Sin orden cualitativo ni intención de agotar las opciones, esta lista incluye muchos clásicos y otras tantas rarezas lanzadas en 1972, sin duda un año generoso en producciones musicales para la historia del rock. Una guía imperdible para hacer memoria, para chequear lo que ya se escuchó (¿Rolling Stones? ¿Zeppelin? ¿Stevie Wonder?) y para tomar nota y descubrir (¿Neu?, ¿Big Star?, ¿Sandy Denny?) lo que aún no se conoce, pero en todos los casos con resonancias en la música que suena hoy.
1. David Bowie The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars
Marc Bolan era un dios Pan que copulaba mediante la electricidad. Pero David Bowie, que aprendió mucho de Bolan, entendió que un marciano con guitarra era infinitamente más provocador. Ziggy, el rockero llegado de Marte en 1972, fue su doppelgänger. Bowie recurrió de algún modo al artilugio Sgt. Pepper en sentido inverso: si los Beatles se enmascararon en una obsoleta big band, Bowie brillaba con Ziggy como un holograma. Con las mejores canciones de su carrera, Ziggy convirtió a Bowie en mito. Y David, por las dudas, decidió archivar a este personaje apenas un año más tarde.
2. Aquelarre Aquelarre
Probablemente el mejor de los debuts que siguieron a la diáspora de Almendra. Emilio del Guercio y Rodolfo García, base rítmica del cuarteto, fundaron con Héctor Starc (guitarra) y Hugo González Neira (teclados) un grupo arraigado desde el nombre en el nuevo rock mundial, cuando la alusión a lo arcano era hip. Desde la apertura con “Canto”, la inusitada dinámica grupal y el timbre aterciopelado de del Guercio hicieron de Aquelarre el más serio aporte argentino al rock progresivo.
3. Kevin Ayers Whatevershebringswesing
Aunque hoy es un virtual desconocido, cuesta creer que a inicios de los setenta Kevin Ayers era la mayor promesa del under británico. Y habría sido un músico exitoso de no haber prevalecido su vida loca por las playas del Mediterráneo. Con su barítono adormilado en claret, Ayers flota en este disco de 1972 entre colores orquestales, plácidas guitarras, canciones para aterrorizar chicos y la ingrávida balada que titula el disco, el que mejor condensa sus dotes de trovador lisérgico.
4. Big Star Number 1 Record
El debut de Big Star es el disco más lindo de los 70. Así de simple. Para difundirlo, el sello Ardent les pagó viaje y estadía en Memphis a los mejores críticos de rock que, escuchando las melodías de Chris Bell y Alex Chilton (yendo en filigranas del rock suburbano a la delicadeza acústica de “Thirteen”), creyeron descubrir a los Beatles del sur profundo norteamericano. Pero la distribución falló, la gente no consiguió el disco y Big Star quedó relegado al anonimato hasta su redescubrimiento en los 80.
5. Black Sabbath Vol. 4
El cuarto álbum de Sabbath iba a titularse como su sexto tema, “Snowblind”, pero el sello grabador bajó el pulgar al detectar una alusión a la cocaína. Es que, si los combustibles del inicio fueron el alcohol y el humo dulce, en 1972 el polvo blanco se adueñó del grupo. El cambio de ánimo produjo un disco más lóbrego, con los primeros rebajes audibles en la balada “Changes” y tracks oscuros como “Under the Sun”, cuyo riff introductorio es la primera manifestación de doom metal.
6. Terry Callier What Color Is Love
Nacido al norte de Chicago, con luminarias del soul como Jerry Butler y Curtis Mayfield de vecinos, el inclasificable Terry Callier vivió a la caza de ese instante en que el inconsciente cruza el cerco policial. Y What Color Is Love fue su mayor epifanía. Los nueve minutos de “Dancing Girl” describen el alucinatorio viaje al encuentro de su musa, y piezas como “Ho Tsing Mee” muestran el magnífico balance entre estructuras folk, su murmullo scat y el espacio ilusorio del jazz.
7. Genesis Foxtrot
Se dice que “Supper’s Ready”, la suite que ocupa casi todo el lado b de Foxtrot, nació de una experiencia paranormal del cantante Peter Gabriel, quien creyó que su esposa estaba poseída por el diablo. ¿O serían drogas? Quién sabe. Sin embargo, el exorcismo resultó una vivencia surrealista, salpicada de folk, aires de psicodelia y momentos tan pythonescos como las alusiones a Winston Churchill, el número 666 y ¡una flor! Un clásico tan setentoso como “Stairway to Heaven”, pero mucho más inglés.
8. Can Ege Bamyasi
Gracias a su inclusión en el film policial Das Messer, el éxito del single “Spoon” posicionó a Can como primera potencia del krautrock, acaso el momento más prolífico y creativo del rock alemán. Con las regalías, el quinteto convirtió un cine en estudio y procedió a grabar su disco más engañosamente relajado. El ataque frontal de la batería en “Pitch” preludia la oscuridad rítmica del post-punk, y “Vitamin C”, con arreglos étnicos desgajando multiversos sonoros, parece el hit de un grupo intergaláctico aún hoy.
9. Caravan Waterloo Lily
Formados en Canterbury, la capital del anglicanismo, oyendo jazz, rock, folk y un coro de ángeles a sus espaldas, Caravan eran los únicos que podían reunir esos estilos y crear el soundtrack del té de la tarde. Entre el barítono de Richard Sinclair y el falsete de Pye Hastings, Waterloo Lily es un disco de texturas, tanto en canciones, improvisaciones o la minisuite “The Love in Your Eye”. Cumbre de un período en que la destreza musical y el rock no estaban reñidos.
10. Varios artistas The Harder They Come
Encabezada por Jimmy Cliff, esta banda sonora es, en realidad, un feroz sampler de música jamaiquina –entre el rocksteady y los inicios del reggae– destinado a capturar al público norteamericano. Aparte de tres originales de Cliff, se incluyen clásicos como “Johnny Too Bad” de The Slickers, “Draw Your Brakes” de Scotty y “Pressure Drop” de Toots & the Maytals, que versionaría The Clash. Poco después, el mundo se rendiría ante Rastaman Vibration, de Bob Marley.
11. Ornette Coleman Science Fiction
Siempre con Don Cherry y Charlie Haden siguiéndolo como a Jesucristo, el padre del free jazz da otra vuelta de tuerca en este disco. Por primera vez Ornette se abre a la electricidad y las palabras, instando a Haden a tocar contrabajo con wah-wah e incluyendo a la cantante Asha Puthli en dos oníricos tracks. El fantástico ensamble de narración y cacofonías en “Science Fiction” recrea su mítica grabación con los músicos de Jajouka que verá la luz en Dancing in Your Head, biblia del downtown jazz.
12. Color Humano Color Humano
Si Aquelarre aludía a un comité de brujas, Color Humano les hacía mayor justicia en la apertura de este disco, que suena como el bluesman Skip James tocando un huayno con las voces de Edelmiro Molinari y Gabriela en trance. David Lebón, aquí baterista, hace ecos en “Larga vida al sol”, una baguala en ácido. Y estalla el power trío en “Sílbame, oh cabeza”, donde Edelmiro tiene las manos de Hendrix y el balbuceo de Goyeneche. Disperso pero efectivo, Color Humano es un disco que amerita relecturas profundas.
13. Miles Davis On the Corner
Al revés de lo que ocurría con los músicos de funk, Miles tenía el beneplácito del público blanco, pero la juventud negra ni lo registraba. Para arreglar la cosa, en una sesión tuvo la estrambótica idea de imitar a James Brown. Y el resultado –un ritmo robótico que arroja instrumentos como serpientes encantadas– fue un Frankenstein que ahuyentó a medio mundo. Largamente ignorado, en los 90, se lo rehabilitó por su insoslayable influencia en géneros tecno tribales como el drum’n’bass.
14. Deep Purple Machine Head
Si hubiera una condición absoluta para definir un clásico, ¿cómo superar el disco que guarda bajo su manga el riff con el que los guitarristas aprendieron a gatear? Pero aparte de “Smoke on the Water”, Machine Head incluye la clínica de blues en “Lazy”, los meneos de hard-rock en la pasarela de “Maybe I’m a Leo”, y la velocidad inédita de “Highway Star”, que fue la escuela de rock de músicos como Joe Satriani y Steve Vai, con el solo barroco de Ritchie Blackmore incluido.
15. Sandy Denny Sandy
Más conocida por haber acompañado a Led Zeppelin, Sandy Denny fue, junto a Maddy Prior, la voz emblemática del folk-rock inglés. Tras su paso por Fairport Convention, banda institución de la escena, Denny inició un rumbo solista que acabó con su abrupta muerte en 1978 y tuvo la plenitud en este disco. De una melancolía otoñal que adoptarán Kate Bush y Mark Hollis, escúchenla sola al piano y algunas cuerdas en “The Lady”, cuando caen las primeras hojas secas.
16. Nick Drake Pink Moon
En el transcurso de dos noches cerradas, Nick Drake se presentó con su guitarra en un estudio londinense, grabó once canciones, añadió adornos de piano, y retornó inmutable a la oscuridad. A diferencia de sus previos discos, elevados por arreglos de cuerdas, aquí es un solitario hipnotizado por la luna, murmurando presagios para los atentos. Pink Moon es el álbum intimista por excelencia. Tres años después, Drake moría y nacía la leyenda.
17. Earth, Wind & Fire Last Days and Time
Antes de convertirse en la sensación disco de finales de los setenta, EW&F compartía la militancia Black Power de War y Sly Stone. Y este álbum es el nexo que saca lo mejor de ambos mundos. El canto de sirena de las sistahs Jessica Cleaves y Sherry Scott cataliza el funk ácido y las baladas como brisas de verano. “Power”, la pieza central, es un instrumental de ocho minutos con partes de kalimba, jazz-rock y rasgueos funk que Bowie tomó literalmente para su “Stay”.
18. Faust So Far
El segundo disco de Faust es la prueba irrefutable de que si te gustan las disonancias jamás tendrás un hit. Eso no lo entendieron los directivos de Polydor, que quedaron del moño con los collages instrumentales del disco debut y pidieron encarecidamente que, en adelante, estos alemanes se limitaran a hacer canciones. Pero no hubo caso. Irreverente, paródico, genial, el cancionero de So Far signó para Faust la despedida de Polydor, aunque los años evidenciarían la grandeza de esta banda.
19. Aretha Franklin Young, Gifted & Black
Tras el divorcio de su marido y manager Ted White, Aretha tuvo un bajón del que emergió con Live at Fillmore West, un álbum de góspel grabado en la iglesia de la contracultura en San Francisco. Y el renacer derivó en Young, Gifted & Black. Su foto en tapa, con atuendo africano y entre vitrales, refleja la renovada confianza de la Reina del Soul, que entrega una de sus más sólidas integraciones de spirituals y funk callejero.
20. Gentle Giant Octopus
Para quienes creen que el rock progresivo es sinónimo de largos solos, sepan que también había grupos como este sexteto inglés, capaz de ir del jazz-rock a un madrigal pasando por un dúo de flautas o una sección a capela… ¡en un mismo tema! Y lo que generaban era menos estupefacción que una sonrisa placentera. Octopus es el unánime favorito de los fans, con la delicada balada “Think of Me with Kindness” y un rompecabezas vocal, “Knots”, que haría palidecer a Queen.
21. Al Green I’m Still in Love with You
De la media docena de clásicos que Al Green sacó en los setenta, I’m Still in Love with You es el más contundente. La escudería de los hermanos Teenie (guitarra), Charles (órgano) y Leroy Hodges (bajo) es una naranja mecánica que hace levitar baladas, Green chilla más que un gato montés y la fusión de cuerdas con los Memphis Horns es ultraefectiva en “Look What You Done to Me” o el epónimo track protodisco, con el que John Travolta debió ensayar sus primeros pasos de baile.
22. Herbie Hancock Crossings
Mientras los músicos recorrían el mundo en busca de inspiración étnica, Herbie viajó con su sexteto al espacio y volvió con el primer clásico afrofuturista. En “Quasar”, un sintetizador crea vientos solares y al inicio de “Sleeping Giant” lacera a una orquesta de tambores africanos, antes de que el sexteto se lance a un mar lunar bosquejado en el piano eléctrico. Crossings irritó al establishment y Warner echó a Herbie, que no tardaría en darle un giro comercial a su fórmula con Headhunters.
23. The J.B.’s Food for Thought
Otro caso de virtud nacida de la “necesidad”. Tras una disputa por pagos, James Brown disolvió a su banda para grabar una serie de instrumentales con tres agrupaciones distintas. Y gracias a su disciplina marcial, el debut de los J.B.’s resultó tan bueno como sus clásicos funk. Las palmas se las lleva “The Grunt”, con llamado y respuesta de bronces al estilo afrobeat y un saxo enloquecido que Public Enemy samplearía para “Rebel Without a Pause”.
24. Fela Kuti & Africa 70 Shakara
El mismo año en que James Brown liberaba a sus J.B’s, Fela Kuti, el hijo pródigo de Nigeria, tenía sus primeros lanzamientos internacionales y el mundo descubría a un rival de peso para el Padrino del Soul en el mismo corazón africano. Con un tema por lado para acumular intensidad, Fela redefine su estrategia de mántrica repetición (“Lady”), acoplando ritmos como una picadora de carne (“Shakara”). Gente como Talking Heads tomará nota para hacer toda una carrera. Amanecer de un músico incendiario.
25. Matching Mole Matching Mole
El mellotron, un antepasado del sampler que el mundo conoció en “Strawberry Fields Forever”, fue ubicuo partícipe de los 70. Pero nadie lo usó como el inglés Robert Wyatt. Entre improvisaciones de rock progresivo, el ex Soft Machine sale del disco y menciona a los integrantes de su nuevo grupo en el proceso de gestar una canción de amor no correspondido. El ulular del mellotron y su voz infantil hacen el resto en “O Caroline”, la canción más conmovedora jamás hecha.
26. Joni Mitchell For the Roses
Para exorcizar el recuerdo de James Taylor y Laurel Canyon, Joni Mitchell construyó su Walden en un idílico bosque de la Columbia Británica con salida al mar. Allí, leyendo un ensayo sobre Beethoven e incrementando su ingesta de nicotina en ermitaños paseos, la canadiense adquirió su clásica voz áspera y registró las melodías más bucólicas de su discografía. El cénit es la majestuosa “Judgement of the Moon And Stars (Ludwig’s Tune)”, que el sordo de Bonn habría aprobado.
27. Curtis Mayfield Super Fly
Con el éxito de taquilla de Shaft, génesis del cine blaxploitation, Isaac Hayes inventó la banda sonora suburbana que dominará a las series policiales en los 70. Un año después, para la historia de un gueto controlado por un narco, Curtis Mayfield aportaba las canciones. Super Fly fue universalmente aclamado. La tensión de Curtis entre su frágil falsete y su dentada guitarra captó el nervio del gueto, y las masivas ventas del disco facilitaron su crossover al público blanco.
28. Mellow Candle Swaddling Songs
Comandado por la cantante y pianista Clodagh Simonds, este quinteto irlandés gestó este único disco, una sublime incursión folk en el interregno de la psicodelia y el progresivo. Pero no imaginen aquí suites ni complicaciones. Parodiando el título, las “canciones envueltas” de Mellow Candle hacen piruetas entre celestiales armonías y gancheros riffs, invocando a seres fantásticos y atmósferas crepusculares.
29. Smokey Robinson & the Miracles Flying High Together
A punto de asumir la vicepresidencia de Motown, Smokey, el compositor negro por excelencia de los 60, se despidió de su grupo con un disco compuesto por temas de otros. Lo cual habría sido un suicidio artístico, de no ser porque los Miracles, con casi 20 años de trajinar teatros, bares y fondas, estaban super afilados e hicieron propio el material ajeno. Smokey, por su parte, se carga el andamiaje orquestal como un Von Karajan del soul, vislumbrando su futuro solista.
30. Van Morrison Saint Dominic’s Preview
Bastó una noche de vigilia en St. Dominic’s Church y el éxtasis mirando al puerto de San Francisco para que Van the Man flasheara esta mini obra maestra, con su flujo de consciencia en clave folk y R&B al máximo esplendor. El clímax llega en dos cimas insuperables: “Listen to the Lion”, donde experimenta vocalizaciones hasta acabar en rugidos, y la meditativa “Almost Independence Day”, con un Moog que emula sus alucinaciones portuarias y un arpegio que tomará prestado Pink Floyd.
31. Neu! Neu!
Aparte de inventar el motorik (un beat parejo intercalado de silencios), el debut del dúo alemán jamás dejó de sonar contemporáneo. Klaus Dinger golpea parches con un metrónomo mientras Michael Rother echa colores como un Jackson Pollock de la guitarra, hasta culminar en “Negativland”, claramente la primera manifestación del post-punk. Y, tras el frenesí, el letárgico cierre con “Lieber Honig”, la canción más agónica del rock junto a “Long, Long, Long” de George Harrison.
32. Pappo’s Blues Volumen 2
En su segundo opus, Norberto Napolitano se convirtió en Pappo: un guitarrista riffero, autor de letras involuntariamente graciosas que solo él podía cantar. Por clásicos como “El tren de las 16” y “Blues de Santa Fe”, Volumen 2 lo colocó en el mapa del rock y es quizás su disco más importante. Pero la clave está en “Llegará la paz”, un heavy metal “pacifista”, introducido por un entusiasta ¡yupi yupi! donde Pappo encuentra su álgebra vocal: balbuceo a la Ozzy + amenaza pulenta.
33. Van Dyke Parks Discover America
Aquí alguien que primereó a Paul Simon y David Byrne en la world music, y nadie podrá decir que “usufructuó” los secretos del Tercer Mundo. Por el contrario, desplegando una erudición sin precedentes en el pop, Parks parodia preconceptos desde el título (la invitación a conocer un continente, no los EE.UU.), creando un paseo musical por el Caribe y su propia cultura, con humor y un gusto desligados del registro etnográfico. Soslayado pero esencial.
34. Annette Peacock I’m the One
Luego de introducir el Moog en el jazz, Annette sacaba uno de los discos más relevantes del 72. “No busques otra, soy la única”, declama su patentado vibrato entre chirridos de un androide con la batería gastada. Desafiante, Peacock usa canciones de rock electrónico como expresión y comentario de su sexualidad, integrando el sintetizador como una protectora bestia proteica. Bowie no la tuvo en Aladdin Sane, pero la imitó en Low. Y qué decir de Laurie Anderson.
35. Pescado Rabioso Desatormentándonos
Aunque Desatormentándonos es un boceto de lo que hará Pescado con su mezcla criolla de hard, psicodelia y surrealismo spinetteano, su frescura punk salva hasta los titubeantes tracks progresivos del lado 2. Spinetta se muestra exultante con su poderoso grupo en “Blues de Cris”, orejea el futuro en “El jardinero” y, junto a Bocón y Black Amaya, aprovecha el tono exploratorio en “Dulce 3 Nocturno”, una brumosa balada folk que habría volado el bigote de David Crosby.
36. Lou Reed Transformer
Lou caía en picada desde el cenit de Velvet Underground cuando Bowie lo rescató en una producción con glamour de época. Y Transformer resultó un éxito rotundo en donde las mejores canciones suenan como un VU aerodinámico. “Vicious” es “Sweet Jane” con rímel; “Perfect Day” es “Candy Says” rebajada con el ennui de Jacques Brel, y “Walk on the Wild Side” es la broma contracultural perfecta: un listado de las malas compañías de Lou que se oyó hasta en supermercados.
37. The Rolling Stones Exile On Main St.
Huyendo de la Afip inglesa, los Stones se escondieron en el sótano de una mansión al sur de Francia y encontraron esta obra maestra. Después, perdieron el mapa y se volvieron rolingas. Pero quedan las canciones; algunas, con nombres que evocan el infecto sótano (“Ventilator Blues”, “Turd on the Run”) donde llegó a funcionar un cuartel nazi. Gram Parsons los visitó para darles un shot country en “Sweet Virginia”. Y viviendo juntos, de tocar y tocar, salieron cosas como “Soul Survivor”.
38. Roxy Music Roxy Music
Bowie se hacía pasar por marciano, pero Roxy Music llegó sonando como una invasión extraterrestre. El debut de Bryan Ferry y compañía fue algo que nadie vio venir. Muchos ingleses recuerdan haber pensado “¿Qué carajo es esto?”, mientras oían en su Dansette los aullidos de Ferry y el ulular del sintetizador de Eno, acosando a los instrumentos como un ovni destartalado. Costó digerir el impacto avant-rock de Roxy Music, hasta que el punk y la new wave lo elevaron a disco de culto.
39. Todd Rundgren Something/ Anything?
Ya no había Beatles, pero estaba Todd. Tras el garaje de The Nazz, el hombre orquesta de Filadelfia tornó el estudio en un laboratorio donde sintetizó esta fórmula: estribillos Lennon McCartney + armonías Mr. Wilson + pasión de soulman. Y fue inmortal. Además, trabajando 24/7 desarrolló habilidades. Iba en minutos de guitar hero a baladista supremo, pasando por un himno power pop o la experimental “I Went to the Mirror”, ideal para una cita con Dale Cooper en la habitación roja.
40. Nina Simone Emergency Ward
Algo recurrente: escuchen lo que Nina Simone puede hacerle a un clásico como “My Sweet Lord” y olvidarán el original. Liberada frente a un escueto, pero ferviente auditorio, la indomable Nina estira la canción con un palo de amasar, alterando letra y música con un poema de The Last Poets y recursos del góspel. Del lado 2, Harrison vuelve a caer víctima del bolillero con “Isn’t It a Pity”, adobada al fuego lento del piano. Y nada más estremecedor que oír a Nina en el confesionario.
41. Steely Dan Can’t Buy A Thrill
En los primeros minutos de “Do It Again” notamos lo siguiente. Hay un ritmo latino, sí. Pero el cantante vocifera sobre un robo seguido de asesinato y vendetta, un órgano descuelga un motivo árabe y el groove se cierra como una cortina metálica. Acorde a un grupo bautizado con el dildo de Wiliam Burroughs, Steely Dan paseó a perdedores y parias en canciones de melodías pegadizas y arreglos sofisticados, que nunca sonaron tan pop como en este debut.
42. Sui Generis Vida
El disco que inventó los fogonazos. ¿Quién podía imaginar, años atrás, una ronda de plenilunio sin un modesto violero orejeando las tríadas de “Necesito”? Con un pie en Simon & Garfunkel y otro en el barro porteño, García y Mestre grabaron 33 minutos de angst adolescente que vendieron lo impensado y pusieron al rock nacional en el mapa. ¿La clave del éxito? “Pobreza voluntaria y gran poderío conceptual”, dijo Fabián Casas. El “una que sepamos todos” nació aquí.
43. Tangerine Dream Zeit
En 1972 ya había sintetizadores portables para que los rockeros diseñaran sonidos cósmicos, pero los alemanes de Tangerine Dream los usaron para cruzar la Vía Láctea. De estructura algo clásica, con sonidos colisionando como asteroides, Zeit carece de melodías al tiempo que es melancólico y siniestro. Así como el planeta de Alien seducía a la tripulación del Nostromo, Zeit pinta ecos cautivantes de un lugar en el que nadie querría vivir.
44. Richard Thompson Henry the Human Fly
La mayor guitarra eléctrica del folk inglés, Richard Thompson, creía que el apocalipsis llegaba en 1975 y su primer disco solista es un tutorial de humor negro amortiguado en grandes arreglos. Inconmovible, su barítono pasa revista al yugo de los oprimidos con una guadaña: el consuelo del alcohol (“Twisted”), el opio del espectáculo (“Painted Ladies”) o la parodia de una marcha fúnebre (“Mary & Joseph”) que no desentonaría en un disco de Stephin Merritt.
45. T. Rex The Slider
Cuando Marc Bolan grabó al sucesor de Electric Warrior en Château d’Hérouville, un castillo devenido estudio cerca de París, fue coronado rey del glam. Pero Macbeth andaba cerca. Igual, hasta aquí bien. Imposible resistirse a “Metal Guru”, una hipodérmica de serotonina que te desarma entre coros infantiles de Flo & Eddie. Un crítico dijo: “El místico encanto de Bolan desafía todo análisis”. Después, otro ex hippie (Bowie) robaba la corona y en el mismo castillo grabaría Low para reinar en las ligas sónicas.
46. Bill Withers Still Bill
Withers prácticamente pagó de su bolsillo la grabación de su disco debut, que incluyó el hit “Ain’t No Sunshine”. Pero sería el segundo LP el que se convirtiría en su indiscutible clásico. El título lo dice todo: “Pese al éxito soy el Bill de siempre”. El mensaje de hermandad de “Lean On Me” sonará en todas las radios y “Use Me” desnudaría su fórmula casi infalible: rasgueos folk más una ajustada base funk. Así, sin narcisismo ni bajada de línea, nacía el soulman de la clase trabajadora.
47. Stevie Wonder Music of my Mind
Marvin Gaye hizo What’s Going On y se convirtió en el primer artista de Motown con dominio total de su obra; que pase el que sigue. Y el que siguió fue Stevie Wonder, con su disco número 14, que resultó el primero de su período clásico con Malcolm Cecil y Robert Margouleff, dos ingenieros ingleses que tenían una sala llena de sintetizadores. Stevie tocaba y el dúo hacía el resto, generando un surrealista funk líquido, avant-garde. Era el amanecer de las máquinas en el pop.
48. Mott the Hoople All the Young Dudes
Liderados por el cantante y pianista Ian Hunter y el guitarrista (y ocasional vocalista) Mick Ralphs, Mott The Hoople era un quinteto inglés que mechaba desgarradoras baladas con combustible rock’n’roll. Estaban por separarse cuando David Bowie, fan de la primera hora, los convenció para sumarse al colectivo glam. La versión de “Sweet Jane”, de Lou Reed, el himno “All the Young Dudes”, que les regaló Bowie, y sobre todo “Ready For Love”, de Ralphs, quedan como testamento de su última gran grabación.
49. Yes Close to the Edge
Sí: uno de los grupos cancelados por el punk. Sin embargo, peguen donde peguen Close to the Edge se mantuvo intacto hasta hoy, blindado por su concepto de bloques musicales en discreto collage y pasajes como la surrealista apertura, donde un bosque galáctico diseñado por el ingeniero Eddy Offord es arrasado por un violento tsunami. No parece exagerado decir que, de haberse separado tras este disco, el quinteto inglés sería hoy una banda de culto.
50. Neil Young Harvest
Neil Young cierra su cuarteto inaugural con el disco que comercialmente selló su destino. Poniendo a los Crazy Horse en stand-by, el canadiense reunió a unos sesionistas de Nashville y registró unos himnos de country-rock que aún conservan la clorofila. Pero junto a las vitales “Old Man” y “Heart of Gold”, la clarividente “The Needle and the Damage Done” presagia dos muertes cercanas por sobredosis que lo enviarán por un túnel de oscuridad en los siguientes discos.