Durante todo el período 2016-2019, la fuga de capitales se triplicó. Incluso durante la primera etapa de auge de ingreso de capitales, la formación de activos externos de los residentes alcanzó los USD 41.100 millones. En la etapa de aceleración de salida de capitales, a partir de mayo de 2018, alcanzó los USD 45.100 millones.
Para pensar, reflexionar y debatir, les comparto algunos datos, no es necesario decir más nada los datos hablan por sí solos.
Las investigadoras Valerie Hudson, Bonnie Baliff-Spanvill, Mary Caprioli y Chad Emmet, en su libro 'Sex & World Peace' (2012) elaboraron una comparativa del número de muertes de las mujeres asiáticas en el siglo XX frente a los fallecimientos en general durante las guerras y conflictos armados en el mismo siglo. Veamos las cifras:
Las personas muertas entre la Primera Guerra Mundial y la Guerra entre Irak e Irán (1980-1988) fue de 140 millones de personas. Las mujeres asiáticas asesinadas en el mismo periodo son de casi 161 millones. Estamos hablando de que murieron más mujeres a causa de feminicidios, homicidios dolosos, abortos selectivos por sexo (se acomete cuando se sabe que será niña), desapariciones, mortalidad por falta de cuidados neonatales, muertes casuales en la cocina (una práctica común en países de la región), entre otras. En resumen, fallecen porque son mujeres y sus vidas valen menos que las de los hombres.
Murieron más mujeres, sólo en Asia, que personas en la I y II guerras mundiales, el Gran salto adelante de Mao, la Guerra de Vietnam, la Revolución Mexicana, el Tíbet, Colombia, Angola, el conflicto árabe-israelí, Sierra Leona
y varias decenas más de conflictos entre guerras internacionales y civiles.
Este estudio no incluye a las mujeres de otras regiones del mundo, entre ellas América Latina, donde se encuentran 16 de los 25 peores países del globo para ser mujer por el nivel de violencia de género.
Mujeres y niñas viven las guerras con una doble amenaza: por vivir en una zona de conflicto armado y por el mero hecho de serlo. La violencia cotidiana y las amenazas normalizadas se acentúan durante estos eventos.
Por ello, es central su participación en los procesos de negociación y de mantenimiento de la paz. Su perspectiva es diferente a la de los hombres, y tienen una mirada y experiencia que, sin duda, tiene mucho que aportar.
De acuerdo con el Indice de Paz Mundial 2020, la brecha entre los países más y menos pacíficos sigue creciendo. Los menos son Afganistán, Siria, Irak, Sudán del sur, Yemen, Somalia, Libia, República del Congo, República Centroafricana y Rusia; los más, Islandia, Nueva Zelanda, Portugal, Austria, Dinamarca, Canadá, Singapur, República Checa, Japón y Suiza. Entre unos y otros hay muchas diferencias y conflictos locales que no se visualizan e impiden que se hable de paz.
“Es hora de construir un mundo pacífico con una mirada inclusiva, y que deje de considerar la guerra simplemente como una situación de conflicto armado. Las mujeres viven una amenaza latente y cotidiana”.
Ariel Sanabria – Lic. en Trabajo Social
Norberto Ayalón es un reconocido Trabajador Social y docente de la carrera en la Universidad de Buenos Aires. Ahora, Profesor Consulto en reconocimiento a su trayectoria académica, científica y profesional a lo largo de toda su vida. Entre sus antecedentes se cuentan varios libros que han iluminado la formación de miles de profesionales a lo largo de los años y en toda América Latina. Siempre fuente de consulta y lectura sus producciones han sido un espejo donde mirar la realidad social. Entre ellas me quiero detener en un escrito de Norberto de hace unos años donde se refería a una especie de dicotomía que puede ser pensada como un dualismo totalizador en palabras de Teresa Matus. En ese trabajo, el autor ponía en debate el tema del Trabajo Social Crítico versus el Trabajo Social Nacional y Popular. Producto de sus permanentes indagaciones, esta antinomia resumía en tiempo actual, otras configuraciones identitarias de la profesión a lo largo de su historia las que definía como un “Trabajo Social liberal-oligárquico”, un “Trabajo Social popular”, y un “Trabajo Social tecnicista”.
Transcribo textual la idea de resolución de dicha disyuntiva:
“Y cabe el interrogante siguiente: “un Trabajo Social crítico”, ¿puede no ser “nacional y popular”? Y “un Trabajo Social nacional y popular”, ¿puede no ser “crítico”? Si “un Trabajo Social nacional y popular” no es crítico, ¿qué sería? ¿acrítico y ciegamente obsecuente? Si “un Trabajo Social crítico” no es nacional y popular, ¿qué sería? ¿antinacional y antipopular? Claro que hay que recordar que, en el campo propiamente político, en nuestros países ha habido (y hay) una “izquierda nacional” y una “izquierda antinacional”.
Me adelanto rápido, intentando emular la contundencia de hace más de tres décadas: un Trabajo Social “crítico” debe ser “nacional y popular”. Y un Trabajo Social “nacional y popular” debe ser “crítico”. (Alayón, Buenos Aires, Mayo de 2012) Disponible en http://www.ts.ucr.ac.cr/binarios/pela/pl-000435.pdf
El libro que reseño viene a responder de la manera más concreta y contundente sobre lo que significa el compromiso de la profesión con la realidad, donde el autor pone en juego su posición profesional, académica, ética y política para leer y transmitir en tiempo real las características del proceso neoconservador y neoliberal que encarna el macrismo y el nivel de afectación de este proyecto político en las clases populares, siguiendo el mandato de la definición de la disciplina en nuestra Ley 27072 donde dice que las banderas de la justicia social y la defensa irrestricta de los derechos humanos guían nuestras intervenciones profesionales.
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