Viernes, 01 Noviembre 2024

El precio de la libertad

Publicado el Lunes, 20 Febrero 2023 00:14 Escrito por Iván Ojeda

¿Se puede comprar la libertad? Como la vida, no tiene precio. Y los votos no compran la libertad, aunque los políticos pretendan una vez más, hacerlo con las mismas promesas y el continuismo. En realidad, no quieren las voluntades, los sentimientos y la adhesión de las personas, sino la libertad, que tienen las personas. Con esa libertad comprada, paralizan cualquier exigencia y cualquier demanda. Comprando la libertad, se adueñan de la participación y de las decisiones.

¿Por qué tenemos que aceptar resignadamente la falta de opciones políticas y democráticas serias, creíbles, fechas y regímenes electorales en función del oportunismo político de los gobernantes? ¿Qué sentido tiene participar con Sublemas bajo un Lema con candidatos ya digitados? ¿Qué sentido tienen y qué beneficio real traen al pueblo de San Luis? Ninguno. Ninguno que no sea para los gobernantes y la politiquería en general.

Todo Proyecto Político que no se construya o renueve con las necesidades, demandas y sueños de la gente, necesariamente expresado y hecho con la participación popular, es altamente probable que no esté en función del beneficio de la Comunidad, sino sospechosamente de sus gobernantes. Es el resultado de la adicción al Poder, que, por los intereses en juego, se vuelve crónica en la mala política. Enferma a los gobernantes y lastima a la población.

Por otra parte, sabemos de sobra que los regímenes y tiempos electorales sin anuencia de la población, son argucias políticas para no darles tiempo a los partidos políticos, agrupaciones y organizaciones sociales para organizarse y participar. ¿Qué esperamos para reaccionar? Son medidas para engañar y mantener el Poder. Y no es la primera vez que sucede en San Luis.

Hay voces que se alzan, tanto feroces como tímidas frente al continuismo; propias y ajenas. Voces desde la oposición al oficialismo y hasta dentro del mismo pensamiento político del Partido gobernante. Es la progresiva certeza de que no corresponde que los gobernantes y los que aspiran al gobierno nos digan siempre qué tenemos que hacer, obligándonos a seguir sus reglas y creer en sus promesas. En realidad, su deber es hacer lo que el Pueblo quiere.

¿Por qué no se respeta el sistema y tiempo electoral establecido normalmente? ¿A quién beneficia sino a la especulación del posicionamiento político al interior de la Provincia y respecto de la Nación? De ningún modo favorece a los habitantes, al contrario, está al servicio de una política que responde a intereses del Poder.

Por un lado, es vergonzosa la obsecuencia hacia un paternalismo personalista por parte de militantes y funcionarios oficialistas que van cambiando de adhesión de un lado a otro según las prebendas, estipendios y cargos que se ofrecen y avizoran. Nadie es conductor “esclarecido” de nadie. Menos un Mesías. Se corre el riesgo de aquel ciego conducido por otro ciego que caen los dos al mismo pozo. Por otro lado, también es vergonzosa la permanente denostación de la oposición hacia cualquier manifestación o demanda popular con el estigma de “populismo” impuesto por los medios dominantes, como si la masa del Pueblo fuese algo despreciable y peligroso, olvidando muchos Partidos sus propios orígenes, alineándose con las minorías privilegiadas que se autocreen esclarecidas.

La denostación de unos hacia otros, de la oposición al oficialismo y viceversa, siembra la semilla de la discordia que no conduce nada más que al odio. Muestra la cara visible y real de las intenciones de unos y otros. Porque no se esperan frutos buenos del que miente y del que odia. Son lo mismo. Niegan la capacidad del diálogo, del debate y de la discusión de ideas.

En San Luis, no existe una democracia real; mucho menos una democracia directa. Y ni soñar con democracia partidaria. Sólo existen mecanismos inventados aparentando una participación real que no es tal, aglutinando grupos para asegurar la continuidad del Poder. Pero son los mismos de siempre. Si hubiese real democracia, sería con las organizaciones propias y espontáneas que la población libremente se daría para cada caso; pública, abierta, transparente, masiva, inclusiva, barrial y comunal, con sus propias y particulares ideas, necesidades, problemáticas y sueños; porque tampoco se puede recurrir a internas partidarias cuyos mecanismos ya están viciados de clientelismo, dinero e influencias. (También de resignación y deslealtades).

¿Acaso lo que se haga y decida en público no es verdadera democracia? ¿Acaso no es posible crear espacios abiertos de debate y discusión para la participación del público sobre cuestiones de gobernabilidad, institucionalizándolos? ¿O se tiene miedo a las demandas y decisiones de la población? Nunca son las mismas de los gobernantes. ¿No es generar confianza en las bases? ¿Para renovar o cambiar todo y que salga algo nuevo y bueno? El gran error, es separarse de la gente. No confiar. Prefieren ponerle precio a la Libertad para comprarla.

Bien dicen que la lámpara no se oculta bajo la mesa, y que los conspiradores lo hacen siempre, decidiendo en la obscuridad… sin consultar a nadie.

Son tiempos electorales, está en juego el Poder. Comienzan a salir a la superficie los ilusionistas de sueños. Sonrisas, promesas renovadas o inventadas, reuniones cara a cara con la gente, oídos abiertos a problemas, necesidades y demandas. Y también críticas, memoria, denostaciones, paliativos inmediatos a necesidades urgentes… todo antes de caer “en el País del Olvido”.

Pero ninguno, ninguno, se anima a enrostrarles su hipocresía.  Todos se encorsetan en el sistema partidario y electoral existente, negándose a diseñar nuevos caminos; no creen en su propia capacidad de lucha y tampoco en la creatividad de la gente para cambiar lo que se necesita cambiar. No hay confianza en el Pueblo. Prefieren lealtades mentirosas. Nuestra única esperanza, está en la decisión que todos, como pueblo, hagamos.

 

 

 

                                                                     

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