Hace unos días conversaba con una compañera militante del movimiento feminista de Villa Mercedes. Me contaba cómo, desde su punto de vista, la iniciativa que había tenido la colectiva villamercedina hace años se perdió notablemente. En contrapartida, la –inicialmente- apática capital provincial hoy se muestra más organizada, más contundente, con mayor representación y protagonismo.
La lucha por la legalidad del cannabis medicinal, una vez más, evidenció que hay un mundo humano, sensible, comprometido, dispuesto a defender el buen vivir en medio de la mercantilización de la vida.
“Si algo caracteriza a la sociedad capitalista es que los productos del trabajo toman las formas de mercancía, esto quiere decir, nuestro trabajo tiene un precio, nosotros mismos tenemos una etiqueta que dice cuánto valemos”, dice Mercedes D´Alessandro en su libro Economía Feminista.
Vemos el desconcierto generalizado que existe en nuestra provincia frente a la polarización política, ya sea por la inseguridad en decidirse por algunas de las posiciones antagónicas, o por la inmovilidad y abulia que genera la ausencia de una expectativa esperanzadora. Sería lo único que podría aglutinar a la ciudadanía tras una causa en común que nos haga sentir bien y partícipes de un nuevo camino.
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