Jueves, 28 Noviembre 2024
Lunes, 27 Mayo 2024 09:15

De monedas y valores

Hace poco salió a la luz pública mi libro titulado “PICHANA BRITOS. Una vida peronista”. Dado que Oscar Felipe “Pichana” Britos goza de buena salud, me pareció que la mejor forma de escribir dicha semblanza biográfica era entrevistarlo, y que sea él mismo quien nos cuente sus memorias.
De modo que, al igual que su protagonista, dicha historia es verdaderamente simple y, al mismo tiempo, una obra profundamente humana. Es el relato fidedigno de un hombre que jamás ha pretendido ser más de los que es, ni menos de lo que debe ser.

¿Por qué Pichana? ¿Por qué publicar un libro sobre su vida?
Básicamente por dos razones:

  1. Porque sentí que se merecía un reconocimiento público. Es cierto que Pichana puede ser considerado un personaje polémico y controvertido. Con él no hay medias tintas, lo tomas o lo dejas, puedes coincidir con él, o no hacerlo, pero absolutamente nadie puede negar que Pichana es auténtico y fiel a sus principios.
    En general, la vida política nacional y provincial se ha caracterizado por estar dominada por la duplicidad y los aprovechados del estado. En este contexto, la vida sencilla de Pichana Britos resplandece como una joya en la arena.
  2. Porque considero que sus memorias constituyen un aporte imprescindible a la historia política de San Luis.

El libro inicia con un prólogo redactado por el Escribano Eduardo G. Mones Ruiz, cuya larga amistad con el protagonista lo convertía en el candidato ideal para esta tarea. Expreso mi sincero agradecimiento hacia él por tan generosa contribución.
Además, la obra aborda de manera implícita la siguiente pregunta: ¿Cómo abrazar una causa política sin vender el alma?

O dicho en términos más terrenales: ¿Cómo comprometerse con una causa política sin perder la integridad moral?

El ejemplo de vida del protagonista ofrece una respuesta contundente a este dilema. Sin embargo, considero importante señalar que, en mi opinión, existen dos condiciones fundamentales para abrazar una causa sin comprometer nuestros principios:

  1. La causa debe ser noble.
  2. Los motivos deben ser correctos / deben ser puros.

En este marco, el libro narra la historia de un hombre que entregó su vida a una causa que lo cautivó desde el primer momento. Es, por lo tanto, un relato de entrega total.

Por esta razón, anteriormente mencioné que esta biografía es una obra profundamente humana, ya que está centrada en las ideas y sentimientos del protagonista.

Al mismo tiempo, es una historia de superación personal. De alguien que, partiendo desde la miseria, y armado únicamente con la firme convicción de buscar el bien común, pudo abrirse camino exitosamente en la jungla política, manteniendo su esencia, sin doblegarse, expresando de manera franca sus pensamientos, y sin enriquecerse a costa del pueblo.

Por ende, el libro resalta valores humanos que han sido, son y serán imprescindibles en todo tiempo, lugar y situación.

Como podrá inferir el lector, yo observo la sociedad desde la perspectiva de abajo hacia arriba. Por este motivo, lamento que los municipios se vean reducidos a ser meros rehenes de un estado provincial demasiado obeso y sedentario.

Considero que la política desprovista de valores solo puede generar daño.

Es precisamente por esta razón que, desde el inicio, mi objetivo al escribir esta biografía ha sido mostrar al público el corazón de un individuo absolutamente auténtico y sencillo, cuyo legado trasciende la política y se enraíza en la esencia misma de la humanidad. Espero haberlo logrado.

Hasta aquí he hablado de valores, integridad y causas nobles, pero ¿será muy ingenuo de mi parte tratar estas cuestiones en la actualidad? ¿A quién le importan estas cosas viviendo en un país empobrecido?
Tengo la certeza de que aún somos muchos…

Vivimos en una sociedad que pone demasiado énfasis en la acumulación de bienes materiales, relegando los valores fundamentales a un segundo plano. Aunque es importante reconocer que no aplica a todos por igual, es innegable que existe una tendencia generalizada a menospreciar los principios que nos inspiran a ser mejores individuos y ciudadanos.

Es crucial aclarar que no estoy abogando por una actitud santurrona, soy un hombre común y corriente en muchos aspectos. Reconozco la importancia de asegurar nuestras necesidades básicas y prosperar en todo sentido, pero también es esencial recordar la transitoriedad de las posesiones.

Ahora bien, ¿Cuál es la importancia práctica de cultivar dichos valores fundamentales? ¿Dónde radica la conveniencia de reflejarlos y aplicarlos en el servicio público?

Y, finalmente, ¿Cómo inciden en nuestro destino?

Estas cuestiones nos llevan a reflexionar sobre la esencia misma de quienes somos y de cómo interactuamos con los demás. Es decir, ¿Qué clase de persona somos? ¿De los que mienten, o de los que dicen la verdad? ¿De los que dudan, o de los que tienen convicciones? ¿De los que son traidores, o de los que son leales? ¿De los que solamente buscan la gloria personal, o de los que procuran el bien común?

Como dije anteriormente, los bienes materiales son efímeros, en cambio, el efecto positivo de los buenos valores perdura para siempre. En la balanza de la vida, los valores pesan más que las monedas.

Cuando nuestros valores son claros, tomar decisiones se vuelve sencillo.

Cuando detrás de todo proyecto hay un conjunto de normas virtuosas, es decir, buenos principios y valores, se facilita la cooperación y el entendimiento a todo nivel. Esto permite que las relaciones sean más suaves, que todo fluya mejor, y aun los conflictos se resuelvan de la mejor manera.

En otras palabras, cultivar dichos valores nos impulsa a superarnos, y a construir relaciones donde el respeto mutuo sea la norma y no la excepción. Por ejemplo:

  • La humildad nos enseña a escuchar y aprender de otros puntos de vista. Y para los que están en la función pública, la humildad también es fundamental para entender que el servicio público es un servicio… por lo cual, significa estar abocado a mejorar la calidad de vida de los demás, no solamente la propia. De no ser así, no estarían representando a nadie más que a ellos mismos.
  • Las convicciones nos guían en tiempos de incertidumbre y nos mantienen fieles a nuestras promesas.
  • La lealtad tiene el poderoso efecto de generar confianza. No solo entre los miembros de un mismo equipo, sino especialmente para con nuestros conciudadanos. Implica la capacidad de sostener un compromiso. Y nos asegura que nuestras acciones estén alineadas con determinada causa, más allá de los intereses personales.
  • La integridad nos mantiene firmes y enteros ante la tentación o ataques del enemigo.
  • La sensibilidad social nos ayuda a conectar con las necesidades de los más desfavorecidos. Y para los que están en la función pública, la sensibilidad social implica por lo menos, aliviarles la carga a los que menos tienen y simplificarles la vida a todo los que emprenden, a los que arriesgan, y a todos los que generan la riqueza de esta bendita tierra.

Dicho todo esto, sería muy bueno que interioricemos en nuestras vidas los valores que deseamos ver en el mundo. Sabiendo que el éxito se mide al final del camino, y que dicho desenlace puede acontecer en cualquier momento.
Hoy más que nunca, se requiere un firme anclaje en principios y valores eternos, que den fortaleza y dirección a cualquier proyecto que emprendamos, sea político o no.

Por lo tanto, con la cabeza en alto, mantengamos la llama encendida, con la vista fija en las cosas importantes, cada acción cuenta, cada granito de arena suma, cada día es una nueva oportunidad, todos somos necesarios, teniendo muy presente qué en cada uno de nosotros, también hay una gran historia.

En resumen, adhiero plenamente a las siguientes palabras de Gandhi: “Cuida tus hábitos, porque ellos reflejarán tus valores y definirán tu destino”.

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