La Justicia de nuestro país está pasando por un momento de decadencia que nos hace al menos, preocupar. El Poder Judicial, parece, como sucedió a fines del Siglo XX con las instituciones políticas, estar viviendo un momento de crisis terminal.
Si concebimos la sociedad como un contrato o acuerdo para vivir en comunidad, debemos ver por lo tanto, en qué o en quienes dejamos reposar el “poder” de decidir por sobre los demás. En nuestro caso como país presidencialista, esta capacidad recae sobre el Presidente de la Nación. Por lo que entonces coincidimos que al momento de ceder el poder en algún sector o individuo la cuestión implica la concepción implícita de estar, al mismo tiempo, estableciendo reglas de juego claras y acatadas por la mayoría de la sociedad. Como una parte importantísima de este esquema, que la justicia funcione correctamente es el deseo de todos los ciudadanos de este país. Todos pretendemos que el principio de igualdad ante la ley sea al menos, respetado. En el marco de esta Justicia Show de estos días cada uno de los derechos que constantemente una sociedad debería buscar y consolidar, se convierten en meras declamaciones vacías y sin sentido.
Cómo debemos reaccionar cuando la justicia, un órgano central de poder gubernamental es una parte más de un proyecto político-económico sectorial que está perjudicando claramente a otro sector? Qué sucede cuando un gobierno desequilibra y rompe este contrato social entre las personas? Cuál es la salida para una población defraudada que ve diariamente el deterioro permanente de su nivel de vida en pos del enriquecimiento de los “otros”, valiéndose del gobierno y sus políticas públicas para beneficio propio?
Este gobierno busca erosionar el contrato social que mantiene el pueblo argentino unido. El mismo que consolidó a lo largo de 200 años de independencia, características culturales y sociales únicas. Frente a sectores que desde ese lejano comienzo como nación, pretendieron una patria chiquita, para pocos. La dirigencia argentina debe levantar la nariz de las miserias momentáneas y convencerse que este no un país chiquito para aquellos que como buenos hijos del neoliberalismo, creen en el individualismo y la autogestión.
Marcelo Garcia
La propia figurita santificada de CAMBIEMOS lo había dicho en campaña: “Cambiamos futuro por pasado”. Seguramente esta equivocación discursiva pudo haber sido la única verdad que salió de los labios de María Eugenia Vidal en todos estos años.
Tanto las actuales denuncias de fraude en la recaudación de las campañas electorales de este sector político, como así también la increíble cantidad de promesas que quedaron en la nada, nos llevan a recordar las oscuras épocas de fraude electoral de la Década Infame a comienzos de la década del ‘30. Momento de nuestra nación en el que la Oligarquía del campo pretendía imponer su idea de país mediante la sistemática implementación del fraude electoral y la represión militar. Les resulta conocido?.
El FMI , uno de los grandes causantes de las mayores desgracias del pueblo argentino vuelve a tener oficina en nuestro país. La titular del ente, Cristine Lagarde sirvió de estrella estelar a la última conferencia del ex TN Nicolás Dujovne, un Ministro de Economía cuyo único logro en su curriculum era tomar Whisky en un programa de TV. Otro retorno al pasado, pero sin Tato Bores los domingos, haciendo chistes al respecto.
En su último mensaje desde Campo de Mayo, Mauricio Macri nos coloca nuevamente en el pasado. La intención de volver a situar a las Fuerzas Armadas de la Nación en las calles, con autorización para actuar en cuestiones de seguridad interna, fue la esencia de los anuncios. Hace falta, después de 35 años de democracia explicar lo que esto significa?
Al apoyar su gestión en dos sectores del poder político, el sector agro-exportador y financiero ( que siempre en nuestra historia, han sido socios y cómplices) faltaba la consolidación de la tercera pata: el sector de poder encargado de mantener el “orden” en la sociedad. Ante la implementación de políticas neoliberales de achicamiento del estado, devaluación, destrucción de la Industria Argentina y caída del salario y aumento de la desocupación, las Fuerzas Armadas serían, en la estrategia macrista, las encargadas de asumir ese rol.
Fraude Electoral, sumado al regreso del Fondo Monetario en el manejo de las cuentas públicas y las Fuerzas Armadas en las calles parece más un viaje a un oscuro pasado, que una revolución de la alegría.
Marcelo Garcia
El plan era otro. Llegar hasta 2019 con financiamiento externo, volver a incentivar la obra pública, fomentar el crédito y permitir incluso que salarios y jubilaciones le ganen por algunos puntos a la inflación en el año de la reelección. Avanzar con el respaldo social de octubre, la indulgencia sistémica de los medios, el aval del poder económico y la colaboración del peronismo dialoguista para afianzar en lo económico lo que se insinuó en la política electoral, hace apenas seis meses. Pero los mercados arrastraron a Mauricio Macri a una devaluación del peso que supera el 30% desde noviembre y todavía no llegó al “punto de equilibrio” del que habló hace cuatro años Jorge Capitanich.
Pese al auxilio desinteresado del Fondo, la corrida promete escenas renovadas desde el lunes 14 de mayo, con énfasis en el supermartes 15/5 de las Lebacs y el comportamiento de los ahorristas inquietos. Detrás de la cotización del dólar, pesa el razonamiento de los especuladores que toleraron el atraso cambiario en 2017, en busca de un objetivo prioritario: la derrota de Cristina Kirchner. “El año pasado, te financiaron el desajuste y este año te pasaron la factura”, en palabras de Marina Dal Poggetto, la solicitada economista que finalmente fue vetada en el Banco Central.
El Presidente no podía anunciarlo en su mensaje al país. Con una deuda en vertiginoso crecimiento y un déficit comercial récord que Cambiemos barrió bajo la alfombra, el hada de la confianza apareció muerta y el gradualismo se fue a la B. Como en tiempos del radicalismo o el peronismo, el sistema financiero se hartó de la dudas de la clase política para avanzar con el ajuste y aceleró contra un elenco oficial que es pura afinidad.
El hada de la confianza apareció muerta y el gradualismo se fue a la B.
Los economistas que asesoran al gobierno reconocen que se perdieron dos años y que el proyecto largo de Cambiemos ingresa en zona de riesgo, con la devaluación vertiginosa, el traslado a precios y las penurias de las mayorías que viven de un ingreso en pesos.
Cuesta verlo en la carrera voraz por obtener ganancias inmediatas: el malentendido entre Macri y el Círculo Rojo hace peligrar el proyecto más ambicioso de las elites empresarias en la historia argentina. Por incapacidad para encarar la misión que le demandaban, por haberse creído autosuficientes o por haber descansado en la mano de seda de los mercados con un gobierno amigo. El equipo de Macri no había cumplido.
El malentendido entre Macri y el Círculo Rojo hace peligrar el proyecto más ambicioso de las elites empresarias en la historia argentina.
Ahora el Presidente se precipita por un pasillo angosto en el que pretende ajustar y mantener la gobernabilidad. Los tiempos se acortaron mal y el regreso de una alquimia peronista al poder -o de un nuevo que se vayan todos- dejó de ser un chiste. La devaluación brusca no sólo es un reclamo del Fondo, los mercados y los sojeros que prefieren esperar a que las retenciones sigan bajando para liquidar la cosecha. También es la medida inevitable que el peronismo colaboracionista estaba esperando en silencio, desde hace tiempo. La forma de licuar salarios y beneficiar a los exportadores para arrancar un ciclo más de recuperación.
A cargo de una formidable depreciación del peso en 2002, en tierra del PJ no quieren nuevos mártires como Jorge Remes Lenicov, el economista que se inmoló en el interregno de Duhalde. Pero no son pocos los que siguen pensando que el tipo de cambio alto es la única salida para una Argentina que tiene poco para exportar y sólo puede fomentar el consumo interno. Ver a Macri ejecutar esa medida riesgosa, por segunda vez en su mandato y a costa de su pellejo, es un favor inestimable. Como dice por estas horas, uno de los armadores del peronismo no kirchnerista que suele dialogar con el gobierno: “Si el enemigo se equivoca, no lo moleste”. Napoleón adaptado a la turbulencia argentina.
Los hechos de la semana pasada nos pusieron a todos a pensar. Algunos en los créditos, otros en el sueldo, otros en las tarifas otros (los menos) en los buenos dividendos que consiguieron con los vaivenes económicos recientes.
Un país con 35 años de democracia, debería reflexionar de otra manera. De la Dictadura hacia acá, sabemos bien que la grieta entre el pueblo y la oligarquía siempre existió. Con características propias y diferenciadas respecto a, por citar alguna, la oligarquía de fines del Siglo 19. Supongamos también que los intereses de unos y otros son genuinos. Ahora bien.
Entiende la sociedad argentina del peligro que significa para el conjunto poner a esa oligarquía egoísta al frente de los destinos de la patria?
Efectivamente en algunas cosas son muchos más efectivos que las organizaciones populares, los partidos políticos y los demás actores del todo social. No se preocupan por la historia, los sentimientos, las ideologías. Son un equipo bien articulado de comerciantes dispuestos a hacer negocios. Entre bueyes no hay cornadas.
Natalio Botana, politólogo argentino en las antípodas de mi pensamiento, da esta definición inicial de qué es la oligarquía. Realmente podemos dejarla del lado al momento de categorizar al actual gobierno argentino?.
“Hay oligarquía cuando un pequeño número de actores se apropia de los resortes fundamentales del poder y además está localizado en una posición privilegiada en la escala de la estratificación social.”
Por eso el título del artículo, la grieta existe y la debemos profundizar. Entre los que somos pueblo, los que queremos un país hermanado, pacificado y solidario que quiere y respeta al otro, al vecino, al compatriota. No un país sumergido en la pobreza y el individualismo de una oligarquía adicta a la especulación financiera.
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