Sábado, 23 Noviembre 2024

El peronismo micro

Publicado el Sábado, 08 Octubre 2022 10:31 Escrito por Enrique M. Martínez - Instituto para la Producción Popular

Hace 70 años, al interior del peronismo, las discusiones sobre los objetivos políticos y sociales del Movimiento prácticamente no existían. Había coincidencia generalizada en entender que se buscaba lo mejor para los que más lo necesitaban y en definitiva se analizaba el enorme menú de acciones que se desplegaba.

Hasta que llegó el año 1952. La penuria climática de aquel año se agregó a lo insinuado el año anterior y las cosechas fueron tan magras que ni siquiera se pudo garantizar el pan blanco en cada mesa popular, reemplazado por el pan integral, que rendía más.

A eso se agregó la evidencia que no se generaban suficientes divisas por exportación para continuar financiando el crecimiento industrial, lo cual no tenía solución ni por el financiamiento externo, dada la hostilidad norteamericana e inglesa, con bloqueos de divisas que luego fueron reemplazados por bloqueos de suministros, como por caso los necesarios para construir Somisa, con años de postergaciones.

Apareció entonces la picardía política de Juan Perón, al presentar al Congreso una ley para otorgar concesiones petroleras, que fue debatida por la bancada propia y rechazada, pero sirvió para mostrar buena letra ante el poder económico del norte.

En consecuencia, se inició lo que al presente se ha naturalizado: la diferencia posible entre el manejo macroeconómico y el manejo de la producción y el consumo cotidianos. En realidad, se ha invertido por completo el orden de las prioridades. En aquel entonces, los planes quinquenales eran largas listas de obras a realizar y metas esperadas de producción y consumo. Si hubiera hoy tales planes, proyectarían deuda externa, inflación, pobreza, desocupación y otros parámetros agregados y mostrarían supuestas relaciones entre la política monetaria y fiscal y el cumplimiento de esas metas.

La explicación está clara para todos.

La economía mundial, y la argentina con ella, se han concentrado de manera brutal y en esa cúspide del poder se instalan intereses que no producen cemento o harina o bulones, sino que ganan dinero manipulando dinero. La hegemonía financiera se preocupa por prestar, cobrar sus acreencias o aumentar la rentabilidad de sus acciones o bonos y eso se traslada como supuesto problema compartible al conjunto de la sociedad.

Los gobiernos se suman con docilidad o por torpeza. Lo concreto es que los problemas que causa la hegemonía financiera absorben su atención. Como, además, esas cuestiones se encaran a la medida de las necesidades de esos sectores, los efectos colaterales sobre el resto de la población son considerados inevitables y la atenuación de sus efectos tiende a ser el único flanco de la gestión en que la mayoría de los compatriotas puede percibir que los gobiernos se ocupan de ella. Bien digo: “se ocupan”, no quiere decir que se eliminen las dificultades.

Esta secuencia claramente nos aleja de las metas que el peronismo explícitamente construyó como su razón de ser.

La pregunta que tal vez no nos estamos formulando y es necesaria resulta: Si la macroeconomía se ordena según los dictados de las finanzas y sus aliados, ¿es posible construir escenarios en que las necesidades objetivas y subjetivas de una comunidad sea aquello que se atienda con prioridad?

De otra manera, más simple: ¿Es posible vivir con justicia social, mientras los gobiernos nacionales son escenario de pujas con financistas, monopolios, corporaciones multinacionales, ladrones de todo calibre? En el límite, ¿es posible que eso suceda aunque ganen los “malos”?

¿Qué sería vivir con justicia social?

Vivir en una comunidad donde el valor superior, aunque no sea asumido por todos los miembros, es la atención de las necesidades básicas de todos y cada uno. En correspondencia con eso, los emprendimientos de producción de bienes o servicios encarados en forma individual, colectiva o por el Estado, son crecientemente apreciados en función del cumplimiento de tal meta, poniendo al lucro en segundo plano.

Para poder ordenar un posible escenario optimista, me animo a anotar una condición de borde imprescindible: Hay que contar con algún espacio de gobierno que comparta la meta. Si no hay una gestión que administre los espacios de cooperación o conflicto de la sociedad, es imposible imaginar resultados efectivos. Cuando señalo un espacio de gobierno, digo alguna de las 24 gobernaciones argentinas o alguna de las más de 2000 intendencias del país.

En realidad, la afirmación anterior se queda corta. No es cuestión de “compartir la meta” solamente, debe contarse con capacidad de conducir a la comunidad detrás de lo aspirado.
Sea. ¿Y entonces?

Se deberá tratar en tal caso de inducir las mutaciones necesarias en el sistema productivo y de servicios vigente en esa comunidad, para cumplir con los siguientes principios básicos de una organización socialmente justa:

  1.  Acceso a la tierra en la medida necesaria, para todos aquellos que quieran producir.
  2.  Acceso a la tecnología de producción de bienes y servicios requeridos por las necesidades básicas comunitarias (NBC)
  3.  Derecho a formular proyectos vinculados con NBC y contar con un ámbito para evaluarlos y orientar los recursos para su concreción.
  4.  Los bienes y servicios componentes de las NBC deben producirse en cadenas de valor que partan de factores de producción como la tierra en su condición más primaria y al agregarle valor, impidan que algún eslabón se adueñe de valor generado por otro, ni someta a los demás a su vocación de apropiación abusiva de renta.

Estos cuatro conceptos de referencia alcanzan para orientar los proyectos que servirán a la comunidad y la manera de implementarlos. No bastan para llevarlos a cabo, pero si para algo fundamental que la hegemonía del poder financiero ha distorsionado hasta la exasperación: para saber qué queremos hacer.

Las cuatro ideas, respetadas como mentoras, llevan a contar con planes para mejorar la calidad de vida de la comunidad que las utilizó y las aplicó a su entorno.

HACER

Obviamente, luego se debe ir del dicho al hecho. Con una ventaja de inicio que es un plan de mejora comunitaria.

¿Cómo imaginamos que funciona? En realidad: ¿Cómo debería funcionar?

  • . Para cada proyecto, caracterizar con detalle la naturaleza adecuada del emprendimiento (público, mixto, privado, cooperativo) y la dotación de factores necesaria: Tierra, tecnología, cantidad y tipo de trabajo, capital.
  • . Identificar con precisión cuál es la disponibilidad local de cada uno de los factores, junto con las condiciones necesarias para contar con ellos. Esta tarea, obviamente, deja en claro a la vez qué y cuánto falta.
  • . Analizar en profundidad si algún cambio en el escenario local puede aportar recursos que estén faltando. Por ejemplo: Modificar la tasa de mantenimiento de caminos rurales, puede aportar fondos específicos y por un tiempo acotado. Adaptar la currícula de un centro de formación profesional, puede asegurar contar con trabajadores especializados. Y así siguiendo.
  • . Solo luego de cumplidas las instancias anteriores, comenzar a transitar el camino de articulación con el resto de los niveles ejecutivos de Gobierno y con eventuales sectores empresarios sumables, para contar con el menú completo de recursos necesarios.

Respetar la secuencia esbozada deberá construir inexorablemente la rutina virtuosa de imaginar y concretar las mejoras desde la propia comunidad, rompiendo paulatinamente con una construcción política y social que se ha derivado de la degradación del capitalismo como sistema creador de oportunidades.

En la modalidad actual, los funcionarios provinciales o municipales concentran su experticia en reclamar recursos a los gobiernos centrales para concretar a veces meras ideas cuya factibilidad no ha sido analizada; lo cual deriva en la búsqueda de inversores que las lleven adelante; inversores cuya cualidad distintiva se espera surja de una billetera colmada, más que de un saber específico, con lo cual la fantasía del tío rico americano domina cualquier escenario, de un modo penoso y hasta ridículo.

EL PERONISMO MICRO

El movimiento popular en Argentina - y en buena parte de Latinoamérica y el mundo - se ha visto jaqueado por la concentración económica global, en especial por la hegemonía de las finanzas, con la presencia de fracciones con propósitos exclusivos de rapiña, altamente destructivos, como los fondos buitres y no solo ellos, también los grandes fondos de inversión en cualquier cosa que genere dinero.

Los aliados locales de ese verdadero canibalismo financiero han logrado hasta llegar a gobernar por elecciones democráticas y cuando muestran su verdadera capacidad de destrucción y pierden su continuidad institucional, dejan todo tipo de condicionamientos para que sea cada vez más difícil gobernar buscando mejorar la calidad de vida de las mayorías.

Los escenarios nacionales se hacen así más y más complejos, generalizándose la dolorosa sensación de que las conducciones políticas no tienen más remedio que adaptarse mansamente a la lógica de los dueños del poder.

Sin embargo, todo ese proceso no puede ignorar un hecho básico: La unidad mínima de vida sobre la Tierra no es una Nación ni una parte de ella, es el individuo.

Cualquiera sea el contexto, cada persona puede establecer metas personales que se asocien a una satisfacción aceptable en el tránsito por su tiempo biológico. La relación entre querer y poder depende de la capacidad de articular metas y esfuerzos con otras personas y además de contar con un ámbito básico en que dirimir dudas, conflictos, contradicciones. Este ámbito es a lo que llamamos Estado. Como sabemos y es obvio, tiene varios niveles, desde la cercanía municipal, hasta llegar a la dimensión planetaria, por encima de las fronteras nacionales.

Cuando los Estados nacionales pierden el foco del interés comunitario como prioridad - situación presente en todo el mundo - cada uno de nosotros tiene la posibilidad de repensar su vida y la de su entorno más cercano, encuadrada en el nivel del Estado al cual pueda acceder de manera concreta.

Sería lo que podríamos llamar Estado “de cercanía”. Recrear ese espacio es invertir la pirámide de poder que hoy decide sobre nuestras vidas o al menos, recorrer un camino que facilite tener capacidad de tomar decisiones propias. En realidad deberíamos llamar mejor “ decisiones comunitarias”.

En lo que antecede de este documento se ha demarcado la manera de avanzar en esos ámbitos hacia la justicia social.

No quiero reducir el horizonte agregando aquí ejemplos concretos de la posibilidad de mejorar la alimentación, la vestimenta, el hábitat, la comunicación, la energía, la cultura, todas las facetas de lo que llamamos NCB ( necesidades comunitarias básicas). Hemos escrito documentos parciales sobre casi todo lo mencionado, esos ejemplos en parte los hemos desarrollado y en todo momento podemos colaborar para profundizar su análisis, identificación de problemas y planteo de soluciones.

En esta ocasión aspiramos a extraer un mínimo conjunto de ideas fuerza, que es lo que hemos señalado más arriba.

Con una mezcla de melancolía, resignación y bronca, pero también con esperanza, hemos llamado a este planteo Peronismo Micro, para entender que está fuera del alcance de los ciudadanos de a pie tener influencia importante en la Macro y que además la dirigencia política está enredada en la red que arman las finanzas globales, apoyadas en grandes medios de comunicación a su servicio y en el especial deterioro de fracciones de la población que se acostumbraron a no participar en política, a vivir dentro del marco conceptual de las mentiras organizadas, para finalmente respirar sin realmente vivir, como auténticos zombies.

Espero que estas pocas páginas sirvan para ayudar y ayudarnos a no caer en el inmovilismo. Sería nuestra peor opción.

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