Viernes, 22 Noviembre 2024

El papel de los salarios y del empleo esperables en la política económica

Publicado el Domingo, 10 Julio 2022 10:01 Escrito por Iván Ojeda

La clara intencionalidad política expresada públicamente por los grandes grupos de poder y sus representantes políticos y corporativos, especialmente del campo y la gran industria, así como de las multinacionales, presionando para una devaluación del peso, o lo que es lo mismo para devaluar el salario real de los trabajadores y el valor de la producción nacional, constituyen ya no una batalla por la puja distributiva del ingreso, que es deber del Estado regularla para que sea justa, sino una manifiesta intención desde los grupos de poder de acaparación de gran parte de esa riqueza que producen los trabajadores. Esto identifica cada vez más a los sectores que acumulan riqueza  por un lado, y a los que se empobrecen por el otro.

La voraz intervención de esos grandes grupos en el Mercado financiero, con la intención de subir el valor del dólar a partir de la expectativa de la cultura bimonetaria –o sea, promoviendo al dólar ilegal para que suban artificialmente los precios en la cadena distributiva y se devalúe el poder adquisitivo de la población-, en lo esencial no tiene otro objeto que presionar para que suba el dólar oficial, produciendo la depreciación del peso.

Ello beneficiaría a los especuladores monetarios, debido a que promovería el descontrol e independencia del Mercado Financiero, separado del aparato productivo; a los exportadores de granos -porque liquidarían el trigo, la soja y el maíz almacenados  esperando la suba de la divisa estadounidense-; a los industriales y multinacionales que realizan transferencias de divisas al exterior, inclusive con reservas del Banco Central, aumentando aún más la ganancia inesperada por la guerra y la pandemia; a los distribuidores de energía y combustible; a los que suben los costos de la obra pública que les encarga el Estado etc., todos con ganancias por partida doble, ya por el aumento del dólar, como por el brutal traslado de ese aumento a los insumos y a los precios de los bienes y servicios de consumo.

Esto afectará sin duda al salario, al empleo y también al consumo interno, que se reduciría notablemente porque la plata en una devaluación valdrá menos para comprar, afectando el costo de vida y a la existencia misma de las personas y sus familias. De la muerte, no se habla.

Una Economía en función de lo humano, sólo es posible sujetándola a la Política. Es decisión política del Estado. Hoy, producir, crecer y distribuir el ingreso en forma más equitativa en las actuales condiciones materiales objetivas de las relaciones sociales de producción en la Argentina inequívocamente es posible solamente a contramano de los Modelos ideológicos neoliberales y de la Economía Política Clásica.

Ir a contramano de esos Modelos hegemónicos significa cortar con el capitalismo salvaje y demostrar la viabilidad de una Política Económica que devele la hipócrita mentira de la “naturalización” de la Economía, sustentada por Teorías difundidas por economistas al servicio de los grupos de poder y del extranjero, por los Medios de Comunicación Monopólicos y por la enseñanza del Academicismo Económico Ortodoxo de muchas Universidades, generando una visión unilateral y a-crítica del pensamiento y opinión económicos.

La autosustentabilidad económica está ligada indisolublemente a la necesidad de la Independencia Económica como base de la Independencia Política real. Sin independencia económica, no habrá independencia política. En cuanto a las crisis económicas, en nuestro país se producen cuando no hay coordinación de las variables macroeconómicas desde el Estado, y se agudizan cada vez que el Sistema Financiero está separado de la Economía Real, cuando está ajeno a la producción, a los ingresos y al consumo, beneficiando a la especulación. Sin la coordinación de esas variables, sin el desarrollo de la capacidad productiva y una distribución equitativa de los ingresos que la acompañen, blindada, además, por una fuerte sindicalización que asegure la calidad del salario y del empleo, y dentro de un Plan Económico, no es posible hablar de que el Sistema Financiero esté al servicio de la Economía del país, siendo uno de los principales causantes de la inflación.

Es verdad, que hablar de un Modelo Económico que recupere la Independencia Económica significa cambiar el Paradigma de Acumulación tal como sostienen Economistas afines al Gobierno; pero además hay que tener en cuenta de que aquí no existe sólo una puja distributiva de los ingresos, sino una clara intención de Acaparación desde lo Grupos de Poder Económico; y es verdad también que aquél Paradigma no está dado sólo por los buenos precios de los productos de exportación como dicen los adherentes a los Modelos Económicos foráneos, ocultando que, por un lado, llevan al País a la dependencia de los precios de los mercados extranjeros, y por el otro, que ellos siguen dando más importancia a la rentabilidad agroexportadora por encima de una producción diversificada, industrial y de servicios, buscando la liberación total de las retenciones para no aportar absolutamente nada al país y presionando cualquier plan económico coordinado.

Indudablemente que un cambio del paradigma significa poner énfasis en la recomposición de la demanda social interna, del consumo interno -base de la producción-, de la generación de empleo, inversión y crecimiento del PBI, para lo cual el eje de la Política Económica tendría que estar basada en crear las condiciones para el aumento del salario real y la disminución del desempleo. Es la política esperable del Gobierno porque recuperaría la demanda interna.

Pero no hay que olvidar que las llamadas “economías de mercado” que en realidad son las de un mercado absolutamente libre, propuestas por el neoliberalismo, siempre están a favor de la flexibilización laboral, en contra de mejorar la condición salarial y social, y ni hablar del Salario Universal Básico, ya que en su concepción, el trabajo es un costo y su finalidad es la rentabilidad infinita.  Sin embargo, contrariamente a lo que sostienen, al mejorar los salarios se produce una modificación cualitativa en la relación salario-productividad, dado que el incremento de la  productividad no genera necesariamente un aumento salarial como tanto pregonan, sino un aumento de la plusvalía, por lo que se requiere de una política económica del Estado en donde se garantice, con una adecuada política fiscalizadora, que los salarios crezcan más que la productividad, en tanto el Estado combine crecimiento y calidad del empleo. Sin calidad del empleo no habrá productividad. De este modo, comenzaría también a recomponerse el trabajo en la distribución del ingreso.

El dinamismo del mercado laboral tiene un protagonismo decisivo, porque permite una mayor equidad distributiva, siempre que esté acompañada de la necesaria cobertura legal y social para el trabajador en todo su desarrollo etario, generando no sólo estabilidad económica para su sustento y seguridad social presentes, sino también estabilidad para el desarrollo en las capacidades, expectativas psicológicas, culturales y sociales que acompaña al hombre en toda su vida, razón por la cual hay que asegurarle condiciones dignas y una jubilación en donde los esfuerzos laborales retornen cuantitativa y cualitativamente al trabajador.

El alto nivel de empleo, su calidad, la evolución de los salarios reales y las políticas de transferencias redistributivas reducen la desigualdad del Ingreso. No se trata, como dicen los partidarios del neoliberalismo, de buscar el ajuste fiscal -que para ellos es reducir la acción social y previsional porque los consideran un gasto-, sino de un equilibrio fiscal basado en la producción, el consumo y la distribución justa del ingreso, que es totalmente distinto. No obstante, bajar la pobreza no necesariamente significa mayor igualdad y equidad, porque hay que ir reduciendo progresivamente esa diferencia de ingreso entre los más tienen y los que menos tienen -concretamente los más pobres- con más empleo formal por un lado, y una política tributaria justa para evitar la acumulación desmedida y el acaparamiento, de modo de ir promoviendo el crecimiento de la Economía y transformar paulatinamente los subsidios de supervivencia en trabajo sustentable.

         

 

 

 

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