Viernes, 22 Noviembre 2024

¡La bolsa o la vida! La economía que decide

Publicado el Lunes, 05 Junio 2023 13:14 Escrito por

La Economía no es la administración de recursos escasos frente a deseos ilimitados. Ése concepto ha sido acuñado por los que apropian, acumulan y acaparan riquezas sin límite. Se amparan en los supuestos del ahorro y el trabajo. (Que en realidad es avaricia y plusvalía, eso que produce el trabajador y no se le paga).

La Economía, ante todo, es la administración política -o sea la administración para y de la propia Comunidad- de todos los recursos que la sociedad moviliza o puede movilizar para el bienestar general. Es una herramienta de la Política, está al servicio de la Política, y sólo tiene sentido en tanto instrumento de la Política para el bien común. Por eso será siempre Economía Política.

“A medida que el avaro acumulaba más y más riquezas, su corazón se transformaba en metal. Un día dejó de respirar, no palpitó en él la vida, y nada quedó de valor para sus herederos; salvo un corazón de metal, hueco y lleno de inútiles afanes que remataron al mejor postor”.

Significa que la Economía no es aséptica, neutral, puramente técnica, a-histórica, matemática, como las pretendidas características de las Ciencias Exactas; sino que es una Ciencia Social, atravesada por un factor humano que es la libertad. Y las acciones humanas no se pueden medir en un laboratorio. Sólo se puede prever relativamente su comportamiento con probabilidades, dado que los actos humanos son imprevisibles. Por ello esta Ciencia también está atravesada por lo psicológico, ideológico e histórico, y se hace uso y abuso de esas características.

Muchas mentiras escuchamos en estos turbulentos y desconcertantes días eleccionarios. Como en un campo de batalla, entran en el juego lo político, lo económico, lo ideológico, la supervivencia y el Poder. Pero lo que realmente está en disputa es la Economía Política y el Poder. En otras palabras: quien manejará los recursos de la Comunidad y cómo los distribuirá.

La Economía siempre es Economía Política porque discute con el Poder Real. Y los que detentan el Poder Real, los Grupos Económicos, se manifiestan a través de Sectores Políticos, Judiciales y Mediáticos. El nudo crítico está en la producción y en la puja distributiva. En la producción, se discuten inversión, condiciones laborales y productividad. En la puja distributiva, salarios, precios y tarifas. Pero es en la Política donde se discuten los intereses de los sectores sociales que intervienen en dicha disputa.

Es un conflicto cuyo resultado genera gran justicia o gran injusticia, según primen los intereses de un sector u otro, del Capital o del Trabajo. Pero, como la sociedad está organizada a través del Estado, y éste representa la garantía del bien público, con un sistema de normas que rigen la convivencia social plasmadas en el Derecho, el responsable es el Gobierno con sus Políticas de Estado, una de las cuales es la Economía Política.

Si el Gobierno tiene la responsabilidad de garantizar la movilización de todos los recursos para el sustento y bienestar de la población, y esto no sucede, se debe a que los factores de la producción y de la distribución de los bienes y servicios se encuentran en grave crisis, sin perjuicio de que hay responsabilidades, porque las casualidades y los fenómenos por “generación espontánea” no existen.

La situación de la Economía Política en nuestro País no depende de los autodenominados “desequilibrios” del Mercado, según los “gurúes” o “economistas adivinadores” del establishment de la Economía Ortodoxa, Neoclásica y Neoliberal en esta fase del Capitalismo; economistas conocidos, porque ya han pasado por distintos gobiernos desastrosos y tienen nuevos retoños, que siguen hablando del mentiroso equilibrio de la Economía de Mercado o del Libre Mercado, donde todo estaría permitido, todo estaría desregulado pero que no dicen que solamente beneficiaría a los Grupos de Poder. La Economía de Libre Mercado es antagónica a la Economía Política.

Los Libres Mercados en una sociedad organizada, con ausencia del Estado no existen. Ni siquiera en los países súper capitalistas. Es el arbitrario lugar de los más fuertes. En todo caso el lugar de poder de la especulación. El Estado, para regular las relaciones entre el Capital y el Trabajo, no necesita depender de las especulaciones del Mercado sino todo lo contrario, fijar las reglas para que las relaciones al interior del mismo sean ecuánimes y no vayan a contramano del bienestar general.

Las crisis económicas que hemos tenido y hoy tenemos, suceden cuando no hay relación coherente entre la economía real y lo financiero, como bien afirma Marcó del Pont, o sea entre la política que se diseñe del régimen macroeconómico (monto total de la producción de bienes y servicios, de empleo, ingresos, recursos, balanza de pagos, tipos de cambio y precios entre otros) y un sistema financiero estable, porque solamente si la economía crece, si desarrolla su capacidad productiva y distribuye los ingresos equitativamente, lograría un sistema financiero estable. Lo financiero no puede ni debe, determinar la Politica Económica.

Recomponer el dinamismo de la demanda interna (inversión y consumo interno), solamente puede hacerse junto a un dinamismo laboral, con políticas que permitan gradualmente, por un lado, generar, expandir y consolidar la producción, y por el otro, lograr un salario real por encima de la productividad. Sin ambos dinamismos, es imposible la autosustentabilidad económica.

Esto que afirmamos es contrario a lo que pregonan los economistas al servicio de los Grupos de Poder, que dicen que hay que bajar salarios, sacar planes y beneficios sociales, achicar el Estado vendiendo Empresas Públicas, privatizar el Banco Central, desregular el comercio exterior, el mercado cambiario, dolarizar, ajustar las jubilaciones, etc., cuando en realidad si se promueve el incentivo productivo con el crédito y el control cambiario, y los salarios crecen por encima de la productividad, se produce una mejora en la distribución del ingreso y aumenta el consumo, y no al revés como ocurre ahora, donde crece la economía, pero con salarios precarizados. Un dinamismo laboral, en cambio, se promueve con ampliación de la cobertura de la seguridad social y de una mejora del sistema laboral con la sindicalización, para garantizar el trabajo formal y de calidad.

Es cierto que la deuda contraída con el FMI es impagable, por lo que hay que volver a una política de desendeudamiento del sector público. Esto implica implementar de nuevo el Fondo de Desendeudamiento Argentino, de acuerdo al aumento del PBI y el superávit fiscal primario.  Aunque la deuda sea ilegítima al no haber pasado por el Congreso y no proceder judicialmente con los responsables hasta tanto no haya una profunda reforma Constitucional. No se puede pagar si no se crece con superávit, salvo una medida drástica que solamente un acuerdo social y político podría lograr.

Lamentablemente hemos vuelvo a un balance externo deficitario, por las remesas del pago de la deuda externa, por las transferencias de beneficios de las empresas extranjeras al exterior, por los pagos en divisas que le piden al Banco Central esas empresas en lugar de solicitarlas a sus casas matrices, por el flujo de capitales externos interesados en nuestros recursos naturales y las subas de los precios internacionales, todas variables que generan presiones sobre el mercado cambiario, para lo cual necesitamos una intervención regulatoria sólida del Estado.

Esto se evita acumulando reservas, pero no de préstamos del exterior, sino de una cuenta corriente superavitaria, contando con activos líquidos, para absorber posibles impactos de crisis externas y recuperar la capacidad reguladora del Estado, con una política cambiaria a contracara de la propuestas de flexibilidad de algunos sectores, ya que los altos precios de los commodities, y la apreciación del cambio real, producen desindustrialización y reprimarización de la estructura productiva, en lugar de valor agregado. Como nosotros exportamos lo que comemos, los precios internacionales de los bienes primarios agropecuarios tienen efectos sobre los precios de la canasta familiar.

Una de las crisis que produce el mercado cambiario es la inflación, asegurando Zaiat que “No es un problema técnico sino político. En la inflación unos pierden y otros ganan. Siempre. No es verdad que todos pierden. Ésa es la excusa de los que ganan, como la Historia Oficial. En la inflación, ganan las empresas y los deudores, y solamente pierden los que tienen ingresos fijos, como los acreedores, los que viven de intereses, de rentas y los trabajadores”.

Por otra parte, hay que recordarles a los “solucionadores futuristas de la dolarización” que durante la dolarización menemista, a través de la Convertibilidad, se hacía valer cada dólar un peso porque existía la Caja de Cuasi Conversión, -donde se emitía dinero por cada dólar que entraba en lugar de emitir según la producción y crecimiento de la economía- y era una paridad ficticia, porque se emitía dinero a cambio de los dólares de la venta que se había hecho de las Empresas Públicas y de los fondos de los Jubilados que fueron a parar a las AFJP privadas entre otros fondos, y cuando se acabaron esas divisas, se comenzó a pedir préstamos al exterior para mantener la paridad, porque ya no había Empresas Públicas estratégicas ni para vender ni para producir, y la apertura al exterior terminó fundiendo a muchísimas empresas privadas locales, estallando indefectiblemente la convertibilidad en años inmediatamente posteriores al menemismo.

La flexibilidad cambiaria, el ajuste fiscal, el congelamiento de los salarios, de las jubilaciones y la política monetaria, son siempre propuestas por organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial y el BID, que terminan controlando a las Economías de los Países a los que les han dado préstamos, con sus recetas de apreciación cambiaria, aumento de las tasas de interés, y desregulación.

En resumen, se debería implementar inmediatamente una Politica de Desendeudamiento que implica no pagar si no hay crecimiento productivo real superavitario; y para esto, acumular reservas controlando los flujos de capital, un aumento de las retenciones agropecuarias e impuestos a las ganancias extraordinarias, dejar de succionar dinero de los bancos con los bonos de liquidación para controlar corridas bancarias, intervenir drásticamente el mercado financiero y el financiero ilegal, implementar un sistema crediticio de productividad a la industria y al pequeño y mediano productor con tasas de interés bajas, con estímulo a la inversión de producción local a partir de promociones impositivas perentorias en contraprestación de una mayor producción y trabajo registrado, y, de esta manera, al aumentar el empleo y los salarios reales, se incrementaría la oferta por necesidad de mayores niveles de inversión y actividad industrial.

“Ellos (los Economistas) predicen desastres donde no los hay. Niegan la posibilidad de eventos que después acontecen”. J. Kenneth Galbraith

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