Sábado, 27 Abril 2024

Cuando el fuego se apaga o el suicidio colectivo

Publicado el Miércoles, 20 Septiembre 2023 23:10 Escrito por
Ayudado de un sistema especial de poleas, un traje resistente al calor y un equipo de respiración logró bajar al interior del agujero. Ayudado de un sistema especial de poleas, un traje resistente al calor y un equipo de respiración logró bajar al interior del agujero. National Geographic

Cuando el fuego se apaga, ni un vestigio de humo queda en el páramo. Y en la noche, es imposible encontrar camino alguno. Sin el fuego, no hay transformación ni carne cocida; no hay herramienta ni metalurgia. Tampoco luz, abrigo y cuidado.

¿Es tan difícil ver y combatir la mentira? ¿Es tanta la cerrazón que no se huele ni percibe la tormenta? Pareciera que los fuegos necesarios estuvieran apagados. En la obscuridad de las conciencias, el odio se naturaliza y llega hasta institucionalizarse, como ocurrió con la dictadura, que reivindican los negacionistas del crimen.

 “En medio del frío y la nieve, el enviado del Rey le dijo al Viejo: -Tú conoces cómo atravesar el río congelado. Si viene el ejército de los Quing no tienes que ayudarlos. Pero el Viejo le dijo que él ayudaba a todos, y si le daban un poco de arroz, también lo haría. Entonces el enviado del Rey le reprochó - ¿Eres de los nuestros y ayudarás al enemigo por un poco de arroz? -. El Viejo contestó: -Siempre ayudé al Rey, pero nunca recibí ni un puñado de arroz”.

Cuando el fuego se apaga, no se ve la Verdad; y la mentira se vuelve peste. Comienza con la indiferencia a las necesidades de la gente y se miente. Comienza con la indiferencia a las expresiones de odio, y se miente. Comienza con la indiferencia o resignación a injusticias propias o del prójimo sufriente y se miente. Y como agazapada vertiente que surge del abismo, el odio va transformándose en una caudalosa corriente que arrastra a todo lo que encuentra a su paso, sin piedad. Se pierde el sentido y el valor de la vida, se prioriza el deseo y la supervivencia, arrojando el espíritu solidario al País del Olvido.

Cuando se apaga el fuego, no hay ni mística ni pasión. Se opacan los ideales, la credibilidad y la esperanza. En esos momentos empieza a crecer, como mala hierba, la bronca, el instinto y la intolerancia. Indudablemente que la soberbia de propios y ajenos nos ha conducido a esta crisis. ¿Es posible separar la paja del trigo? ¿Es posible cuando el clamor de la población no es escuchado? ¡Y ahora dicen que la justicia social es perversión…! Es tan cierto eso de que “obras son amores y no sólo buenas razones” que el odio actual se ha sembrado precisamente por aquella ausencia de amor, por aquella indiferencia, por el abandono y soberbia de los gobernantes. ¿Entonces, por qué sorprendernos de la tempestad que viene, de la apatía, de la abstención, de la no participación, si el descreimiento y el auge del autoritarismo más violento tiene sus responsables?

Hemos olvidado que hay momentos decisivos que nos interpelan a ser protagonistas. Que exigen de cada uno salir de la asfixia, de la resignación, de la comodidad, y empezar a tener decisiones de valentía sin importar los riesgos, porque lo que está en juego es el trabajo, el salario, la vivienda, el progreso para una mejor calidad de vida, la convivencia segura e incluso la existencia y la libertad misma. Pero son decisiones imposibles sin involucrarse; hay que pelear por ello.

Si se apaga el fuego, no hay espíritu de lo que es justo y verdadero, no hay amor. Sin decisión, no hay amor. Sin obras, no hay amor. Contrariamente a lo que pregonan y proponen los profetas del odio de que a lo que está mal hay que contraponerle la violencia; pero… “el que no tenga pecado que tire la primera piedra”. El odio no es la solución, sino la inteligencia por amor al otro.

El odio es el camino llano, fácil y doloroso, pero conduce a más violencia e incertidumbre. Es el germen de la guerra, y como ella, nunca se sabe qué puede traer y resultar; porque el camino es la exigencia de justicia, pero para todos, no sólo para los que más tienen, aunque sean ellos los que producen más injusticias. Y porque el camino no es buscar chivos expiatorios: en los débiles, en los desprotegidos, en los pobres, en los marginados, en los desempleados, en los que tienen planes sociales… en los que piensan distinto. Tampoco es atacar las creencias de la población, ni sus ideas, cultura, políticas o ideologías.

La violencia sublima frustraciones y cobardías. El odio y los gritos, son más contagiosos porque expresan el individualismo de los deseos reprimidos, necesitando la fuerza y la brutalidad del grupo para encontrar seguridad.  En cambio, el amor es lo más difícil, es el camino angosto que implica sincerarse, defender la verdad, desnudar la injusticia y exigir justicia; porque es lucha para todos y no para algunos, porque incluye a todos y no excluye a ninguno, porque no se avergüenza de la bondad y cree en la unidad de la solidaridad, rechazando la complicidad y exacerbación del odio. El odio no nos hace humanos, sino animales depredadores.

Sorprende en sobremanera la adhesión de obreros y delegados sindicales, tanto como la pasividad de gremios, partidos políticos y agrupaciones militantes, a posturas autoritarias que van a despojarlos de todo tipo de derechos y posibilidad de protesta. Hoy se puede hablar, mañana… no sabemos. Sorprende en sobremanera el odio pseudoclasista de sectores de empleados y profesiones que buscan chivos expiatorios a sus postergaciones en los sectores más desprotegidos, alimentados por las mentiras de los Medios. Culpan cobardemente a los que no se pueden defender de lo que ellos no son capaces de hacer. Sorprende en sobremanera aún, que muchas familias no adviertan, ni sus hijos, ni sus jóvenes, de los peligros del inminente autoritarismo, cegados por el encandilamiento de pseudoiluminados casi místicos, yendo esperanzados y confiados hacia el suicidio colectivo.

“Dicen que una gota no hace una lluvia, pero dos bastan para un diluvio”

Sin embargo, cuando la tormenta arrecia y las dificultades parecen imposibles de superar, más grande aún es el desafío a la pasión y al corazón que a la inteligencia, porque “el amor es más fuerte”, y suficiente.

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