Domingo, 24 Noviembre 2024

¿Naturalizar la política? ¿Naturalizar la desigualdad? ¿La antidemocracia?

Publicado el Domingo, 25 Septiembre 2022 11:02 Escrito por

Siempre recuerdo un wéstern, donde un médico del lejano oeste le comentaba sorprendido a otro de cuánto se parecía internamente el cuerpo de los “pieles rojas” al de los “blancos”, a pesar de que eran “animales”. Naturalizaba la discriminación cultural.

Cuando los grupos hegemónicos de una Cultura buscan que se naturalicen ideas, costumbres y creencias, es porque persiguen la dominación. Y no nos referimos a lo que es propio de la Naturaleza, sino a la naturalización de ideas para la dominación.

Así, se naturalizó el racismo, el apartheid, el patriarcado, la exclusión de inmigrantes y pobres entre otras estigmatizaciones –aún vigentes. Y esta naturalización de ideas, generalmente acompañada del discurso político de los que tienen el Poder, genera frustraciones, odio y resignación en la población, justificándola como “lógica” y “natural”, paralizando cualquier esperanza.

Pero aceptar el falso sentido común de los Medios y del discurso de los políticos, también es complicidad de dominación. Igual cuando se naturaliza que los dirigentes de un Partido elijan caprichosamente a dedo a sus candidatos, y que los afiliados y militantes lo acepten sin protestar, pensando que “naturalmente” hay dirigentes que no se pueden cuestionar, lo cual no es, sólo una falacia, sino obsecuencia y complicidad con la injusticia que aceptan.

También cuando los gobernantes nombran en las instituciones públicas a funcionarios que no hayan accedido por concurso y carrera, lo que tampoco corresponde ni da lugar a prerrogativa alguna, aunque esté en su competencia.

Dejar que un gobierno fije arbitrariamente normas para la conveniencia de sus gobernantes, y que legisladores y funcionarios las avalen con leyes, aunque sea legal, es una injusticia.
A la población, también se la somete con leyes. En esta distorsión legalista -propia de la falta de periodicidad de funciones y eternidad en el poder de la burocracia política-, la gente se encuentra encorsetada, pensando que no hay salida para elegir otro tipo de gobierno y democracia. Eso es naturalizar la realidad política.

Es en las provincias y localidades pequeñas, como San Luis y Villa Mercedes, donde más se acentúa esta dominación y parálisis de opciones. Parece que tanto el oficialismo y la oposición, están en otro mundo, obsesionados por el electoralismo y negando la realidad que golpea a sus puertas: la falta de decisiones políticas valientes sobre el costo de vida y la energía, la ausencia de trabajo por la inacción del Estado como garante de la producción, del comercio y servicios públicos esenciales de calidad, indiferente a comprometerse con la economía de los hogares y de sus jubilados de los que nadie se hace eco, todo ello pese a la gran coparticipación declamada, justificando su inoperancia en la situación económica nacional.

Nos preguntamos: ¿qué responsabilidad le cabe al gobierno provincial dentro de ese marco nacional? La población, ¿pidió el “alambrado” de la Provincia? Los referentes de la política nacional en la Provincia que antes eran críticos, ¿dónde están? ¿Qué responsabilidad tienen en el mantenimiento de ese alambrado? ¿Acaso el Gobierno Provincial no es federal? y el federalismo, ¿no es el derecho a la autonomía de cada jurisdicción a tomar sus propias decisiones establecido por la Constitución? ¿Por qué tampoco hay decisiones políticas autónomas en las localidades del interior, cuyos gobernantes son responsables de su gente?

Hoy se naturaliza la politiquería de muchas formas; como aceptar que solamente con plata se gana una elección, comprando votos y conciencias, comerciando con la necesidad de la gente; se naturaliza cayendo resignadamente en la polarización para votar el mal menor, en lugar de un sueño mejor; se naturaliza pensando en la falsa opción de esperar otra elección para que cambie el gobierno en lugar de hacer las cosas distintas ahora; se naturaliza cuando se piensa que el opositor político es un enemigo al que hay que combatir en lugar de dialogar y acordar; y se naturaliza respetando un legalismo absurdo que beneficia a los políticos y de ninguna manera al Pueblo, que sí puede salir de su situación.

No hay que dejar que ninguna injusticia se naturalice. Porque ningún camino nuevo es imposible.

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