El reciente aumento del 170% en las dietas de los senadores nacionales ha desencadenado una ola de indignación entre la población, especialmente cuando se compara con los ingresos de los jubilados. La disparidad entre los ingresos de estos dos grupos es impactante: mientras que un jubilado necesita dos años y medio de haberes para igualar el sueldo mensual de un senador, los integrantes de la Cámara alta han aumentado sus ingresos a más de $7 millones en bruto. Con haberes mínimos, los jubilados apenas reciben una fracción de lo que ahora ganarán los senadores. Este aumento desproporcionado ha generado críticas hacia los legisladores, especialmente hacia figuras como Martín Lousteau, quien fue duramente cuestionado por su papel en la votación que aprobó el incremento en las dietas del Senado. Lousteau argumentó que el aumento estaba acordado con todos los bloques del Senado y defendió su postura, señalando que algunos senadores ganaban menos que ciertos empleados del gobierno. Sin embargo, su explicación no ha logrado calmar la indignación pública, ya que muchos consideran que el aumento es excesivo y no refleja la realidad económica de la mayoría de los ciudadanos. La brecha entre los ingresos de los senadores y los jubilados es un reflejo de las desigualdades en la sociedad, y este reciente aumento solo ha servido para resaltar aún más estas disparidades. Mientras tanto, la indignación popular continúa en aumento, y la necesidad de una distribución más equitativa de la riqueza se vuelve cada vez más evidente.