterminarlos.

Ahora, se suma el ataque a la cantante argentina Lali Espósito. Llamo a esto un ataque porque la forma en que el presidente se pronuncia en su contra y las palabras que utiliza para referirse a ella, por un lado, rozan lo infantil cuando afirma "ella empezó", pero también generan miedo debido a la incitación a la violencia que esto puede provocar.

En estas semanas hemos podido presenciar, como gestionó su enojo hacia los gobernadores que según él lo traicionaron, quitándoles a las provincias ciertos subsidios y fondos. El presidente parece olvidar que quien realmente pierde es el pueblo. Descarga su enojo sobre cada uno de nosotros con aumentos, la eliminación de subsidios y fondos, mediante el incumplimiento de los pactos y leyes propios de nuestro federalismo, sin ponerlos en debate, sin consensuar con las partes. Olvidándose que la política es el medio para gestionar el consenso, el conflicto.

Y no solo eso, estamos presenciando un claro avasallamiento sobre la división de poderes, nuestro sistema federal y nuestro tejido social. No podemos quedarnos callados ante esto; no podemos permitirlo.

Desde la política, las y los políticos, tanto del poder legislativo como del judicial y cada uno de los gobernadores, deben defender nuestra democracia y nuestra Constitución. No pueden simplemente esperar a ver qué sucede, como algunos han sugerido. La violencia y el odio están aumentando cada vez más, y lo peor es que provienen principalmente de aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir nuestro país y cuidar a su pueblo.

Por lo tanto, no podemos quedarnos inmóviles ante estas injusticias. Cada uno de nosotros, desde nuestro rol en la sociedad, debe luchar por nuestra democracia, rechazar los mensajes de odio y las noticias falsas, informarnos, defender nuestro Estado de derecho y fortalecer nuestra convivencia democrática. Desde los diferentes ámbitos donde se ejerce la política, debemos fortalecer nuestras instituciones, demostrar resiliencia democrática y propiciar el diálogo constructivo y la escucha asertiva.

Si cada uno de nosotros se compromete con estas acciones, podemos ayudar significativamente a fortalecer y mejorar nuestra democracia. No permitamos que nuestro tejido social se desmorone por completo; no dejemos que la anomia social se imponga.

Desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, en el año 2017, con su personalidad tan desmesurada al igual que sus acciones, se podría decir que, en esa época de democracias consolidadas y en especial de la sólida democracia de los Estados Unidos, empezó a emerger un pequeño monstruo.

El intendente Maximiliano Frontera, quien también desempeña el rol de Presidente del Consejo Departamental Pedernera del PJ,  realizó declaraciones al medio https://apuntesdesanluis.com/ el 28 de enero del corriente año. Planteó la necesidad de realizar “internas abiertas a padrón general”, con la intención de promover una democratización al interior del partido Justicialista, de reorganizar el partido, pero para ello propone una amplia amnistia, previa a la realizacion de elección de autoridades.

Si la incertidumbre era algo habitual en la vida política, económica y social de los argentinos, hoy esto se combina con improvisación. Improvisación desde arriba principalmente desde nuestro presidente.

Esto quedó claro este viernes después de la conferencia del Ministro de economía Luis Caputo, que después de haber promulgado el DNU 70/2023, el 20 de diciembre a diez días de haber asumido, donde el Poder Ejecutivo pretende modificar o derogar un centenar de leyes y luego el 27 de diciembre, envía al congreso una “Ley ómnibus”, es decir un proyecto con muchas leyes, denominado “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, la cual trata de una gran reforma en distintas materias de la administración pública.

Este proyecto enviado por el Presidente al Congreso contaba con 664 artículos (más anexos) y refiere a temas muy diversos como la emergencia económica; la reorganización administrativa; seguridad y defensa; justica interior, ambiente, turismo y deporte; capital humano; salud pública; e infraestructura y servicios. Además, de ratificar el DNU.

Bueno, como veras, así arrancó el nuevo gobierno, en un país que claramente democrático, republicano y federal, con división de poderes, con un Poder Legislativo, en donde el espacio por el cual es elegido el presidente no cuenta con mayoría en las cámaras, con escaso poder territorial, la mayoría de los gobernadores no pertenecen a su espacio, comulgan algunas ideas, pero no todas.

A esto le sumamos que, tanto en campaña como una vez asumido el presidente Javier Milei, había sostenido que no iba a negociar con la casta, que no era más con los mismo de siempre, que el ajuste lo iba a pagar la casta.

Lo cierto es que el primer indicio de que iba a negociar con la denostada casta, lo da él mismo, inmediatamente de haber resultado ganador, mediante su abrazo con Bullrich (luego la nombraría Ministra de Seguridad) y Macri, a lo que le siguieron los gobernadores del espacio de Macri y Bullrich, luego pudimos observar como fue armando su equipo de trabajo con viejas figuras políticas que datan desde los gobiernos de Menem, De La Rúa, Macri, y algunos “peronistas” oportunistas.

Como veras una vez asumido, un gobierno débil, sin estructura partidaria, ni territorial, se enfrentó con la realidad de la política, y que para hacer política en un país con las características que te mencionaba más arriba, división de poderes y federal, no le quedaba más remedio que negociar con la casta a regañadientes, pero por una cuestión de pragmatismo, para otorgarse gobernabilidad, que no es un dato menor, no tenía muchas opciones.

Lo que también es cierto que una vez emitido el megadecreto y enviado al Congreso la Ley ómnibus, las cosas no le fueron fáciles al presidente, y no le fueron fáciles precisamente por esa intransigencia, tal vez por tratarse de un outsider, por desconocer ciertas cuestiones de la real politik, o porque también sus ideales libertarios lo hacen sentirse un “ser superior”, como da entender, y como lo vimos y escuchamos en el discurso de Davos.

Lo vimos y vemos que mientras en el Congreso, con los más afines a él y su equipo tratan de negociar y acordar algunas cuestiones para poder llevar a cabo su agenda, por otro lado, el presidente principalmente, su ministro de economía, su canciller Diana Mondino, el procurador del Tesoro Rodolfo Barra, todo el tiempo más que construir dialogo, consenso, rompen, ni hablar de la controvertida figura de Sturzenegger que no es funcionario, pero es el ideólogo prácticamente de la agenda de gobierno.

Hemos pasado en este tiempo del contundente “no negociamos nada” a aceptar a regañadientes una reforma a su “ley ómnibus” por parte de los gobernadores dialoguistas de Juntos por el Cambio , a también terminar rompiendo con algunos de ellos por intransigencias, y viendo que los números no les daban para obtener la aprobación de la misma, ahora finalmente, como te mencione, el viernes el Ministro de Economía en conferencia a las 20 horas, dijo que retiran de la Ley Ómnibus, el capítulo fiscal, de Ganancias, Retenciones y Jubilaciones que eran donde tenían más resistencia, para ver si así pueden aprobar la ley ómnibus.

Pero la cosa no termina acá, a este manotazo de ahogado, del cual no estoy tan segura, y porqué digo esto, porque si bien es cierto que los números no le daban, aun en la famosa ley ómnibus quedan un montón de cuestiones muy controvertidas y las más controvertida es la de las “Facultades Delegadas”, qué pasa con eso, si la aprueban, ¿no hay posibilidades que mañana todo lo que sacaron para que se apruebe vuelva a estar?

Sumado a que a pesar de que desde el gobierno lo nieguen, el paro del 24E convocado por la CGT fue masivo, lo que también demuestra que ya no goza de la misma conformidad, si bien tenemos algunos datos, que el país se encuentra muy divido, con lo que se podría decir, estamos ante la presencia de un nuevo clivaje, una nueva grieta: mileistas/antimileista.

Ahora, qué pasa con esa polarización extrema, en una sociedad que no es tan sumisa, que está cansada, que viendo que el ajuste lo está pagando ella misma, no la casta, que al final están los mismos de siempre, qué pasa con un gobierno que dice que el problema es el Estado cuando sabemos que en Argentina con todas sus falencias, está presente, en la salud pública, en la educación, en la asistencia a los más desventajados de la sociedad, en un país de más 46 millones de argentinos, en un país federal con distintas realidades en cada provincia.

Qué hacemos sin Estado, te lo preguntaste, te preguntaste qué podría pasar si mañana te levantas y todo lo tenés que pagar, te preguntaste qué pasa si le das el poder a una persona de decidir todo y que, como va a contar con la legitimidad de que tener aprobación del Congreso de sus facultades, no vas a tener donde quejarte. Yo lo pensaría…

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