Viernes, 22 Noviembre 2024

Hay que enderezar lo que se torció y ordenar lo que se desordenó

Publicado el Lunes, 07 Octubre 2024 16:08 Escrito por Calle Angosta

Cristina Fernández de Kirchner emitió una carta abierta que refleja una profunda reflexión sobre la situación actual del peronismo y del país, haciendo un recorrido histórico que conecta momentos cruciales de la política argentina con el presente. Se trata de un llamado a la unidad y reconstrucción del peronismo, pero también una invitación a debatir y repensar el futuro de la Argentina.

Cristina hace referencia a la posibilidad de asumir la presidencia del Partido Justicialista cuando agradece las muestras de apoyo recibidas por parte de compañeros y compañeras. Expresa que está dispuesta a aceptar el desafío de liderar el partido, destacando que nunca ha ocupado un cargo sin la certeza de estar capacitada para la tarea encomendada. Y subraya que la unidad que busca debe contar con una dirección clara y un proyecto sólido, lo que implica no solo asumir el liderazgo formal, sino también promover un camino de reconstrucción y cohesión dentro del peronismo para enfrentar los desafíos actuales de la Argentina

La carta destaca varios puntos esenciales:

  1. Crítica a la situación actual: El gobierno y su liderazgo son descritos como un espectáculo de mala calidad, con un enfoque agresivo y violento que está profundizando la crisis social y económica. La crítica se centra en la figura presidencial actual, vinculando sus políticas de ajuste con un deterioro de las condiciones de vida de la población.

  2. Historia del desencuentro argentino: A través de un recorrido por diferentes períodos históricos —desde la dictadura y la apertura democrática hasta el auge y declive de distintos gobiernos—, se contextualiza el enfrentamiento peronismo/anti-peronismo como un conflicto que trasciende la coyuntura política actual y está arraigado en la historia argentina.

  3. Revisión de los ciclos de gobierno peronistas: El texto analiza los momentos de éxito y fracaso de las gestiones peronistas, destacando tanto los logros en términos de desendeudamiento y movilidad social como las tensiones internas que llevaron a rupturas y divisiones dentro del movimiento.

  4. Autocrítica y propuesta de renovación: Se reconoce que el peronismo actual enfrenta un gran desafío para recomponer su representación institucional y responder a las demandas sociales emergentes. La carta aboga por un proceso de reconstrucción que incluya un segundo trasvasamiento generacional, incorporando nuevas voces y sectores en la vida política.

  5. Reflexión sobre el enfrentamiento histórico: Finalmente, Cristina señala que las divisiones políticas en Argentina tienen raíces profundas, vinculadas a la incapacidad de consensuar un modelo económico claro, lo que ha generado continuos ciclos de enfrentamiento. Ella plantea la necesidad de abordar este debate para definir un camino claro para el país.

El tono general de la carta es reflexivo pero firme, con una combinación de crítica al presente y una visión de esperanza hacia el futuro. Es un llamado a la unidad dentro del peronismo, pero también un mensaje para todos los argentinos, peronistas o no, que anhelan una Argentina más justa y estable.

Carta abierta a los compañeros y compañeras peronistas, y también a los argentinos que nunca lo fueron.

Desde muy joven, he militado en el peronismo, y a lo largo de estos años he visto a nuestro país atravesar distintas etapas, con avances, retrocesos, crisis y momentos de esperanza. Sin embargo, nunca había presenciado, en la Argentina contemporánea y democrática, una situación como la que estamos viviendo hoy. No solo a nivel nacional, sino también dentro del propio peronismo.

Aquel Presidente que, en febrero de este año, definimos como un "showman economista en la Rosada", quien con firmeza se aferraba a la teoría del ajuste permanente y prometía desde las pantallas de televisión una dolarización porque, según él, "el peso es un excremento", ahora se ha convertido en protagonista de un espectáculo de mala calidad. Lo que en su momento fue una promesa de soluciones rápidas y efectivas se ha transformado en una peligrosa deriva de agresividad y violencia, que ya no solo apunta a la llamada "Casta", sino que también ha empezado a afectar a sectores vulnerables de nuestra sociedad, como los jubilados, las universidades públicas y hasta los hospitales de salud mental.

El clima que estamos viviendo es preocupante. La figura presidencial, que en otros tiempos debería haber sido un símbolo de estabilidad y diálogo, hoy se muestra cada vez más autoritaria, insultando y vociferando en cada oportunidad a aquellos que disienten con su visión. Esta escalada de agresiones no solo se queda en el ámbito político; está generando un ambiente de tensión y violencia generalizada que está penetrando en todas las capas de la sociedad. Y mientras tanto, en ese mundo paralelo en el que parece habitar el Presidente, insiste en afirmar que los salarios y las jubilaciones le han ganado a la inflación, y que las tarifas siguen siendo "baratas", cuando la realidad es que los argentinos siguen sufriendo tarifas impagables y salarios que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas.

En este contexto, surgen muchas preguntas. ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Es solo el resultado del fracaso de los últimos dos gobiernos democráticos, o hay algo más profundo en nuestra sociedad? ¿Por qué una parte de los argentinos parece estar dispuesta a soportar cualquier tipo de gobierno, siempre y cuando no sea peronista? Vale la pena preguntarse: ¿Es una casualidad que los dos presidentes más anti-peronistas —como Macri y Milei— solo hayan llegado al poder a través de un balotaje? ¿Es que realmente el ADN del enfrentamiento está tan arraigado en nuestra identidad nacional, como dijo recientemente un importante miembro de la iglesia en la procesión a Luján?

Breve cronología del desencuentro argentino:

Peronismo y anti-peronismo. Liderazgo político y social.

1983 – 1989: Después de la noche más oscura

Atravesamos la tragedia de la dictadura cívico-militar, una etapa dolorosa en la que los derechos políticos, económicos y sociales fueron arrasados. No solo los peronistas fueron perseguidos, encarcelados, torturados y desaparecidos, sino que todo el país sufrió las consecuencias de un régimen que culminó en el desastre de Malvinas. Fue un golpe brutal a nuestra soberanía y nuestra dignidad como nación.

Con la llegada de la democracia en 1983, el país se volcó a una fuerza política que representaba la esperanza de una nueva etapa. El radicalismo, encabezado por Raúl Alfonsín, ganó con un aplastante 52% de los votos, una cifra que le permitió asumir el gobierno sin necesidad de recurrir al colegio electoral. En ese momento, el balotaje no existía en nuestra Constitución. Esta victoria marcó un fuerte liderazgo político y social que buscaba consolidar una fuerza transversal, capaz de captar votos peronistas y derrotar al movimiento justicialista en democracia por primera vez.

Pero hay que entender que el radicalismo no era una fuerza anti-peronista. Alfonsín, en su intento de conformar el "tercer movimiento histórico", convocó tanto a peronistas como a dirigentes de otras fuerzas políticas. Sin embargo, el gobierno de la UCR no pudo controlar el proceso económico heredado de la dictadura, lo que desembocó en la hiperinflación de 1989, que dejó al país sumido en el caos y la desesperanza.

1989 – 2001: La fantasía de la convertibilidad

El colapso económico de 1989 dio paso al triunfo del peronismo, que llegó al poder bajo las banderas de la "revolución productiva" y el "salariazo". Sin embargo, la segunda hiperinflación y las presiones económicas internacionales llevaron al gobierno a adoptar políticas neoliberales que, bajo el liderazgo de Carlos Menem, implementaron la convertibilidad, donde un peso valía lo mismo que un dólar. Esta medida, aunque atractiva en un principio, fue una fantasía insostenible que se sostuvo a costa de privatizaciones masivas, endeudamiento externo y la destrucción de gran parte del aparato productivo.

La sociedad argentina sufrió un duro golpe con el surgimiento de una alta desocupación estructural y la precarización del empleo. El peronismo, internamente, también se resintió. Las diferencias ideológicas comenzaron a fracturar el movimiento, lo que resultó en la formación de nuevas fuerzas políticas que, en 1999, se unieron bajo la ALIANZA para disputar el poder. Ese gobierno de coalición fracasó en su intento de mantener la convertibilidad, y el país estalló en 2001 con una crisis que dejó un saldo de 39 muertos en la Plaza de Mayo y cinco presidentes en una semana.

2001 – 2015: Desendeudamiento y recuperación

El estallido de 2001 marcó un punto de inflexión. En 2003, con el país fragmentado políticamente, Néstor Kirchner asumió la presidencia con solo el 22% de los votos, en un contexto de profunda crisis. Sin embargo, fue capaz de iniciar un ciclo virtuoso de desendeudamiento, recuperación de la movilidad social ascendente, creación de universidades, desarrollo científico y tecnológico, y una reconstrucción del patrimonio nacional. Fue un período de crecimiento y consolidación del peronismo, con tres mandatos consecutivos que lograron estabilizar al país y devolverle cierta esperanza a la sociedad.

Durante este tiempo, se produjo un fuerte trasvasamiento generacional dentro del peronismo. Jóvenes líderes comenzaron a ocupar espacios clave en la administración del Estado, en bancas legislativas y en gobiernos provinciales. Muchos de esos jóvenes hoy son gobernadores, intendentes, ministros y legisladores. Este proceso no estuvo exento de tensiones y recelos dentro de las viejas estructuras del movimiento, pero fue una señal de renovación necesaria para mantener vivo al peronismo en el siglo XXI.

2015 – 2023: Endeudamiento y persecución

El ciclo virtuoso fue interrumpido en 2015 con la llegada de un gobierno neoliberal, elegido por balotaje, que trajo de vuelta al FMI y profundizó las políticas de ajuste. La estigmatización y persecución al peronismo fue una constante durante esos años, con un feroz endeudamiento que puso al país en una situación de vulnerabilidad extrema. A pesar de este fracaso, el gobierno logró obtener un 40% de los votos en 2019, lo que demuestra que la división en la sociedad argentina es profunda.

El último gobierno peronista, aunque exitoso en ciertos aspectos, no pudo hacer frente a las consecuencias de la pandemia y a la creciente polarización política. Hoy, el peronismo ha perdido gran parte de su representación institucional, gobernando solo 5 de las 23 provincias del país, y ha visto disminuir su influencia en el Senado. Pero esto no significa que estemos derrotados. El peronismo sigue siendo la fuerza con mayor representación en el Congreso, y eso nos impone la responsabilidad de reconstruirnos y enfrentar los nuevos desafíos sociales.

Enderezar y ordenar

Es evidente que el peronismo debe enderezar lo que se torció y ordenar lo que se desordenó. Esto requiere la creación de un espacio de discusión y participación que hoy no existe. El partido debe ser el lugar donde se desarrollen las ideas y se generen los contenidos que guíen a nuestro movimiento en esta nueva etapa.

La reconstrucción no será fácil, pero tengo grandes esperanzas. El mes pasado, el peronismo ganó los centros de estudiantes en cuatro facultades de la UBA, incluida la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), algo que no sucedía desde 1973. Este es el primer paso hacia un nuevo trasvasamiento generacional, que debe incluir a los jóvenes en los secundarios, universidades, sindicatos y movimientos sociales. Solo así podremos recomponer nuestra presencia en las barriadas populares, junto a las iglesias, los clubes de barrio y las organizaciones comunitarias.

Quiero agradecer a todos los compañeros y compañeras por las muestras de apoyo para asumir la presidencia de nuestro partido. Estoy dispuesta a aceptar el desafío una vez más, con la certeza de que este es un momento crítico para el peronismo y para la Argentina. Necesitamos unidad, pero una unidad con dirección y proyecto, que sea capaz de devolverle a nuestro país la esperanza y el orgullo de ser argentinos.

7 de octubre de 2024
Cristina Fernández de Kirchner

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