La dueña de los plásticos los había perdido mientras llevaba a un niño al establecimiento. Una de las implicadas, madre de un alumno de la misma escuela, encontró las tarjetas y, junto a otra mujer, decidió utilizarlas para hacer compras en varios comercios. Las transacciones quedaron registradas en videos de las cámaras de seguridad, lo que permitió su detención.

Las compras no fueron discretas: las mujeres gastaron hasta el límite de las tarjetas en diferentes comercios de la ciudad. Sin embargo, la aventura terminó pronto cuando la dueña de los plásticos denunció la desaparición de sus pertenencias. El fiscal instructor, José Olguín, y su equipo de investigación lograron rastrear a las responsables gracias a los movimientos de las tarjetas y las grabaciones de los negocios donde realizaron las compras.

A las detenidas se les dictó prisión domiciliaria, aunque esta medida podría levantarse si la damnificada acepta una propuesta de reparación integral por parte de las imputadas, quienes han ofrecido restituir el dinero gastado.

El fiscal Olguín subrayó la gravedad del delito, advirtiendo que usar tarjetas de crédito ajenas, ya sea encontradas o robadas, es un delito que puede conllevar penas de hasta seis años de cárcel. Además, hizo un llamado a la responsabilidad tanto de quienes encuentran tarjetas como de los comerciantes que, al no pedir documentos, facilitan este tipo de delitos.

Este caso es un recordatorio de que el uso indebido de tarjetas de crédito es un delito serio que puede tener consecuencias graves, no solo para las víctimas sino también para los responsables de las transacciones fraudulentas.