El debate en las redes sobre la posición ante la elección de Venezuela, ha tensado al limite las diferencias internas de lo que llamamos el espacio nacional y popular. Al punto que Cristina, la única dirigente con caudal propio dentro del mismo, ha sido virulentamente cuestionada por muchos de sus más fieles seguidores, y aplaudida por sectores que habitualmente la critican.
Algunos compañeros cuestionan por qué me ocupo de lo interno y no de denunciar a Milei y sus políticas. Bueno, dos cosas. En mi caso, durante la campaña de Massa agoté la tinta explicando la noche negra que se venía con Milei, que es exactamente lo que pasó. Lo segundo, hoy pegarle a Milei no requiere ningún esfuerzo intelectual especial, y hay muchos que lo hacen muy bien. Pero, estoy convencido que sino aclaramos nuestras ideas no vamos a encontrar el rumbo. Y aunque Milei se caiga en mil pedazos, eso no garantiza que la sociedad va a volver corriendo a nuestros brazos.
¿Peronistas somos o seremos todos?
En los años setenta, uno se sentada con un tipo y a la tercera o cuarta frase podía darse cuenta de que palo era. Estábamos los de la tendencia, un conglomerado que más o menos pateaba para el mismo lado. Los ortodoxos que eran “Guardia” o “Demetrios”, no había más. Los viejos del partido. Los muchachos de las 62. Y afuera estaban los PC, los “chinos”, los troskos del PST o del PRT, los de Franja y allí se terminaba la cosa. Uno sabía que putear a Stalin ante los chinos o troskos no quedaba mal y así con todos. Había media docena de grandes continentes políticos que tenían alguna conducción y cierto rumbo.
Pero, el siglo XXI inauguró primero la era de los “colectivos”. Que, en el inicio eran grandes agrupamientos sociales que sostenían alguna reivindicación común. Pero, pronto se hicieron cada vez más específicos, más pequeños y más sectarios.
Sin embargo “el narcisismo de las pequeñas diferencias” no se satisfizo, ni siquiera con los “micro-colectivos”. Las redes, nos dan la posibilidad que crear nuestro colectivo individual, que ya no sería colectivo donde viajan unos 60 (entre sentados y parados); el individual vendría siendo un monoplaza. Y una bandada grande de monoplazas constituirían el colectivo de los “libres pensadores”.
La frase preferida del monoplaza sería “yo no te vote para que hagas….”. “La dirigencia debería escuchar la voz del pueblo (que es la mía) antes de decidir cualquier posición”. Nada alivia al libre pensador monoplaza, que habitualmente tiene un pero más en su cuestionamiento siempre indignado e insatisfecho.
A esto se le vinieron agregar dos frases cancelatorias de cualquier discusión: “peronistas somos todos” y “nadie tiene el peronómetro”. Y chau… esto significa “si yo me autopercibo peronista y pienso esto, el peronismo es esto”.
Bueno, no quiero pasar por viejo peronista pesado, pero una de las premisas que nos enseña Perón en Conducción Política, es que solo se conduce lo adoctrinado, porque la doctrina da unidad de concepción, que es lo que lleva a la unidad de acción. Y si cada uno tiene su peronismo a la carta, diferente del compañero de al lado, difícilmente exista unidad de concepción y acción.
El peronismo siempre ha estado tensionado por la puja de ideologías y/o propuestas políticas allende nuestros mares. En 1945 sufrimos la tensión entre los aliadófilos y los pro-eje. Para los primeros eramos pro-nazis y para los segundos éramos sospechosos de comunismo. Luego fue la tensión entre los liberales de izquierda y de derecha. Tensiones que además tenían sus correlativos internos dentro del peronismo. Y si el siglo XXI trajo al mundo el progresismo-anti progresismo, wokismo- anti-wokismo, globalismo versus soberanismo, el peronismo volvió absorber esas nuevas tensiones y cobijar en su seno expresiones de ambos sectores.
A continuación voy a intentar describir esas corrientes de pensamiento que en este mundo tan globalizado llegaron como un huracán a nuestras costas y han permeado a la militancia y dirigencia de lo que seguiremos llamando espacio nacional y popular a falta de otro título que lo defina.
El wokismo
El wokismo es un movimiento intelectual nacido en EEUU que ejerce fuerte influencia sobre nuestros sectores de clase media urbana. Hay quienes sostienen que el wokismo es la versión extremista del progresismo.
Como introducción al tema cito un articulo de la Civilta Católica, un medio vinculado a los jesuitas, titulado “El wokismo, un brusco despertar”, del doctor en Teología y Filosofía Nelson Faria.
Dice Faria: “Nacido en las universidades estadounidenses, el wokismo es un movimiento que en los últimos años ha ganado gran relevancia en el espacio público. Testimonio de ello son la omnipresencia de términos como «heteronormativo», «cisgénero», «no binario» o el acto de graffitear la palabra «descoloniza» en las estatuas de navegantes y políticos”.
“El término «wokismo» define a aquellos que se consideran «despiertos» (del inglés woke), es decir, militantes en alerta contra las injusticias que permean la sociedad y contra la resistencia de esta a las reformas. El wokismo sostiene que la discriminación contra las personas marginadas es sistémica, es decir, no está limitada a manifestaciones aisladas, y que, por lo tanto, debemos ser conscientes de las estructuras que oprimen a los individuos en base al género, color, orientación sexual, nacionalidad o etnia.”
El término "woke" se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por temas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el indigenismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar.
Veamos algunas de las características más comunes del wokismo.
El exceso de corrección política. El wokismo tiende a promover una cultura de corrección política excesiva. Abogan por un lenguaje inclusivo y la eliminación de términos o expresiones que puedan considerarse ofensivos para cualquier grupo. Si bien la intención es noble, en la práctica, esto a menudo conduce a una autocensura extrema y a la limitación de la libertad de expresión.
Polarización social. El wokismo, con su enfoque a menudo divide a la sociedad en "nosotros" y "ellos". Esta polarización tiende exacerbar las tensiones sociales, creando un ambiente en el que aquellos que no se adhieren a las ideas del wokismo son etiquetados como retrógrados o intolerantes.
La cultura de la cancelación. A pesar de su énfasis en la tolerancia y la inclusión, el wokismo a menudo muestra una notable intolerancia hacia las opiniones disidentes. Las personas que cuestionan o critican algún aspecto del wokismo pueden ser rápidamente desacreditadas, vilipendiadas o "canceladas". Este fenómeno, conocido como cultura de la cancelación, implica el ostracismo social y profesional de individuos que han expresado opiniones consideradas inaceptables por los estándares wokistas.
La autoridad moral de la víctima. Dentro del discurso wokista, aquellos que se identifican como víctimas de alguna forma de opresión o discriminación adquieren una autoridad moral superior y una mayor legitimidad para hablar y ser escuchados. En este contexto, la condición de víctima otorga una suerte de estatus privilegiado en las discusiones sobre justicia social y equidad.
El énfasis en la condición de víctima puede llevar a una "competencia de victimización", donde diferentes grupos compiten por el reconocimiento de sus sufrimientos y la validación de sus experiencias.
La demostración pública de la virtud (virtue signaling). Esta deriva del valor atribuido a las señales claras de adhesión a las «buenas ideas». El gesto permite reconocer a aquellos que profesan los mismos ideales y clasificarlos como «buenas personas». Y, quien no está de acuerdo no es una persona con opinión diferente: es una «mala persona». La demostración pública de la virtud ha generado un fenómeno curioso: el capitalismo woke. Muchas multinacionales se han comprometido a asociar sus marcas al wokismo, ya sea por convicción o por puro interés comercial (Amazon, Apple, Google, Meta, Microsoft).
El wokismo tiene su contraparte el “antiwokismo”, que es el discurso de la nueva derecha también norteamericana uno de cuyos ideólogos es Steve Bannon, promotor de Trump, de Bolsonaro, y en general de los movimientos de nueva derecha en Europa y América.
Diego Fusaro y la izquierda fucsia
Diego Fusaro es uno de los intelectuales más polémicos de Italia, ya que ocupa una posición ideológica que aúna posiciones conservadoras y de izquierda. Es marxista, y sus referentes son Gramsci, Pasolini y Costanzo Preve, al mismo tiempo que es antiglobalista y soberanista.
Me parece muy interesante leer y escuchar a Fusaro, porque es uno de los críticos disruptivos del progresismo europeo. Arranca con una definición poco suave: “La izquierda ya no es roja sino fucsia, ya no es la hoz y el martillo, sino el arcoíris”.
Fusaro argumenta que la izquierda fucsia o new left representa una desviación del marxismo. Mientras que el marxismo clásico se centra en la lucha de clases y en la emancipación del proletariado frente al capital, el new left se enfoca en cuestiones de identidad y cultura. Esta desviación diluye el potencial revolucionario del marxismo al desviar la atención de las cuestiones económicas y de clase hacia temas de identidad personal y cultural, fragmentando la lucha social.
Sostiene que las propuestas de la izquierda fucsia son compatibles e incluso funcionales al capitalismo neoliberal. En su opinión, el énfasis en la diversidad y la inclusión puede ser cooptado por las corporaciones y las élites económicas para presentarse como progresistas y socialmente responsables, mientras que continúan explotando a los trabajadores y perpetuando la desigualdad económica.
Plantea que el eje político no debe ser izquierda y derecha, sino los de arriba y los de abajo. Y que ideológicamente hay que ser conservadores en cuanto a los valores (arraigamiento, lealtad, familia, eticidad, patria) y de izquierdas emancipación, socialismo democrático, dignidad del trabajo.
Algunos textuales de Diego Fusaro:
“La izquierda fucsia crea una especie de microconflictualidad generalizada que actúa como un arma de distracción masiva y, también podríamos decir, como un arma de división masiva permanente. Por un lado, distrae de la contradicción capitalista que ya ni siquiera se menciona, y por otro lado, divide a las masas en homosexuales y heterosexuales, musulmanes y cristianos, veganos y carnívoros, fascistas y antifascistas, etcétera. El capital deja que las personas salgan a la calle por el orgullo gay, por los animales y por todo, pero ¡qué no se atrevan a echarse a las calles para luchar contra la esclavitud de los salarios, contra la precariedad o contra la economía capitalista! De ser así, ahí está la represión, como sucedió en Francia con los chalecos amarillos.”
“Los llamados 'derechos civiles' hoy en día son, en realidad, los derechos del consumidor, los derechos del individuo que quiere todos los derechos individuales que puede comprar concretamente. Estamos asistiendo a un proceso mediante el cual el capital nos quita los derechos sociales, que son derechos vinculados al trabajo, a la vida comunitaria en la polis; anula estos derechos y, en cambio, aumenta los derechos del consumidor, siempre vinculados a un consumo que se lleva a cabo de manera individual, sin cuestionar nunca el orden de la producción y que, de hecho, terminan fortaleciendo el sistema capitalista en lugar de debilitarlo.”
“El capitalismo actual es flexible y precarizador. Disgrega a toda comunidad humana y quiere ver en todas partes al individuo sin identidad y sin vínculos, al consumidor que entabla relaciones desechables basadas en el consumo. Por eso, el capitalismo hoy ha declarado la guerra a lo que yo llamo las raíces éticas en el sentido hegeliano; es decir, aquellas formas comunitarias de solidaridad que van desde la familia a los organismos públicos como los sindicatos, la escuela, la universidad, hasta completarse en el Estado.”
“Hoy en día la categoría de ‘fascismo’ se usa de manera completamente deshistorizada y descontextualizada, para demonizar simplemente al interlocutor”
“Hay que escuchar al pueblo, sus necesidades, sus exigencias, lo que la izquierda hoy no está haciendo; la izquierda es demofóbica, es decir, odia al pueblo, odia al pueblo porque el pueblo se le escapa de las manos, ya no se siente representado por una izquierda amiga del capital y de los amos, en lugar de los trabajadores y del pueblo. Así, PC, que una vez fue el noble acrónimo identificativo del Partido Comunista de Gramsci y Togliatti, hoy son sólo las siglas del código Políticamente Correcto.”
Soberanismo
El soberanismo contemporáneo es una corriente política que enfatiza la importancia de la soberanía nacional frente a las tendencias globalistas y supranacionales. Esta ideología se manifiesta en oposición al globalismo atlantista, que promueve la integración económica, política y militar de los países bajo el liderazgo de potencias occidentales, particularmente Estados Unidos y sus aliados en la OTAN. Los principios básicos del soberanismo son:
Defensa de la Soberanía Nacional: El soberanismo pone en primer plano la defensa de la soberanía nacional, abogando por la autonomía de los estados para tomar decisiones sin interferencias externas. Se opone a la cesión de poderes a organizaciones supranacionales como la Unión Europea o a tratados internacionales que limiten la capacidad de decisión soberana.
Protección de la Identidad Nacional: Enfatiza la preservación de la identidad cultural, lingüística y religiosa de las naciones. Considera que la globalización puede diluir las características distintivas de los pueblos y, por tanto, defiende políticas que protejan y promuevan las tradiciones y valores nacionales.
Protección de la Herencia Religiosa: Abogan por la protección y revitalización de las prácticas y tradiciones religiosas que consideran amenazadas por la secularización y la globalización.
Valores Familiares: Los valores familiares tradicionales, como la importancia de la unidad familiar, el matrimonio y la crianza de los hijos, son altamente valorados. Hay un énfasis en mantener una moral y ética basadas en las enseñanzas religiosas y las costumbres históricas.
Control de Fronteras: El soberanismo aboga por un control estricto de las fronteras para regular la inmigración y proteger la seguridad y la economía nacional. Considera que la globalización ha permitido flujos migratorios que pueden desestabilizar las sociedades y afectar negativamente a los trabajadores locales.
Rechazo del Globalismo Económico: Se opone a la globalización económica que, según sus defensores, beneficia a las élites transnacionales a expensas de los trabajadores y las economías locales. Promueve políticas económicas que favorezcan la producción nacional y la autosuficiencia.
El soberanismo que conocemos como un conglomerado de nueva derecha, hace eje en la guerra cultural contra el progresismo-new letf-wokismo a quienes caracterizan como el marxismo cultural. Entre sus enemigos preferidos están Soros, el Deep State, y el Papa Francisco.
Entre los principales defensores del soberanismo, podemos nombrar a Alexander Dugin, Steve Bannon, Marine Le Pen, Matteo Salvini, Viktor Orban, Vladimir Putin, Donal Trump.
Algunas frases textuales de los soberanistas:
Steve Bannon, ideólogo de la nueva derecha norteamericana, asesor del Trump, Bolsonaro y otros líderes soberanistas, creador de la agrupación The Movement para promover una gran alianza de la extrema derecha europea.
"El movimiento populista y nacionalista en todo el mundo es una respuesta a las élites globalistas que han ignorado a las clases trabajadoras y medias. El nacionalismo económico significa que los intereses de los trabajadores y las familias estadounidenses deben estar primero. No es proteccionismo; es asegurar que nuestras políticas económicas beneficien a nuestros ciudadanos."
"El 'deep state' (estado profundo) y la burocracia permanente están en contra del presidente Trump y de su agenda. Están tratando de sabotear su administración desde dentro."
"Estamos en una crisis existencial, no solo en Estados Unidos, sino en la civilización occidental. Necesitamos volver a los valores fundamentales que nos hicieron grandes."
Alexander Duguin, filósofo y estratega político ruso, cuyo pensamiento ejerce influencia en la elite dirigente soviética actual, sus textuales:
“Necesitamos una revolución conservadora que combine lo mejor del conservadurismo y el radicalismo para restaurar el orden tradicional y contrarrestar la decadencia de la modernidad."
"La modernidad es el reino del materialismo, del racionalismo y del secularismo, que han llevado a la decadencia espiritual y cultural de las sociedades tradicionales."
"La Cuarta Teoría Política no es sólo una alternativa, sino también una negación radical del liberalismo, el marxismo y el fascismo. Es una propuesta para superar los límites de estas ideologías y avanzar hacia una nueva comprensión del mundo."
"Abogamos por un mundo multipolar donde múltiples civilizaciones puedan coexistir y respetarse mutuamente, en lugar de un mundo dominado por una sola potencia hegemónica."
Marine Le Pen, dirigente política de la derecha francesa:
"La Unión Europea es una prisión de pueblos. La verdadera soberanía reside en el pueblo, no en instituciones supranacionales que imponen sus decisiones a las naciones."
"Defender nuestra identidad, nuestra cultura, nuestras tradiciones, no es una opción, es una necesidad. Francia debe seguir siendo Francia."
"La inmigración masiva pone en peligro nuestra civilización. Necesitamos recuperar el control de nuestras fronteras y decidir quién entra y quién no en nuestro país."
"Nuestra economía debe servir a nuestros ciudadanos, no a los intereses de las multinacionales. Debemos proteger nuestra industria y nuestros empleos de la competencia desleal."
Donald Trump ex-presidente de EEUU, actual candidato:
"Soy un nacionalista. Usen esa palabra. Con orgullo. ¿Saben qué soy? Soy un nacionalista, ¿de acuerdo? Soy un nacionalista."
"Nuestra política económica puede resumirse en tres palabras muy hermosas: empleos, empleos, empleos."
"El Estado Profundo y los demócratas, un grupo de personas que trabajan para bloquear la agenda de Trump, están trabajando juntos para lograr sus objetivos."
"Rechazamos la ideología del globalismo y abrazamos la doctrina del patriotismo."
"Sin fronteras, no tenemos país. Haré que nuestras fronteras sean seguras."
"A partir de este día, una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este día, será solo América Primero, América Primero."
¿Y el peronismo?
Supongo les habrá pasado leyendo lo anterior que encuentran ideas que les resultan familiares. Hoy el espacio nac&pop es una gran coctel de lo expuesto antes, matizado con algunas frases y liturgias del viejo peronismo.
No es que hayamos comprado de forma íntegra alguna de las ideologías expuestas. Tenemos un poco de cada cosa, incluso contradictorias. Hay quienes se enfrascan en furibundas disputas por elecciones y/o conflictos en geografías distantes que conocen muy poco. Están los que dicen Trump es peronista y Biden es el deep state. Feministas que postean la foto de Putin montando a caballo con torso desnudo, desconociendo que su gobierno definió a los grupos LTGB como organizaciones terroristas.
En esta gran competencia de libres pensadores que son las redes, cada uno cree que lo suyo es parte de esa nueva construcción ideológica que puede o no llevar por nombre peronismo, o espacio nacional y popular que suena de mayor amplitud.
¿Y el peronismo? Bien, gracias. El peronismo duerme en las bibliotecas y en la memoria de la vieja generación que ya esta desapareciendo. Y se abren dos caminos.
Uno, bebernos este cóctel de ideas tal como vino de afuera para inventar uno, dos, o tres nuevas propuestas “superadoras” del viejo peronismo.
O intentar volver a las fuentes, para nutrirnos de las ideas que nos dieron origen y a partir de ellas ver que cosas necesitamos incorporar para lidiar con el nuevo mundo en que nos toca vivir.
Pero, bueno esto será para desarrollar en futuras notas. Para arrancar creí importante motivarnos a pensar sobre como llegamos hasta este presente tan duro para nosotros.