Un inusual elefante blanco, considerado en los países de mayoría budista como una señal de buenos augurios, nació semanas atrás en el oeste de Myanmar (exBirmania), informó este martes un medio estatal.
Al nacer, el elefante pesaba casi 80 kg y medía unos 70 cm de altura, indicó el Global New Light of Myanmar.
El animal, que nació el 23 de julio en el estado de Rakáin, cumple con siete de las ocho características asociadas a los elefantes albinos, entre ellas "ojos de color perla", "pelaje blanco" y "una cola característica", según el diario oficial.
Su madre, de 33 años y llamada Zar Nan Hla, pertenece a una empresa pública de madera, de acuerdo a lo reproducido por la agencia de noticias AFP.
La imágenes difundidas por la cadena estatal muestran al elefante, que todavía no tiene nombre, jugando en el agua con su madre.
Los elefantes blancos, muy poco comunes, son considerados como un símbolo de buena suerte en algunas culturas budistas del sudeste asiático, que las asocian con la realeza.
Según el medio estatal, existen seis ejemplares en cautiverio en Naipyidó, la capital, la mayoría procedentes del estado de Rakáin y de la región de Ayeyarwady (sur).
El periódico digital mendocino MDZol publicó una semblanza del meteorólogo mencionado. Bajo el tíitulo "Quién fue Bernardo Razquin, el meteorólogo real que pudo inspirar a "Granizo", la película de Francella que es furor".
La película "Granizo" tiene en Bernardo a un personaje clave cómo meteorólogo idóneo. Más allá de la "caritatura" de la película, en Mendoza hubo un hombre extraordinario que es parte de la historia y pronosticaba el tiempo usando la naturaleza como herramienta. Su historia.
Don Bernardo lo decía y era palabra santa: si iba a llover, lo anticipaba. Sin celular, sin estridencias y con un contacto y respeto único por la naturaleza. Tanto, que hasta se atribuyen haber pronosticado algún sismo. El comportamiento de los animales, la observación y, luego, el uso de algún rústico instrumental serían sus métodos. Al principio le decían loco. Claro, el hombre decía sin temer a la respuesta, que observaba a las hormigas, escuchaba el canto de los gallos para saber si iba a llover. Miraba la luna, el cielo y su propia conexión con el ambiente para pronosticar. Oficio no le faltaba, pues hizo ruta en gran parte de la cordillera, tenía el privilegio de los pioneros.
Los encargados del pronóstico del tiempo son estrellas de los medios. Pero ya eran personas fundamentales desde hace años. “Qué sos? Razquin acaso?”. La frase quedó como muletilla para quienes osaran mencionar alguna característica del tiempo mirando el cielo, las nubes y acudiendo a su propia percepción.
Bernardo, el personaje de la película, es representado como una especie de chamán cordobés que por inspiración adivina hasta el horario en que va a llover. Bernardo, el real, conoció el ambiente, se contactó con científicos y analizaba el comportamiento de la naturaleza. Fue la “voz y cara del tiempo” durante décadas. En radio LV10, en canales de televisión y en las calles de Mendoza, que solía recorrer con una boina en su cabeza. Sí, como le ocurre, también de manera grotesca, a Francella en la película, a Bernardo Razquin lo paraba la gente en la calle para preguntarle cómo iba a estar el tiempo o para agradecerle. No eran épocas de selfies, tampoco de redes sociales: Don Bernardo era un personaje de la vida real.
Como andinista tuvo varios hitos. Además de ser un referente, fue parte de grandes descubrimientos arqueológicos en toda la cordillera, como el hallazgo de la momia del Cerro Toro (en San Juan) y el rescate de los restos de varios andinistas. Don Bernardo solía llevar algún tipo de equipaje fijo: elementos para medir el tiempo, algún aparato de comunicación y semillas para esparcir vida donde esté. Sea en el campo, o en la que era su casa, donde hoy está la Terminal de Mendoza.
Razquin era astrónomo, arqueólogo aficionado. Meteorólogo. Andinista. Pero sobre todo, un hombre curioso. Falleció en 1988 y sus restos están hoy en el cementerio de Puente del Inca, a los pies del Aconcagua, el cerro más alto de América que el propio Razquin supo domar.
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