Miércoles, 08 Mayo 2024
Iván Ojeda

Iván Ojeda

Hay una crisis nacional y hay que verla como tal. La injusticia de la creciente desigualdad, salarios y jubilaciones carenciados, inflación desmedida, precios sin control y especulación financiera, son consecuencias de la avaricia desmedida de los que más tienen sobre los que apenas sobreviven; pero también de políticos que los avalan, que piensan en ellos mismos y son los gestores de la incredulidad en la Política. La mentira está en hacerle creer a la población que solamente los políticos son responsables, cuando en realidad, los políticos suelen ser lacayos, sirvientes, de los dueños de la riqueza de la argentina, que siempre han manejado a su antojo la economía del país.

Hace poco leí por la tele un “hashtag” o palabra clave, de un programa que decía: “Votar al verdugo”. Y otro sobre “Los Golpes de Estado del consenso”. Ambos conceptos son una realidad en argentina. Y responden nítidamente a la crisis de credibilidad de la Política, a la hegemonía de una ideología comunicacional, de las emociones, de los instintos y deseos desordenados… pero, sobre todo, a un puro presente que muchos viven sin pasado y sin futuro.

“La indiferencia, la resignación y el no involucramiento ¿también lo son? La utopía posible.”

Naturalizar algo, es considerar que viene de la Naturaleza. Que la Naturaleza lo origina, y no cabe más posibilidad que aceptarlo, siendo imposible cambiarlo. Como la muerte.

El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie. 

Me he preguntado por muchísimos años, y después de conocer y participar en algunos grupos políticos pequeños y grandes, por qué es tan difícil mantener y consolidar la unidad de las agrupaciones políticas. Ni que hablar de un conjunto, alianza o frente de organizaciones políticas. Porque lograr coincidencias en los objetivos políticos no es difícil, al contrario, es lo que atrae, convoca y aglutina.

Como antiguamente en la cueva primigenia, los hombres y mujeres tienen miedo a lo desconocido y suelen amedrentarse, buscando refugio. Pero luego salen a la intemperie a enfrentar el fuego y la tormenta. Por esta última actitud, que nos caracteriza como humanos, la esperanza en la Humanidad es una hierba que siempre crece.

La Economía no es la administración de recursos escasos frente a deseos ilimitados. Ése concepto ha sido acuñado por los que apropian, acumulan y acaparan riquezas sin límite. Se amparan en los supuestos del ahorro y el trabajo. (Que en realidad es avaricia y plusvalía, eso que produce el trabajador y no se le paga).

“Estoy muy solo y triste en este mundo abandonado /Tengo una    idea, es la de irme al lugar que yo más quiera” (José Alberto Iglesias ‘Tanguito’- Litto Nebbia).

Nuestro País, se asemeja a un Arca. Lleva toda clase de animales; buenos y malos, salvajes y domésticos. Porque es lógico, la lluvia cae en el campo de buenos y malos por igual. Desde la Independencia, navegamos por mares desconocidos para salvarnos de un eterno diluvio anunciado, cuyos latigazos son casi permanentes, a punto de ahogarnos en un mar embravecido, con esporádicos tiempos de bonanza donde la paloma de la paz y de la estabilidad regresa pocas veces, pero aún sin el ramito de olivo; esperanza de la tierra prometida. 

¿Aviso del límite para decidir por una sociedad justa y saludable? ¿o la tormenta de los jinetes del apocalipsis?

Cuando se llega al límite –de las fuerzas, de las esperanzas, de los afanes, del dolor, la enfermedad, de la incertidumbre, de los miedos…- uno se encuentra en el borde del precipicio; del abismo o de la muerte. Un solo paso… y al vacío.

Recuerdo una vez, leyendo la autobiografía de Gandhi, que él confesaba que, al ejercer como abogado en Pretoria, Sudáfrica, solía ser –contrariamente a lo que uno supone- bastante irascible. Y al defender a un cliente de los abusos de un funcionario gubernamental, muy evidentes, éste fue condenado a cinco años de suspensión como empleado del gobierno; con la condición de que, si regresaba a la administración pública, debía contar con el permiso de Gandhi.

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