Federico Schuster
Quien algo tenga que ver con el amplio campo de las ciencias sociales, no habrá de desconocer a Norberto Alayón. Más de una docena de libros y una vasta colección de artículos científicos han marcado a fuego los debates conceptuales y empíricos del Trabajo Social, con un impacto que trasciende a esta disciplina. Alayón es un destacado Profesor universitario, fue vicedecano en la Universidad de Buenos Aires y ejerció muchos años la profesión de trabajador social. Conoce la teoría y la práctica, el aula y la calle, ha recorrido el país y América Latina y ha sido capaz de componer ese múltiple conocimiento en una capacidad de reflexión crítica destacable.
Es así como sus últimos libros, sin sacarlo de su lugar de trabajador social y profesor universitario, lo muestran en una nueva y valiosa dimensión de intelectual crítico popular, interviniendo sobre el presente con una voz y una lengua específica, con fundamento científico y claridad notable.
Hace ya algunos años que recibo con entusiasmo los correos en los que Norberto envía a sus conocidos los aguafuertes críticos con los que ilumina el tiempo que vivimos. En estos tiempos tan difíciles, todos necesitamos análisis lúcidos que nos ayuden a entender lo que sucede y los escritos de Alayón forman parte, para mi gusto personal, del pequeño grupo de los imprescindibles.
Su prosa es diáfana, contundente y, sin embargo, resulta a la vez fina y profunda, plena de rigor intelectual. Alayón no recurre al subterfugio o al discurso velado; su decir es directo, franco, sin perder un ápice de solidez argumental. Es precisamente esa combinación (claridad y lógica argumental), según lo veo, la que hace de sus escritos políticos una obra singular y propia. No falta al texto una fina ironía, que siempre se agradece. Hay que situar la obra de ensayo político de Alayón en la mejor tradición de intelectuales populares argentinos y latinoamericanos (como Jauretche o Scalabrini Ortiz, para citar un par de ejemplos), aunque con dos especificidades. Por un lado, su trayectoria universitaria y científica le da a su lengua un fundamento particularmente riguroso. Por el otro, su mirada de trabajador social lo vincula con las dimensiones de intervención de su ejercicio profesional.
Este libro, en particular, al que hay que ubicar en una serie que incluye al menos a sus predecesores La Argentina populista y NO a la Argentina conservadora, reconstruye mes a mes (y a veces semana a semana) la vida cotidiana, la política y la sociedad en nuestro país desde la asunción de Mauricio Macri como presidente, que inauguró un nuevo ciclo de neoliberalismo en la Argentina. Con una mirada profundamente crítica, Alayón desmenuza en las pequeñas y en las grandes historias de este libro (de este gobierno) su sesgo reaccionario y antipopular y evita algunas caracterizaciones altisonantes con las que se pretende muchas veces definirlo in toto, tales como nueva derecha, neoliberalismo democrático o popular. Más bien, la naturaleza del macrismo se va construyendo en el libro como un rompecabezas, en el que pieza a pieza, texto a texto, se va mostrando en sus detalles y escorzos más propios. Al final del libro el lector alcanza una imagen más viva y nítida de esta formación política que la que se conquista en los intentos de caracterización global que, con mejor o peor suerte, pululan por allí.
El macrismo es tanto una novedad como algo ya remanido en la política argentina. Su mayor novedad reside en que por primera vez desde la ley Sáenz Peña, la clase propietaria del país asume el control del Estado sin asonadas militaresni intermediarios. Tampoco son los terratenientes tradicionales de la Argentina pastoril (aunque también éstos están incluidos en el gobierno). Se trata fundamentalmente de los empresarios que hicieron su fortuna (o la heredaron) exprimiendo la teta del Estado con la obra y los servicios públicos con más aquellos vinculados a la expoliación transnacional de la economía.Eso es una novedad, la gran burguesía, los que mueven a voluntad los mercados altamente concentrados del país en vínculo con los intereses de las mayores economías del planeta, gobiernan el país en forma directa. Y lo hacen, es cierto, con técnicas modernas, pero propias del mundo empresario; son técnicas de la alta gerencia y el márketing estratégico, tales como el socioanálisis, los focusgroups, los big data. A ellos le suman una cultura new age, de pretensión espiritual, tal como la presencia de gurúes orientales, cierta religiosidad posmoderna y un discurso vacío de contenido, pero eficaz. No se puede desconocer que todo el poder real de la Argentina apoya y acompaña a este gobierno: las grandes empresas y cámaras productivas, los grandes productores agropecuarios, industriales y de servicios, la derecha intelectual y, sobre todo, los grandes medios de comunicación concentrados. Al mismo tiempo, el Poder Judicial (conservador en buena parte de su conformación) se ha dispuesto a realizar las tareas sucias que el gobierno necesita. Se trata de una entente económica, social, política y cultural que viene conformándose de modo semejante en otros lares de la América Latina, siendo Brasil el caso ejemplar al que hay que mirar para entender el proceso general.
El modelo en ciernes es el de un (así llamado) desarrollo neoliberal, que propugna liberar las fuerzas del mercado para que ellas lideren y determinen el proceso de construcción de un entramado nacional. Este modelo se convierte en nuestros países muy rápidamente en un modelo de desarrollo dependiente, por la inmediata vinculación de los intereses de la gran burguesía local respecto de los de las corporaciones transnacionales. Es que resulta mucho menos gravoso y más sencillo atarse a tales intereses y apostar a un enriquecimiento rápido y fácil, sin asumir compromisos de productividad compleja, como lo que exige un desarrollo nacional sustentable y propicio para las mejores condiciones de vida de la mayoría de la población. Baja del piso salarial, reducción de derechos sociales y predominio de una economía que combina la exportación de productos primarios con bajo o nulo valor agregado con un desarrollo creciente de la renta financiera y especulativa, evasión de divisas y escaso compromiso con el futuro del país. Se trata de un modelo que lleva inexorablemente al desastre a los trabajadores y a la gran mayoría del pueblo y que requiere casi inevitablemente de la represión (el macrismo está mostrando muy claramente que no sólo no es una excepción de la regla, sino un arquetipo de la misma). Resulta muy notable cómo ha logrado justificarse racionalmente hasta aquí con la difusión de un sentido común profundamente conservador y reaccionario, basado en un individualismo extremo. Es ese sentido común el que nos invita a desafiar Alayón en este libro. Seguramente no alcanza para derrotarlo, pero es este sin duda el camino a seguir. Hay que hablar, hay que escribir, hay que analizar, hay que compartir, hay que salir de la naturalización del discurso dominante y enfrentarlo con rigor crítico y claridad conceptual y empírica.
Pero el macrismo es tan nuevo en sus formas y expresiones como viejo en su contenido. Es en definitiva una parte de la Argentina que existe desde el comienzo de la patria. Es que no hemos podido hasta aquí encauzar el país en un conjunto de principios comunes que garanticen la felicidad de las mayorías. Cuando se logró avanzar en ese sentido, con formaciones políticas que pretendieron sintetizar las diferencias de clases que configuran un horizonte nacional y popular, éstas mostraron en algún momento sus limitaciones, mientras las fuerzas sociales y económicas del poder real se recomponían y volvían a tomar las riendas políticas de la nación. Volvemos a vivir una etapa semejante. La política popular, con sus contradicciones y debilidades, sostuvo un desafío inédito en la expresión de un proyecto de mayorías, pero no pudo tomar el control social de la economía en forma plena y las grandes corporaciones lograron ellas sí hacerse de la política y alcanzar el gobierno, sintetizando todas las dimensiones del poder, una vez más con nuevos odres. Hará falta tiempo para que la política popular se recomponga, dando lugar también necesariamente a alguna formación novedosa, aunque lleve en su vientre la herencia de las grandes tradiciones y luchas del pueblo argentino.
No podemos, mientras tanto, imaginar milagros ni soluciones mágicas. Es necesario pensar, trabajar, militar, construir formas de acción común de los diversos y hoy fragmentados sectores de las mayorías sociales para dar lugar, cuando fuere posible, a una nueva oportunidad de construir una Argentina popular. Deberá ser por fin amplia e inclusiva y entender que su suerte dependerá de la capacidad de integrarse a una gran nación latinoamericana. Demasiado, sin duda, pero para ello tenemos la memoria de los intentos pasados que, con sus éxitos y derrotas, habrán de guiarnos en el camino, si tenemos la lucidez suficiente.
Mientras tanto, libros como este de Norberto Alayón resultan mojones imprescindibles para resistir el presente y construir el futuro, porque sólo con la comprensión y el análisis riguroso, tendremos herramientas apropiadas para pensar y actuar en lo que sigue, con tanta decisión como humildad.
Emprenda el camino que sigue, lector/a, no se arrepentirá.
Calle Angosta | Periódico Digital. Publicación digital con artículos de interés en diversas temáticas, con selección de textos, imágenes, audios y vídeos.