El flechazo a primera vista que la banda alemana Die Toten Hosen tuvo con el público y la cultura local hace 30 años en la discoteca Halley, memorable templo porteño del punk rock y el heavy metal en los `80 y ‘90, aún mantiene su hechizo, según pudo apreciarse la noche del viernes en el show que el grupo comandado por Campino ofreció en el Estadio Obras.
Precisamente con la excusa de celebrar las tres décadas de aquel primer desembarco, la gran embajadora del punk alemán en la Argentina puso en marcha la gira “Aprendiendo Argentino: Lección 30”, también titulada “Somos locales otra vez”, que tendrá una fecha más este sábado en el llamado “Templo del Rock” y el 28 de octubre pasará por primera vez por el Club Unión y Progreso de Tandil.
Y, por supuesto, que fue un absoluto festejo a la amistad entre la banda y el público, reflejado en innumerables gestos; pero además una gran ofrenda al lazo trabado entre el grupo y Pil Chalar, el indiscutible referente argentino y latinoamericano del punk, cuya memoria fue evocada en palabras y canciones en muchos pasajes del concierto.
Para ello, como no podía ser de otra manera, Die Toten Hosen se valió de su estirpe punk y puso en escena toda la liturgia asociada al género, a saber: música visceral, veloz, precisa, honesta; líricas que alzan la voz contra los discursos de odio; ironía; pogo y confraternidad.
En tal sentido, la banda alemana desplegó los grandes clásicos de su repertorio para crear una voz uniforme con sus entusiastas seguidores, homenajeó a Pil con versiones de grandes éxitos de Los Violadores y Pilsen, e hizo gala de una desbordante entrega.
Las cartas fueron echadas desde el principio cuando a las 21.30 el grupo ingresó al ascético escenario, que apenas tenía en el fondo una bandera alusiva a la gira, y su líder saludó con un afectuoso “¿Todo bien? Los extrañamos mucho” para luego romper el hielo con una simpática chicana: “Mis queridos amigos: nosotros somos Coldplay. Mi nombre es Chris Martin”.
“Alle sagen das”, “Auswärtsspiel”, “Altes Fieber” y los clásicos “Paradies” y “Bonnie & Clyde” se encargaron de demostrar que los alemanes bien lejos están de sus colegas británicos en cuanto a propuesta sonora y postura escénica; pues no hubo aquí melodías perfectas, sino furiosas rítmicas y aguerridos sonidos de guitarras. Que apenas habían transcurrido unos minutos de concierto cuando finalizó este primer bloque de temas da una pauta del vértigo desplegado.
Allí también pudo apreciarse en sutiles gestos el cariño mutuo entre el grupo y su público; de un lado, Campino apoyándose en el guitarrista Breiti para comunicarse en castellano; del otro, la gente coreando tonadas en alemán, un idioma con el que la mayoría no está familiarizado, ni siquiera por fonética. Sin embargo, no hubo canción del repertorio en la que el cantante se haya quedado solo en su tarea.
“Esta visita es muy distinta a todas las otras. Es la primera que nuestro amigo Pil no está”, lanzó Breiti, quien además recordó que era “un amigo muy leal”, a la hora de presentar “Más allá del bien y el mal”, el primero de los homenajes al pionero del género en la región.
“Mi castellano es horrible, los sigo a ustedes”, dijo por su parte Campino con un machete en mano, del mismo modo en que lo hizo en los otros pasajes dedicados a Pil, que fueron subiendo de tono con “Iván fue un comunista”, “Uno, dos, ultraviolento” y “Represión”.
Pero si esta gira se llama “Aprendiendo Argentino”, el mismo Campino podrá sentirse satisfecho luego de la increíble versión de “Ya no sos igual”, el clásico de 2 Minutos para el cual contó con Mosca Velázquez de invitado, en donde arremetió con un “sos buchón” pronunciado como si fuera un nativo del conurbano.
Al margen de todos los ingredientes, en el plano estrictamente musical, Die Toten Hosen se mostró intenso y ajustado desde el inicio, con los veloces pulsos del baterista Vom Ritchie y el bajista Andi; y el gran trabajo combinado de las guitarras de Breiti y Kuddel, quien sin desbordes fue soltando solos a cuentagotas a medida que avanzaba el concierto.
Con Campino como absoluto frontaman, también hubo espacio para algunos pasajes más cercanos al hard rock, como ocurrió con “Cocaine”; al harcore; o se estilizaron las bases de guitarras con contratiempos.
Había pasado una hora y veinte cuando se anunció el final con “Hier kommt Alex”, pero todavía quedaban varios bises que se iban a prolongar por unos 40 minutos más.
Con camiseta argentina, pasaron otros clásicos de marcado corte político como “Viva la Revolution”, cantado íntegramente en castellano; o “canciones para emborracharse” como las llamó Campino, a las que definió como una “especialidad” de la banda.
En esta visita a la Argentina, el líder también estará presentando el lanzamiento en nuestro idioma de su libro “Hope Street: Como una vez me convertí en campeón inglés”, en el que narra el seguimiento que hizo como hincha de la campaña realizada por el Liverpool en la temporada 2019 –cabe marcar que su madre es inglesa-.
Más allá de que el próximo martes 25 estará haciendo una lectura de su publicación en The Roxy, el cierre de uno de los bises con “You´ll Never Walk Alone”, el himno adoptado por el club inglés, de futbolero estribillo, fue el mejor anticipo y, de paso, otra gran síntesis de comunión en varios aspectos.
Así lo habrá sentido el propio Campino que aprovechó el momento para hacer un video desde el escenario al grito de “Esto es Buenos Aires”, que seguramente en breve estará en sus redes sociales.
“Eisgekühlter Bommerlunder” marcó un final de multitud abrazada cantando a los saltos cual hinchada de fútbol de la Bundesliga, arengada por un cantante ataviado con camiseta argentina, que cuando entona en castellano se regodea en el “yeísmo”. Por si alguien todavía dudaba de este mutuo amor que contagia.