Viernes, 22 Noviembre 2024

Ideas de una profe el día después. Con bronca, con impotencia… no, con dolor

Publicado el Jueves, 17 Octubre 2024 22:11 Escrito por Calle Angosta

En el Centro Universitario de Villa Mercedes de la Universidad Nacional de San Luis sucedieron hechos de violencia mientras se desarrollaba una toma del edificio por 48hs. Fui testigo de las agresiones… algunos golpes pasaron cerca y, que ilusa que fui, creí que ninguno me había alcanzado. Hoy 17 de octubre, para tratar de menguar la angustia escribo. Alguna vez alguien me dijo que con el dolor hay que hacer “algo”…

Vamos con el peor recurso de la retórica que es la autoreferencia, pero por honestidad intelectual debo decir desde dónde pienso, siento, escribo. Fui estudiante de la UNSL, soy egresada, fui becaria de investigación, pasante docente ad honorem, auxiliar de primera, jefe de trabajos prácticos, hoy profesora adjunta… algo más de quince años transitando el oficio de ser docente y veintitrés siendo parte de esta Universidad, donde me formé, aprendí y aprendo mucho más que “teorías”.

En la UNSL me convertí en una ciudadana que no solo busca permanecer y transcurrir, sino que cree firmemente en la responsabilidad con el momento histórico. Quienes fueron mis docentes y mis compañeras y compañeros me enseñaron que los derechos no se reciben, se conquistan y que a veces hay que salir a defenderlos. Les vi marchar, hacer paro, cocinar en ollas populares, dar clases con un cartel: “docente en lucha”…  A mis 18 años empecé a entender que sentarme a estudiar no alcanzaba; que el proyecto individual de tener el título de Trabajadora Social era el más colectivo de los proyectos. Y que lograrlo me obligaba a poner mi conocimiento y desempeño profesional al servicio de los otros (y quizás por eso soy docente).

Hoy, con varios años más me encuentro en una encrucijada con mis propias ideas… después de la violencia vivida empiezo a entender que lo sucedido reviste una gravedad que me cuesta asumir, esa violencia me enfrentó al límite que tiene esta profesión “imposible” (como dijo el psicoanalista) que es la educación. Porque educar tiene un límite y ese límite es el otro. Ayer vi que las y los docentes no hemos podido (o no se ha querido) “enseñar” que la educación es un derecho de todos y todas; que el diálogo es el camino; que las diferencias son parte imprescindibles en la dialéctica de la historia; que la salida es colectiva…

Hagámonos cargo, los discursos de odio son parte de nuestra universidad. La “casa de altos estudios” es un pedacito más de todo lo que pasa en nuestro país. El conocimiento no nos hizo libres. La institución autónoma, con co-gobierno no nos permitió garantizar que la democracia sea una forma de vida. El derecho a la educación y la gratuidad universitaria no alcanzaron para ser una comunidad organizada que busca el bien común. Y acá está el dolor.

Ahora nos queda levantar los pedazos y empezar a buscar formas de reconstruir eso que se rompió. No tengo idea de por dónde se empieza, pero a pesar de los golpes sigo creyendo que vale la pena (y la alegría) ser docente de una Universidad, pública, libre y gratuita.

 

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