El 30 de septiembre de 2024, en medio de una desesperada situación económica, Silva asesinó a sus dos hijos, de 2 y 7 años, en su vivienda en el barrio Los Fresnos, Juana Koslay. Utilizando su arma reglamentaria, los pequeños fueron disparados a quemarropa mientras dormían, tras haber abierto una garrafa de gas en la habitación.
Marina dejó una carta y un mensaje a su familia pidiendo perdón y explicando que no quería que sus hijos se convirtieran en una carga. Después del hecho, fue encontrada cerca del dique Cruz de Piedra, sentada y llorando con el arma a su lado. La policía logró detenerla antes de que intentara suicidarse.
La psicóloga Laura Ortiz, secretaria del Colegio de Psicólogos, resaltó la importancia de un seguimiento psicológico continuo para quienes trabajan en las fuerzas de seguridad, ya que el estrés y la exposición a situaciones traumáticas pueden generar consecuencias graves si no se cuenta con el acompañamiento adecuado. La falta de contención y apoyo psicológico en estos profesionales parece haber sido un factor determinante en la tragedia.
Además de los problemas económicos, Marina Silva había sido víctima de violencia de género por parte de Jonathan Funes, padre de su hijo menor. Este conflicto financiero y familiar, sumado a deudas que superaban los 7 millones de pesos, generaron una situación de desesperación que culminó en el homicidio de sus hijos. El caso expone la necesidad urgente de atención a la salud mental en las fuerzas de seguridad y el impacto devastador que puede tener la crisis económica en el bienestar de las personas.