Desde mucho antes de la emergencia de Milei y sus ideas libertarias, la política Argentina venía mostrando claros síntomas de degradación.
El antepenúltimo grito colectivo fue el “Nunca Más” y el consenso democrático que vino de la mano de Alfonsín. Luego, el último grito colectivo fue el “Que se vayan todos” en el 2001, que fue la expresión colectiva de los “huérfanos de la política” como lo definió Carlos Torre. Los que cansados de la política, principalmente de los políticos. De la fiesta para unos pocos menemista, cansados del primer experimento aliancista en la Argentina que venía a terminar con la corrupción y que después terminó con un fatídico diciembre.
Sobre los muertos de esos días un helicóptero sobrevolando con una presidente que su única salida ante tanta barbarie y el pedido de “que se vayan todos” decidió su renuncia, luego de dejar un país en llamas. Pero a pesar de eso el pueblo estaba unido.
El menemismo no había logrado con su receta neoliberal romper los lazos sociales, todavía el pueblo tenía la fuerza y capacidad de organización. Los consensos democráticos del 83 todavía eran parte del credo democrático alfonsinista, de ese credo que el pueblo y Alfonsín habían acordado.
Que palabras tan lejanas y tan en desuso acuerdos y consensos…
Luego vendrían los años Kirchneristas, nuevos consensos, nuevos acuerdos. Serán largos años y por lo tanto el proyecto sufrirá los embates del tiempo, el desgaste, el creer que con otorgar y ampliar ciertos derechos era suficiente. Los derechos si no se pueden sustantivar dejan de ser importantes, dejan de tener sentido. Pero también y como siempre del otro lado, porque a pesar de estos consensos previos siempre los hubo, estarán los que no quieren que los derechos sean para todos, estarán los creen que unos pocos merecen pero no todos.
Entre aciertos y errores pasaran estos años y quizás el peor error es creer que nada termina, que todo es para siempre. Y en ese devenir la política argentina comenzará a mostrar síntomas más claros de decadencia, se empezaran a romper ciertos lazos colectivos.
Luego vendrá el macrismo con la renovación y promesa de cambio, que no será más que una nueva performance de políticas neoliberales. Pero que terminará como suelen terminar estos experimentos, fuga de capitales, de nuevo relaciones carnales con el FMI, fiesta para unos pocos.
Por supuesto esto también tiene su fin. Llegará de nuevo un Kirchnerismo desgastado, pero con ánimos de arreglar lo roto e intentará construir un frente de todos mediante una difícil alianza. Ganarán, pero vendrá la pandemia, la guerra en Ucrania, la peor sequía en años. La deuda contraída por el gobierno anterior con el FMI creciendo en intereses y en urgencias de pago.
Ese difícil frente se debilitará. Primero por todos los inconvenientes mencionados antes, segundo por un presidente que mostraba claros síntomas de debilidad, tercero por esa alianza compleja entre el Kirchnerismo con su vicepresidenta y el propio presidente que no pudieron armonizar la convivencia.
Mientras tanto entre pandemias, guerras, sequia, deudas y relaciones en tensión del gobierno, se estaba gestando un “Prometeo moderno”. Ese Frankenstein sería el resultado de esto, el resultado del encierro por la pandemia, el resultado de perdidas de trabajo, el resultado de aumento de la pobreza, de una deuda impagable con el FMI, de niños que se desescolarizaron por el encierro de la pandemia, de jóvenes rebeldes que se reunían en el ágora virtual y que pensaban una salida a esto. En fin, ese Prometeo moderno, contendrá partes de estas decepciones, de esta ira y enojo contenido y emergerá con toda la fuerza para destruir todo.
Será una mezcla de Frankenstein y el Minotauro de Creta, que vendrá desde debajo de los laberintos, desde adentro a romper todo, a destruir el Estado, los lazos colectivos. Que vendrá a poner en cuestionamiento los derechos adquiridos pero no para mejorarlos sino para quitarlos.
Hoy ese Prometeo moderno tiene nombre y apellido, es Javier Milei y sus ideas libertarias, anarco capitalistas, donde como es un monstruo hecho de partes no se sabe muy bien o con claridad que son sus ideas, lo que sí se sabe que viene por todo, que viene a terminar el trabajo que Menen, Macri no pudieron concluir. No solo eso este monstruo se sirve de varios lacayos que acompañaron a los anteriores.
Por supuesto muchos de ellos fueron funcionales a distintos espacios ideológicos y esa funcionalidad les permite hoy ser parte de este experimento.
Ayer en la sesión en Diputados de la Nación, por el veto presidencial a la Ley de Financiamiento universitario, pudimos observar la decadencia de nuestra clase política, como lo hemos ido viendo a lo largo de estos años, pero nunca como este año en los distintos debates en el Congreso. Diputados y Senadores elegidos por el voto popular, dando la espada a sus representados.
Diputados y Senadores pensando en sus intereses particulares, al igual que gobernadores de las provincias. Todos amparándose en que había que darle herramientas de gobernabilidad al presidente, como si darle gobernabilidad es decirle a todo que si, sin cuestionar. No solo es un presidente que los trata de ratas traidores, que los amenaza, que si le dicen a lago que no lo veta, que pretende gobernar por decreto, que pretende romper con el republicanismo argentino. Peor aún, el mayor apoyo lo recibe de quienes se decían que venían a defender la república, la democracia.
Pobre democracia, pobre república con estos defensores, con estos que se llenan la boca hablando de ella, mientras en su nombre reprimen a quien se oponga a los designios del presidente, donde quieren un país para unos pocos, educación y salud para unos pocos, libertad de expresión siempre y cuando digas lo quieren escuchar.
Hoy nuestra República, nuestras instituciones democráticas, la educación pública, la salud pública, nuestros consensos y pactos, esos que alguna vez juramos defender están en peligro.
Hoy los políticos y políticas de nuestro país parecen ser muy pocos los que están a la altura de la peligrosa situación en que se encuentra nuestro país, nuestra gente.
Hoy hay un puñado de jóvenes, de docentes, de personal no docente en pie de lucha defendiendo las universidades. Hay personal de la salud pública, defendiendo el derecho a la salud. Acompañémoslos, no los dejemos solos como hicimos con los nuestros jubilados.
Señores y señoras, diputados, senadores, gobernadores y toda persona vinculada con la cosa pública, demuestren que están a la altura de las circunstancias. Los que fueron elegidos por el voto popular defiendan ese voto que les dieron. Lo dejen que la decadencia de la política avance, en ustedes la gente depositó sus esperanzas en las urnas, no defrauden a su gente.
A la ciudadanía en general, no bajen brazos, no bajemos los brazos, quieren quitarnos las esperanzas de vivir en una sociedad más justa, no lo permitamos. No dejemos que la crueldad avance, no dejemos que estas la crueldad de políticas neoliberales nos deshumanice de tal forma que dejemos de creer en lo colectivo. Como dice la frase, “nadie se salva solo, las luchas son colectivas”.
Hay que desarmar las conciencias de la insensibilidad social. Más allá de la indiferencia, de que los problemas se ocupen otros, de ausencia de empatía social, individualismo o resignación a la imposibilidad de un cambio, nada es tan grave como la insensibilidad social. Es directamente ignorar al Otro.
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