Viernes, 22 Noviembre 2024

No volver mejores, volver

Publicado el Viernes, 26 Agosto 2022 18:06 Escrito por Sebastián “Rinconet” Fernández para kranear.com.ar

El Frente de Todos tiene un dilema: aunque haya sacrificado su agenda, en cuanto a las formas y sobre todo en la política, no logró disminuir la furia del poder real, que ahora tiene cara de un juicio grotesco en contra de CFK, quien a través de un contraataque fenomenal, impulsó la única respuesta posible frente al Lawfare: la movilización popular.

El gobierno de Cambiemos dejó un país con más pobreza, más indigencia, más desempleo, más inflación y una deuda impagable, cuya componente en pesos incluso defaulteó. La anunciada lluvia de dólares resultó ser de adentro hacia afuera, ya que la fuga fue colosal, aún para los estándares generosos de la Argentina. Además, a diferencia de lo que ocurrió durante los gobiernos kirchneristas, esa fuga fue financiada con deuda, no con recursos extraídos de la economía real.

El gobierno de los contratistas del Estado liderado por un ingeniero de ojos azules concluyó su mandato con 60% de la obra pública frenada por falta de financiación, como lo constató el actual ministro del área, Gabriel Katopodis. El mejor equipo de los últimos cincuenta años no logró impulsar ese crecimiento que anunciaba como inevitable a partir de su llegada y dejó una economía más exigua que la que recibió.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mayor aporte de campaña de la historia, fue el último manotazo de un modelo basado en el ingreso irrestricto de dólares para especulación y que a principios del 2018- apenas dos años después de la llegada del mejor equipo- buscaban salir. La mayor parte de ese préstamo-aporte de campaña financió la fuga de especuladores, una timba financiera garantizada por deuda pública que condicionará la economía del país en las próximas décadas.

Sin embargo, pese a los pésimos resultados de su breve gestión, los integrantes de Juntos por el Cambio no prometen volver mejores ni tampoco revisar esas políticas que tantas penurias les generó a los argentinos (en rigor de verdad no a todos, sólo a la mayoría). Tampoco los medios serios piden correcciones. Si por alguna extraña broma del destino volvieran al poder- como lo han adelantado tanto el director técnico del Club Social y Deportivo Los Abrojos como la ex Gobernadora Coraje o la ex Ministra Pum Pum -, harían lo mismo que hicieron entre diciembre del 2015 y diciembre del 2019 pero más rápido. Vemos ahí la única aparente autocrítica: las políticas se aplicaron con lentitud. Es la famosa teoría del gradualismo: al parecer, la pérdida de 25% del poder adquisitivo de sueldos y jubilaciones o el crecimiento explosivo de la deuda en dólares en apenas cuatro años fue demasiado gradual. Hay algo mágico en ese diagnóstico: de ser llevado a cabo de forma más veloz, lo malo transmutaría en algo bueno.

Del otro lado de la grieta, los gobiernos kirchneristas dejaron un mejor país que el que recibieron, algo infrecuente en nuestra historia reciente. En 2015, todos los sectores de la sociedad- empresarios, trabajadores, cuentapropistas, jubilados, amas de casa, inversores- estaban en una mejor situación que en el 2003. La pobreza y el desempleo disminuyeron en esos años mientras las jubilaciones y salarios ganaron en poder adquisitivo. Gracias a las moratorias previsionales, millones de jubilados del sector informal o jefas de hogar pudieron percibir un haber mínimo mientras que el fin de la estafa legal de las AFJP permitió constituir un fondo para dar sustentabilidad a esa inclusión. Con la AUH disminuyeron los índices de pobreza e indigencia y se consolidó un derecho que hoy ya nadie pone en duda. La expropiación de YPF permitió el control de Vaca Muerta, que asegura una notable fuente de hidrocarburos no convencionales. El eterno drama de nuestro país, el peso de la deuda en dólares, fue controlado e incluso pudimos sacar de la mesa de decisiones a ese FMI que Macri volvió a traer.

Paradójicamente y pese a esos resultados, los medios serios al kirchnerismo sí le exigen una autocrítica desde la derrota del 2015. Pareciera que no ganar un cuarto período presidencial seguido requiere de esas explicaciones que Macri no tuvo que dar por perder en primera vuelta, pese al apoyo del establishment, los medios, la embajada de los EEUU y el enorme aporte de campaña del FMI. Esa exigencia no sólo viene desde afuera del espacio kirchnerista sino también desde su propio seno. Así nació la toxina del “volver mejores”, la promesa de no repetir modos o formas (el “cerrarse hacia adentro” simplificado en la crítica a 678, las cadenas nacionales o los Patios Militantes), que explicarían el revés electoral.

Ese diagnóstico incurre, a mi entender, en un doble error. El primero consiste en creer que podemos definir con precisión quirúrgica las causas de la derrota del Frente para la Victoria. Teniendo en cuenta que fue en segunda vuelta y por una diferencia exigua cualquier razón podría justificarla: el exceso de patios militantes o su escasez. Por otro lado, y más grave aún, el segundo error olvida la componente política del rechazo que los gobiernos kirchneristas, en particular los de CFK, generaron en nuestro establishment. Pensar que ese rechazo frontal se explica por las cadenas nacionales o los informes de 678 es subestimar a ese poder real.

El dilema del gobierno del Frente de Todos es que, aún sacrificando a su propia agenda, no sólo en las formas sino sobre todo en la política, no ha logrado disminuir la furia del poder real. Ocurre que el objetivo de ese poder es un “seguro contra CFK” y demonizar y desgastar a Alberto le parece el paso necesario para lograrlo.

En unos pocos días, CFK volvió a la centralidad política con una presentación en Youtube referida a la causa Vialidad. La encuadró en el marco político en el que debe ser encuadrada, mostrando a la vez los hilos de la persecución judicial y, sobre todo, explicando que no es una persecución hacia ella o hacia el peronismo sino hacia un modelo político y, al fin de cuentas, hacia los derechos de las mayorías. Le habló a la militancia, a los votantes o ex votantes del Frente de Todos y a la ciudadanía en general, e impulsó la única respuesta que existe frente al Lawfare a cielo abierto que padecemos en estos días: la movilización popular.

No se trata de volver mejores, sólo de volver.

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