¿Se puede comprar la libertad? Como la vida, no tiene precio. Y los votos no compran la libertad, aunque los políticos pretendan una vez más, hacerlo con las mismas promesas y el continuismo. En realidad, no quieren las voluntades, los sentimientos y la adhesión de las personas, sino la libertad, que tienen las personas. Con esa libertad comprada, paralizan cualquier exigencia y cualquier demanda. Comprando la libertad, se adueñan de la participación y de las decisiones.