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Excelencia

Publicado el Martes, 19 Septiembre 2017 17:00 Escrito por

A ustedes los hombres, los estoy llamando; dirijo mi voz a toda la humanidad. Ustedes los inexpertos, ¡adquieran prudencia!, ustedes los necios, ¡obtengan discernimiento!, escúchenme, que diré cosas importantes; mis labios hablarán lo correcto.

Mi boca expresará la verdad, pues mis labios detestan la mentira, las palabras de mi boca son todas justas; no hay en ellas maldad ni doblez, son claras para los entendidos, e irreprochables para los sabios.
Opten por mi instrucción, no por la plata;  por el conocimiento, no por el oro refinado.  Vale más la sabiduría que las piedras preciosas,  y con lo más deseable se le compara.

Convivo con la prudencia y poseo conocimiento y discreción. Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso. Míos son el consejo y el buen juicio; míos son el entendimiento y el poder.

Por mí reinan los reyes y promulgan leyes justas los gobernantes. Por mí gobiernan los príncipes y todos los nobles que rigen la tierra. A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer, conmigo están las riquezas, la honra, la prosperidad y los bienes duraderos, Mi fruto es mejor que el oro fino; mi cosecha sobrepasa a la plata refinada. Voy por el camino de la rectitud, por los senderos de la justicia, enriqueciendo a los que me aman y acrecentando sus tesoros.

El Señor me dio la vida como primicia de sus obras, fui establecida desde la eternidad, desde antes que existiera el mundo. No existían los grandes mares cuando yo nací; no había entonces manantiales de abundantes aguas. Nací antes que fueran formadas las colinas, antes que se cimentaran las montañas, antes que él creara la tierra y sus paisajes y el polvo primordial con que hizo el mundo. Cuando Dios cimentó la bóveda celeste y trazó el horizonte sobre las aguas, allí estaba yo presente.

Cuando estableció las nubes en los cielos y reforzó las fuentes del mar profundo; cuando señaló los límites del mar, para que las aguas obedecieran su mandato; cuando plantó los fundamentos de la tierra, allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de alegría, siempre disfrutaba de estar en su presencia;  me regocijaba en el mundo que él creó; ¡en el género humano me deleitaba! y ahora, escúchenme: dichosos los que van por mis caminos. Atiendan a mi instrucción, y sean sabios; no la descuiden.

Dichosos los que me escuchan y a mis puertas están atentos cada día, esperando a la entrada de mi casa. En verdad, quien me encuentra halla la vida y recibe el favor del Señor. Quien me rechaza se perjudica a sí mismo; quien me aborrece, ama la muerte».   He dicho Yo, La Sabiduría.

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