‘The Batman’, dirigida por Matt Reeves, toma distancias con las convenciones más fantasiosas del audiovisual superheroico. El resultado es una especie de ‘super-noir’ de acción e investigación en una ciudad corrupta hasta la médula. Por Ignasi Franch (EL Salto).
Batman nació en 1939 siendo un eslabón más, que se convertiría en especialmente exitoso y comercialmente explotable, de una larga cadena de héroes de la ficción pulp. Como los terratenientes El Zorro (cuya primera aventura se publicó en 1919) y su variación española El Coyote (que debutó en 1943), como The Shadow (que debutó en un serial radiofónico en 1931) o como aquel aristocrático Robin Hood cuya leyenda se metamorfoseaba desde el folklore oral, Batman era un justiciero perteneciente a una élite social. El Hombre Murciélago era un hijo de millonarios que se había embarcado en una doble vida como vigilante para gestionar un trauma infantil: haber sido testigo del asesinato de sus padres a manos de un atracador.
Quizá la proliferación de héroes pudientes tenía sentido en un contexto histórico de nula porosidad de las clases sociales. Psicoanalizando la pulp fiction, podríamos entender que estos personajes fijaban un relato de impotencia ciudadana. Un ricachón tenía que protegernos porque nosotros mismos no podíamos hacerlo. Porque El Zorro o The Shadow sí disponen de amplios recursos económicos y logísticos. Y porque las respuestas colectivas o cooperativas que implican cuestionamientos radicales siempre han tenido un encaje complicado dentro de la cultura pop industrializada estadounidense.
La visión del mundo que han proyectado algunas de estas aventuras de justicieros de las élites ha llegado a ser sorprendente. En la versión estrenada en 1940 de La marca del zorro, los espectadores son trasladados a una California donde otrora reinaba la armonía. En ausencia del protagonista, el gobierno benévolo de su padre terrateniente ha sido desplazado por una tiranía de violencia institucional e impuestos confiscatorios. La llegada del héroe inspira una rebelión reactiva. La escena final de campesinos y propietarios luchando codo con codo para restablecer la paz social tiene algo de fantasía interclasista que quizá solo se puede concebir si se contempla la realidad desde una cierta altura de la pirámide socio-económica.
De alguna manera, estas ficciones (conservadoras) exploraban los puntos de encuentro posibles entre el mundo burgués y las clases populares a través del señalamiento de enemigos comunes. Los aristócratas y sus privilegios hereditarios podían ser un objetivo, o también las cargas fiscales impuestas en los pasados históricos de monarquías absolutas o de estados carentes de iniciativas sociales que diesen un destino comprensible y visible a la fiscalidad. Sin cuestionar el estado de las cosas, estas historias proporcionaban una cierta satisfacción (mediada por las acciones del justiciero-ricachón) al público popular. Porque se escenificaba la caída de algún gobernante corrupto, de algún cacique, de algún empresario criminal.
Todo está podrido, pero no todo está podrido
A diferencia de la tendencia a la alegría y luminosidad de las aventuras del Zorro o Robin Hood, las aventuras cinematográficas de Batman han tendido (con excepciones como el largometraje sesentero o el barroquismo hortera que dominaba Batman y Robin) a mostrar unos paisajes más tenebrosos. Al fin y al cabo, su mismo protagonista es un hombre de vida dual y más bien inquietante. Y la Gotham City donde reside tiene a funcionar como el reverso gótico de la Metropolis de Superman.
Los responsables de ‘The Batman’ ensayan un giro escéptico: la inversión con fines de progreso social deviene una fuente de corrupción.
Si Batman begins hablaba de las infraestructuras como intento de vertebración de una mejora social colectiva, los responsables de The Batman ensayan un giro escéptico: la inversión con fines de progreso social deviene una fuente de corrupción. Esta temática dota de cierto aire de cine negro a una narración que intenta tomar muchas distancias con las convenciones más estridentes del audiovisual superheroico. Se potencia ese Batman más detectivesco que no había tenido demasiado peso en sus encarnaciones fílmicas previas. Y la apuesta por la fantasía moderada permite centrar la propuesta en la exploración sensorial y sensacionalista de un cierto vómito de malestar.
Si Joker podía guiñar el ojo a Scorsese, The Batman también mira atrás en busca de un referente o un paraguas de prestigio estilítico. Este super-noir lluvioso y de iras contenidas, espectacularizador hasta cierto punto, intenta acercarse al thriller setentero comercial, sucio y feísta, de Sidney Lumet (Serpico) y compañía. O a continuadores neoclásicos como Zodiac, aunque el resultado quizá se acerque más al talante shocker de Seven. El resultado no deja de lado algunos peajes del audiovisual multimillonario, franquiciado y franquiciador: un par de escenas de acción aparatosa, la consabida acumulación cansina de desenlaces y un lanzamiento final de hilos que retomar en nuevas películas.
‘The Batman’ es una película fundamentada en una narrativa mítica que se relaciona de manera problemática con el mundo real.
Aunque se opte por el realismo entre muchas comillas, The Batman es una película fundamentada en una narrativa mítica que se relaciona de manera problemática con el mundo real. A falta de cargas de profundidad, los autores se fijan en las puntas del iceberg de lo que no funciona. Por ejemplo, no se articula un apunte crítico sobre las consecuencias gentrificadoras y excluyentes de las reformas urbanísticas, al estilo del reciente (y apreciable) noir Húerfanos de Brooklyn. La premisa es algo más rudimentaria: sencillamente, el dinero puede desaparecer con más facilidad cuando está diluido en un fondo de desarrollo enormemente dotado.
El realizador Matt Reeves (Amanecer del planeta de los simios) y su equipo lanzan otros dardos con punta de velcro. En el filme, el Hombre Murciélago sigue el rastro de una vieja trama de corrupción de las autoridades políticas y policiales que alcanza a la herencia familiar del protagonista, históricamente representado como un hijo de benefactores. En Batman begins, por ejemplo, se mencionaba que el padre de Batman casi arruina su empresa porque combatió la pobreza durante una depresión económica.
En The Batman, en cambio, se problematiza hasta cierto punto esta herencia recibida mediante la revelación de un pecado del pasado: un momento concreto de debilidad personal embrutece el legado. No es que su fortuna hubiese sido acumulada de maneras explícitamente abusivas, ni que hubiese sido empleada voluntariamente con usos perversos. El patriarca falló, pero su fortuna está limpia. Así que el héroe puede seguir pagando la factura de combustible de su Batmobile sin demasiados cargos de conciencia.
We can(not) be heroes, just for one day?
En The Batman no hay una gran mascarada superheroica, aunque no falten los disfraces. Comenzando por la capucha que emplea el protagonista y continuando por la que usa un Enigma que encarna los riesgos de la seducción populista al estilo del Bane de El Caballero Oscuro: la leyenda renace. En paralelo, se ponen límites al habitual paralelismo entre los trastornos del Hombre Murciélago y algunas de sus némesis. El revanchismo homicida de este último, que acaba propulsando asesinatos al azar, le aleja del justicierismo de orden (inquietante) que defiende Bruce Wayne.
A pesar de su apariencia furibundamente desencantada, ‘The Batman’ acaba conectando con el contradictorio estado anímico de ese neoliberalismo que estimula la desconfianza y la desolación antipolítica.
La música sacó su esperado disco Mojigata. Abiertamente lesbiana y feminista, puso patas para arriba el mundo tradicionalmente masculino del rock. En junio, lo presentará en el Luna Park.
No existe lesbiana fanática de la música que no conozca – e incluso hasta cierto punto venere – a Marilina Bertoldi. Esto no es un mero indicativo de una moda musical ni de aquello que suena en la radio; da cuenta de una larga trayectoria de parte de una artista versátil pero consistente, con un sonido único y rockero como pocos. Da cuenta de una artista que siempre levantó las mismas banderas.
Cuando hable con Presentes, Marilina nos contará que a ella no le costó salir del clóset públicamente. Ni siquiera lo decidió: simplemente sintió que estaba bien decirlo. Así fue como, a través de un acto casi instintivo, se convirtió en un ícono, un faro de representatividad en el medio del mundo masculino, cis y heterosexual del rock.
Basta con verla en un escenario, luciendo trajes y anteojos de sol, moviendo las caderas casi como Elvis mientras toca su guitarra eléctrica para entender que no solo pertenece a ese mundo, sino que ella, una mujer abiertamente lesbiana, hoy es la viva imagen del rock, y un personaje crucial en la escena musical actual.
Después de su último y muy exitoso disco Prender un Fuego, por el que ganó el Gardel de Oro en 2019 – y se convirtió así en la segunda mujer y primera lesbiana en recibir el galardón – Marilina lanzó Mojigata. Si Prender un Fuego era una explosión de energía hacia el afuera, Mojigata nos invita a conmovernos y excitarnos en un viaje hacia adentro.
-¿Cómo describirías tu último disco, Mojigata?
-Todos los artistas ahora tienen entre 15 y 25 años, entonces la música se volvió muy viciosa de un discurso sobre cómo es el amor, cómo es el sexo, la salida a la joda, los problemas, de parte de niños. Siento que este disco habla desde un lugar de una adulta joven. Es una mujer hablando, no soy una niña que está haciéndose la pendeja. Y eso, para empezar, es algo que yo quería tener en el siguiente disco, algo que no podía no pasar. Lo mismo con el concepto de mojigata y la foto; sentía que tenía que tener otra cosa, otro aire. Las letras son de mis letras favoritas que hice hasta ahora. Siento que realmente es un calco de una época, de un momento y de problemáticas que realmente me pasan. La compuse y lo produce todo en pandemia. En este caso yo era la persona adecuada para producirlo, porque tenía ciertos requerimientos muy específicos tema a tema; solo yo entendía cómo tenía que sonar. Este disco es hasta ahora mi favorito. El proceso de hacerlo fue el más sano, siento que no estuve limitada por nadie. Así que todo lo que se escucha ahí es solo una decisión mía y muy consciente. La verdad es que estoy muy contenta.
– ¿Cómo te parece que encaja con el resto de tu trayectoria?
-Es distinto, aunque está dentro de cierta estética que manejo y cierto color que es mío. Es la primera vez que hago un disco de rock conscientemente diciendo “voy a hacer un disco de rock”. Antes componía y a veces me salía un tema medio rockero y cada tanto uno medio popero. Esta vez quise hacer un disco clásico de rock. ¿Qué es clásico para mí? Fui a mis referencias, que son más de los noventa, y las mujeres de los noventa, sobre todo. Hay mucha influencia de Sheryl Crow, de Fiona Apple -hay un tema que es una referencia calcada de ella-, de Beck también tengo un poco. Esos noventa de esa gente que no era la main. Eran conocidos obviamente, pero eran más los outsiders dentro de esa época, los que no eran los cool. No eran Nirvana.
-Es un poco lo que te pasó a vos. Vos venís de algo más under y con Prender un Fuego accediste a un ambiente más mainstream. ¿Sentís que te cambió la forma de hacer o pensar la música?
-Por suerte no, mejor. ¿Sabés por qué? Porque fue gradual. No es que un día aparecí, subí un video y de repente estaba tocando frente a 20.000 personas. Todo tuvo una lógica y fue súper orgánico en cómo fue creciendo paso a paso. De todos modos, lo que siempre sorprende es la atención de la gente hacia lo que uno hace. Hasta que no lo sacás no sabés si realmente te van a seguir bancando con eso. Yo nunca voy a hacer nada para mantener al público. No lo quiero retener, quiero que la gente escuche si le gusta y fin. La prioridad es que me guste a mí. Y sigue pasando, me sigue gustando a mí y viene la gente a verme y yo no lo puedo creer.
– ¿Cómo surgió la idea de los videos de “Amuleto” y “La Cena”, y de las colaboraciones con Javiera Mena y María Riot?
-Javiera es la única que participa en el disco, en el tema “Amuleto”. Cuando empecé a pensar junto a Miche, que es quien dirigió el video de “Amuleto”, qué queríamos mostrar en “La Cena” se nos había ocurrido hacerlo en el campo porque yo soy de ahí. Empezamos a hablar de que tenía que tener una pareja ahí, y yo le dije “María Riot es perfecta”. Tengo amor absoluto por María. Hacía rato que quería hacer algo con ella, pero no sabía bien qué. Di con ella en el auge del feminismo, entrando en esta nueva ola que habrá sido hace seis años. La había escuchado de casualidad en la radio y me flasheó porque nunca había escuchado la perspectiva de una trabajadora sexual. Además, me parecía una artista increíble y súper completa, un ícono. Por suerte se copó a venir porque no está viviendo acá, está viviendo en España.
-Los videos tienen contenido sexual hecho por lesbianas para lesbianas. ¿Cómo trabajaron para alejarse de la mirada más fetichista, la que va dirigida a los hombres que les excita ver dos mujeres?
-Siempre fue ese el miedo, el de caer en ese cliché. Básicamente, con Miche nos sentamos y dijimos “¿qué nos gustaría ver a nosotras?” En “La Cena”, lo primero que nos planteamos fue “no seamos tan binarias». Que la que es más chonguito haga cosas que no son tan de chonguito.” Y después dijimos, “¿por qué no hay que ser binarias con esto? Hagámoslo, si esto ni siquiera estuvo representado de otro modo”. La vuelta de rosca de parte del lesbianismo es que el rol de María no es de pasiva ni de una mina que no tiene fuerza. Ella es la que está con un arma y la que en realidad dispara y me enseña a disparar. Es una mujer que se vale por sí misma, no es indefensa.
-Se nota que son dos mujeres que ya son lesbianas, que se ven y se gustan. No es que gustarse es parte de un problema, como pasa mucho en ciertas narrativas.
-Eso es algo que también queríamos esquivar, esta cosa de que siempre tenemos que estar mostrándonos como que a pesar del mundo. Acá estamos en el medio del campo porque no queremos que nos rompan las pelotas y queremos hacer nuestra vida, fin. No hay nadie más. Después todo el resto se desenvuelve súper naturalmente.
– ¿Cómo te preparás para la presentación de Mojigata en el Luna Park?
-Me emociona un montón. Va a haber un pogo súper lesbiano. Me hizo falta el vivo durante la pandemia. Faltaba la gente saltando, faltaba eso que tiene el rock. Poder tomarte una birra, fumarte un pucho, venir vestido como quieras porque vas a chivar; sentirte en casa. Lo que tienen mis pogos es que son mayoría mujeres, entonces de repente están en tetas. Es fantástico, se sienten muy seguras. ¿Qué mejor que eso? Sentirte segura en un lugar así y además estar cantando con pibas.
– ¿Cómo encarás el salir al escenario? Hay algo de pose y de personaje al tocar en vivo.
-Yo me enojo antes de salir a tocar. Me agarra como si saliera un toro. Voy a las piñas porque siento que es la energía que requiere estar ahí cantando esas canciones en este momento frente a ese público. No sos vos, es como un paréntesis en tu vida donde vos sos esta otra persona en la que podés depositar un montón de cosas que sos pero potenciarlas un montón. Yo soy como mi heroína en el escenario y es ese personaje donde soy todo lo que desearía ser todos los días. Soy una villana porque también si hay algo que deseo es ser una persona mucho más confrontativa con la gente que es una porquería.
-Javiera Mena dice que ser lesbiana es una forma de activismo. ¿Estás de acuerdo? Ser abiertamente lesbiana y hacer música, ¿es hacer activismo?
-En esta época, inevitablemente sí. Decirlo es ya una cuestión súper política y ocupando ciertos espacios más que nunca. Yo miro a mi alrededor y la verdad es que soy la única en el espacio que yo ocupo. Y no solo que lo ocupo como lesbiana sino también como mujer. La falta de diversidad es absoluta. Venimos de épocas de luchar por tanta representatividad y visibilidad en todos los sentidos, todo lo que no sea lo que venimos viendo siempre que son hombres heterosexuales, cis. Al final, terminamos en una época en la que sí hay más mujeres que antes, definitivamente, pero lo único que logramos es que los hombres heterosexuales cis cambien un poco. De repente, ellos son lo queer ahora, porque ahora se pintan las uñas. Es sorpresivo. Me parece bien igual porque creo que si hay algo que le va a hacer bien a la humanidad es que los hombres heterosexuales empiecen a soltar esas presiones que tienen de ser esta estructura sólida, rígida que no tiene ningún tipo de sensibilidad. Que la feminidad no es una mala palabra y que es algo que también les pertenece. Eso me parece que es una victoria. Pero al final las victorias son siempre más de ellos que nuestras incluso cuando son nuestras luchas, con nuestros cuerpos o nuestras vidas. Es gracioso; es una risa-llanto.
Marilina Bertoldi presentará Mojigata el 19 de junio en el Luna Park. Las entradas para el show ya están disponibles aquí para su compra.
Acá podés escuchar el disco completo.
Biribiri Récords, la cuenta que suele hacer mezclas insólitas de canciones y artistas, unió la película 'Esperando la Carroza' con 'Rapsodia Bohemia' de Queen.
Y sí. Biribiri Récords lo volvió a hacer. Esta vez como regalo para sus seguidores, una deliciosa creación que integra en un sólo video la melodía del icónica balada/Rock/operística de Queen, "Rapsodia Bohemia", con el clásico del cine costumbrista argentino "Esperando la Carroza".
De manera magistral la edición del video va acompasando las frases más célebres de este emblema del cine nacional con los acordes muy variables de la popular canción que fuera elegida como la más escuchada creación musical del siglo XX.
Quizás el hecho de que la canción repite varias veces la palabra "Mamma", también utilizada permanente en 'Esperando la Carroza', haya sido el punto de inspiración para estos verdaderos próceres de la edición musical y de video, que logran la cadencia adecuada para compaginar cada frase del film con los diferentes momentos de la obra de Freddy Mercury, el líder de Queen.
ncluso el segmento claramente operístico, tan polémico en la época que se conoció Rapsodia Bohemia, encuentra el ritmo adecuado al montárseles las líneas dichas por China Zorrilla, Betiana Blum, Luis Brandoni, Enrique Pinti, Darío Grandinetti, Andrea Tenuta y varios interpretes más de la película.
En apenas dos minutos los autores de este cruce de estilos (y en este caso de registros), logran hacer coincidir la lógica de la canción en la que el interprete le cuenta a su madre que asesinó a alguien, con los momentos más hilarantes del film de Alejandro Doria con guión de Jacobo Langsner.
Biribiri ha mezclado artistas como Divididos con Billy Joel, cruzando estilos musicales de lo más variados y heterogéneos, pero este "crossover" cinematográfico, dio un paso adelante en materia de originalidad e innovación.
Morcheeba es algo más que un nombre picante (significa 'el camino del cannabis'). Es uno de los tres vértices del triángulo sagrado del trip-hop (Massive Attack y Portishead son los otros dos), una palabra icónica de la música británica de los felices años noventa.
Ross Godfrey y Skye Edwards son "Morcheeba", una banda británica que mezcla influencias de trip hop, blues y pop. A mediados de 1990, los hermanos Godfrey (el DJ Paul Godfrey y el multi-instrumentalista Ross Godfrey) unieron al grupo a Skye Edwards como vocalista. Cinco álbumes más tarde, en el 2003, Edwards dejó la banda. En el 2005 Morcheeba grabó otro álbum junto a Daisy Martey (anteriormente parte de la banda Noonday Underground) para reemplazar a Edwards como vocalista. La voz de Edward se había vuelto una parte integral del sonido de Morcheeba, y la nueva cantante tuvo que afrontar duras críticas tanto de parte de los fans como de los críticos de música. En los últimos shows en vivo los hermanos Godfrey han reemplazado a Martey con otra vocalista, Jody Sternberg.
1995 – presente (27 años)
London, England, Reino Unido
Calle Angosta | Periódico Digital. Publicación digital con artículos de interés en diversas temáticas, con selección de textos, imágenes, audios y vídeos.