Asistimos a fenómenos nunca vistos en Argentina. Se han derrumbado los cánones pretendidamente sociales y pretendidamente compartidos de la cultura, la política y la moralidad. No podemos afirmar con honestidad que, al constituirnos como Nación desde la Revolución de Mayo, llegamos a un País con una identidad definida.
Nos preguntamos por qué ganó Milei, como si su triunfo en las PASO fuese un fenómeno. ¿Fue un fenómeno el triunfo de Milei? El fenómeno es algo que aparece, que no estaba previsto, que no se lo esperaba, pero esto fue un fenómeno sólo para algunos sectores, los que estaban adentro de cuatro paredes; sin embargo, para los más humildes, los de clase media baja y la mayoría de los jóvenes de todas las clases sociales, no había sorpresa; estaba claro que Milei era su elección. Los que no lo tenían en claro eran la clase media mediana y alta, si podríamos estratificarla así. No obstante, un hegemónico pensamiento autoritario se expresó en todos estos sectores. En los primeros, con Milei, y en los segundos, con Bullrich. No fue un fenómeno; fue una consecuencia.
El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie.
¿Aviso del límite para decidir por una sociedad justa y saludable? ¿o la tormenta de los jinetes del apocalipsis?
Cuando se llega al límite –de las fuerzas, de las esperanzas, de los afanes, del dolor, la enfermedad, de la incertidumbre, de los miedos…- uno se encuentra en el borde del precipicio; del abismo o de la muerte. Un solo paso… y al vacío.
“Una palabra humilla o enaltece, consuela o seduce. Nada dice o dice todo. Pero si nombra algo, da un significado, creándolo todo”.
Así como gestos y palabras conducen a buenas acciones, también hay gestos y palabras que producen lo contrario. Las palabras sinceras, dan consuelo y esperanza; las violentas, terminan en acciones de muerte. Y el egoísmo, el engaño y la mentira, generan injusticias.
Ya es común escuchar que muchos jóvenes, y familias jóvenes, no sólo descreen de la política, sino de la posibilidad de vivir en una sociedad económica y socialmente estable, con posibilidades de progreso y bienestar.
Ya de por sí, los jóvenes se ven ante la asfixia de una vida que no ofrece expectativas de felicidad. Hasta para constituir una familia. Ven como imposible lograr un trabajo seguro, medios económicos para vivir dignamente, y sienten que resignadamente tienen que seguir viviendo con seguridad en casa de sus padres y hasta con sus propias familias, porque encuentran que lograr una vivienda propia está fuera de su alcance. Y esto ocurre en todo el país sin excepción.
Con frecuencia Calle Angosta rerpoduce algún artículo de la excelente publicación digital SOCOMPA. En esta ocasión hay dos textos que se interrrelacionan perfectamente y puede ser oportuno leerlos juntos. Eduardo Blaustein analiza las consecuencias políticas del fallo del Tribunal Oral Federal N° 2 y - fundamentalmente- la autoexclusión que le siguió esa misma jornada titula a su texto "Cristina y un peronismo ante el abismo". Juan Pablo Csipka escribe "El sueño idiota de acabar con el peronismo" en el que parte del actual escenario en el que "La derecha más rancia y clasista, más esa parte extensa de la sociedad argentina que volvió a gorilizarse, ven con regocijo los padecimientos de CFK, los del gobierno y los del peronismo. Es el retorno de una fantasía: acabar con el peronismo para convertirnos en “un país serio”. Entre tanto, horizontes cortos, conductas miserables y la dificultad de identificar a la verdadera barbarie".
Hay continuismo porque en el Partido Político gobernante, no hay renovación democrática de sus dirigentes desde la base de quienes comparten la idea del Peronismo. El Partido Justicialista se ha encerrado en sí mismo, sin participación amplia, pública, transparente y no sólo de sus afiliados, sino de la población peronista y de la población en general. Una ciudadanía y militancia que ha soportado estoicamente hasta ahora la digitación de candidatos y funcionarios para un Proyecto Político agotado, que no ofrece ningún sueño, ninguna esperanza, ningún entusiasmo de protagonismo político y social efectivo. Porque no hay un Proyecto hecho con la gente, que se traduzca en atención de las necesidades básicas y elementales de todas las familias que merecen vivir dignamente, con trabajo y estabilidad económica, y que no depende sólo de Nación, porque la Provincia también es responsable del control precios y tarifas, y de generar fuentes laborales genuinas como hacen otras provincias.
Utopía, no es lo irrealizable. Tampoco un objetivo en el lejano horizonte, ni siquiera un sueño. Es un Proyecto construido por una Comunidad dispuesta a conseguirlo. Utopía fue la propuesta –no menos real- de Platón, con la República; la Ciudad de Dios, de San Agustín; la Sociedad Justa, de Tomás Moro. ¿Por qué no pensar una ciudad con un gobierno distinto? ¿En el sentido de que sean los mismos vecinos quienes elijan por democracia directa en cada barrio –con participación absolutamente de todos- a sus propios gobernantes y luego de entre ellos a los responsables del gobierno municipal? Luego, institucionalizar esa elección con un organismo político similar pero distinto al de los Partidos Políticos tradicionales, para respetar el sistema representativo exigido por la Carta Orgánica Municipal, que luego hay que reformar. Un organismo político que se disuelva una vez elegidos los gobernantes.
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