46 años después - Un compromiso que permanece: Memoria-Verdad-Justicia - Los desafíos económicos, sociales y culturales
“Todavía cantamos, todavía pedimos
Todavía soñamos, todavía esperamos
A pesar de los golpes
Que asestó en nuestras vidas…”
Víctor Heredia
En efecto, la encrucijada en la que se encuentra la Humanidad frente a los intentos de perpetuar un orden social injusto e inaceptable, nos interpela, y la evocación de la dictadura sufrida por nuestro pueblo nos compromete al imprescindible reconocimiento a una generación diezmada, a la vez que nos señala que el proceso histórico continúa abierto en un marco general de disputa civilizatoria, no sólo económica, sino también cultural y ecológica en la que está en juego el porvenir de la humanidad.
La base material de aquél proceso político fue denunciada palmariamente en la Carta a la Junta Militar firmada por Rodolfo Walsh el 24 de marzo de 1977, a un año del golpe. En ese documento denuncia el genocidio histórico, desentrañando el sentido profundo de aquella experiencia trágica: “Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
Si uno de los objetivos de esa política fue desmantelar un modelo de desarrollo autónomo y soberano que contenía elementos valiosos de justicia social, el segundo se remitió a instalar una cosmovisión centrada en el individualismo extremo, la justificación de la desigualdad, la antipolítica, las más diversas relaciones de opresión y discriminación, y la fractura de todo lazo de solidaridad social. En suma, la negación conceptual de todo proyecto colectivo. El objetivo de fondo fue una reconfiguración antidemocrática y autoritaria para favorecer a los grandes grupos económicos, tanto locales como extranjeros, mediante el terror y el genocidio de 30.000 desaparecidos, a quienes recordamos y homenajeamos.
En Nuestra América han transcurrido dinámicas cambiantes tras el ciclo de golpes de los años setenta que expresaron momentos muy diferentes en la vida de nuestros Pueblos. En los años ochenta, las democracias frágiles estuvieron condicionadas por las herencias del terrorismo de Estado y las deudas externas, a la vez, atravesadas por las luchas de los Organismos de Derechos Humanos para que el Nunca Más sea un componente irrenunciable de un pacto social auténticamente democrático y renovado. En los noventa, se desplegó la expansión y profundización del neoliberalismo en la región para estallar a fines del milenio a través de inéditas expresiones democráticas y populares, que abrieron cauce a un nuevo ciclo regional.
La pandemia ha sido una nueva prueba para la Humanidad y para la región, que desnudó posiciones antagónicas. De un lado, las potencias hegemónicas y los grandes núcleos corporativos monopolizando vacunas en una conducta manifiestamente inhumana, a la vez que intensificaban las perspectivas ideológicas fundadas en la codicia, la discriminación, la violencia en diversas formas, inclusive recuperando nefastas expresiones de ultraderecha, claramente negadoras de todo principio democrático. Por el otro, en nuestro continente vuelven a expresarse electoralmente valiosas propuestas progresistas esperanzadoras, y la profundización de posiciones basadas en la solidaridad, la justicia, la igualdad y la participación.
La transición a la pospandemia nos plantea un tiempo histórico de grandes incertidumbres: una sociedad capitalista inficionada de injusticias, que reclaman y exigen reparación, muestra también su lado fecundo de fuerzas sociales y culturales dispuestas a la creación de un nuevo orden social fundado en la defensa de la vida y el respeto a la Naturaleza.
Nuestro cooperativismo, de inspiración transformadora, ha jugado a lo largo de más de seis décadas, un papel trascendente en la vida de nuestra Patria, en el que se vuelven a plantear, en nuevas condiciones históricas, dilemas y contradicciones similares a las de hace casi medio siglo. Por un lado, la de los apologistas del neoliberalismo con la reiteración de fórmulas y propuestas que han fracasado en todos los campos de la vida colectiva de los pueblos, excepto, tal vez, el de la subjetividad y la cultura, al lograr que sectores perjudicados por el actual estado de cosas acepten la perspectiva de sus victimarios. De allí que una vez más, nos sentimos interpelados para aportar a la batalla de ideas, proponiéndonos más que nunca la perspectiva de la solidaridad humana, la ayuda mutua y la defensa de la naturaleza.
Los cooperativistas del IMFC nos sentimos herederos de identidades culturales y políticas democráticas, que expresan a mayorías sociales, para quienes la vida, la igualdad y la diversidad cultural, deben ser los fundamentos de un orden nuevo, justo, libre y solidario.
La conmemoración del 24 de marzo, una vez más hunde sus raíces en el pasado, aunque guía la mirada hacia el porvenir. Aquellas vidas segadas, fueron amalgamándose a nuestra identidad como Pueblo, y nos constituyen como sociedad en un sentido colectivo. Aquellos sueños humanistas de cambio social alumbran otro futuro posible.
Este 24 de marzo de 2022 nuevamente será un momento trascendente para la reafirmación del camino recorrido, de los retos del presente y de las esperanzas en un futuro en el que prime la fraternidad y la solidaridad. Estamos convocados nuevamente, junto a las Madres, Abuelas y los organismos de Derechos Humanos, a las plazas a lo largo de toda la geografía del país, para sostener la memoria y seguir reclamando por verdad y justicia.
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos Coop. Ltda.
Buenos Aires, 22 de marzo de 2022.