Jueves, 21 Noviembre 2024

Los Intocables

Publicado el Lunes, 29 Julio 2024 15:39 Escrito por

“En la lndia, los intocables o dalits, son los más pobres e indigentes; discriminados y abandonados en un sistema de castas a la que son aherrojados, naciendo y muriendo en esa condición”. En el mismo sentido, en nuestro País, “Intocables” son los jubilados, pensionados y ancianos. Es el sector más desprotegido de nuestra sociedad.

Al igual que en la India, en la Argentina los ancianos son abandonados, maltratados, saqueados, despreciados y no sólo por el Estado y los Gobiernos, sino también por las Instituciones de salud, del cuidado, y hasta de los propios hijos y familia. Y decimos aherrojados -arrojar alguien a una prisión encadenado- porque precisamente es ese gran dolor el infierno en donde están.

Nadie es más consciente de esa desvalorización de la vida y de las personas que aquellos que la sufren, mucho más con la pobreza, marginalidad y discriminación por su condición natural de vejez. Son los parias, a los que no se les reconoce ningún derecho, ningún mérito, ninguna voz y reclamo. Aunque sus derechos estén reconocidos legalmente. Y encima de esta terrible indiferencia por el hecho de no ser población activa, sufren la pérdida de sus bienes -cuando no total- y el saqueo de sus jubilaciones por parte de gobernantes y codiciosos.

Los jubilados y ancianos son el futuro natural de lo que todos llegaremos a ser, pero lamentablemente este presente de cómo están viviendo, de cómo son tratados, nos trae el futuro hoy, de cómo vamos a vivir y a sufrir absolutamente todos los que ingenuamente pretendemos ignorarlo, con la falsa creencia de que nunca llegará la jubilación, la ancianidad y la muerte. Es una moratoria sin un verdadero sentido y valor de la vida, una mentira que cierra los ojos a la situación de nuestros jubilados.

Desproteger al anciano, al jubilado, al adulto mayor, en su salud y cuidado, y en sus esperanzas de la merecida consideración y reconocimiento en la sociedad, y, además, robarle el derecho a percibir con justicia lo que le pertenece, cuando sus ingresos y beneficios tendrían que ser mayores a los del trabajador activo, vemos una postergación que constituye un crimen, y por lo tanto un delito. Que los gobiernos históricamente no sólo los hayan relegado, y lo sigan haciendo tomándolos como variable de ajuste, sino que también ahora los desprecien descarnadamente, esperen su muerte y les quiten beneficios y derechos para las necesidades básicas de una vida digna, constituye un flagrante delito.

No es justo que se estigmatice al jubilado y al anciano como un sujeto productivo. Eso es antinatural e inhumano. Tampoco el trabajador activo se lo puede configurar solo como un sujeto productivo. Son personas, y no descartables y cosificados engranajes del sistema productivo. Si el trabajo dignifica a las personas, porque les permite el despliegue de sus aptitudes, creatividad y capacidades, afecto y aporte de experiencia, entonces no se concibe que el jubilado y el anciano sean considerados una carga pesada y costosa, despersonalizando y destruyendo el regalo de sus vidas. Hay que terminar con la hipocresía de proclamar el cuidado de jubilados y ancianos y en los hechos sean tomados como un objeto y un número estadístico desechable, al que no se le respeta ni tiene en cuenta.

Ni pensar siquiera en la irresponsabilidad de negarles el cuidado, la atención, la delicadeza y el acompañamiento priorizando la economía, el trabajo, la supervivencia, la individual comodidad, cuando de niños tuvimos de ellos el amparo y el cuidado para existir, desarrollarnos y vivir.  

No es justo tampoco que por el hecho de diversas circunstancias -justificables o no- que a cierta edad las personas no se beneficien con el derecho jubilatorio; y menos aún jubilarlos con un ingreso indigno, mínimo, sin posibilidades de desenvolverse, de cuidar su salud mental, física, y de vivir. A cierta edad, haya habido o no, aportes, jubilarse es un derecho para todos. Somos personas, no instrumentos económicos y jamás un gasto público. El que piensa de otro modo, es un delincuente, delinque contra la vida.

Es real que no todos acceden a una buena jubilación. Y también que en ellas hay una gran desigualdad. Sobre todo, por las jubilaciones de privilegio de cargos políticos o del Poder judicial. Aunque éstas son poquísimas, la inmensa mayoría de los jubilados y pensionados en la Argentina perciben el ingreso mínimo fijado por el Estado, cuando todos los jubilados deberían tener un ingreso de por vida de privilegio. Un avance hacia esto, lo constituye el ochenta y dos por ciento móvil del trabajador activo en algunos rubros, y la permanente recomposición atendiendo a la inflación. Y sería un buen comienzo establecerlo universalmente, hasta llegar al óptimo requerido. Esto es un pensamiento distinto. Un concepto diferente de la Economía, del trabajo y del trabajador.

El Estado, y todos los gobiernos que acceden a su administración, son los máximos responsables del bienestar de población, y especialmente de los más vulnerables. Y son sus decisiones políticas las que deben garantizar la sanción y vigencia de leyes sustanciales inmutables, como las que hacen al respeto de la dignidad y humanidad de las personas. Estas leyes deben asegurar el ingreso económico básico y real, los bienes, la salud, recreación y bienestar de las personas de la tercera edad, cuidándolos y evitando todo daño y perjuicio, por parte del Estado, del Gobierno, de cualquier persona o familiares de los ancianos y jubilados.

Hay que terminar con el saqueo y disponibilidad a discreción de los fondos de las Cajas de Jubilaciones con fines políticos y especulativos, especialmente los de garantía sustentable, que aseguran a esos capitales, y que los Gobiernos vergonzosamente pretenden privatizarlos diluyéndolos en la especulación financiera, para enriquecer a unos a expensas del sudor ajeno trabajado.

“¿No está entre los ancianos el saber, y en los muchos años la inteligencia?”
 Job 12,12.

 En algunas localidades del interior -y según la política de algunas provincias- los adultos mayores gozan de algunos beneficios en transporte, excepción, moratoria o rebaja de impuestos, cursos, entretenimientos y atención en hospitales públicos y clínicas en convenio con Obras Sociales o con el Estado provincial, pero no sucede igualmente con la adquisición gratuita de todos los medicamentos, tratamientos de complejidad, acceso a créditos bancarios o comerciales, seguros, etc. En muchos casos, no disponer de dinero, Obra Social, trabajo y ayuda de los familiares, significa la muerte.

Esta reflexión no es una utopía. Tampoco un ideal. Es la realidad de lo que debe ser. Una vida auténticamente humana, personal y social, donde no se puede concebir ni tratar a las personas como objetos, como sujetos económicos productivos, con un tiempo de “vida útil”. ¿Útil para quién? ¿Para sí mismos? ¿Para la sociedad? ¿Para un grupo de codiciosos? El “intocable” interpela a esta sociedad hipócrita: “Yo soy lo que tú serás”.         

 

 

 

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