Termina otra semana trepidante en la que no tuvimos noticias de la lluvia de inversiones pero tampoco de la Pobreza Cero; es decir, una de cal y otra de arena. Además, el ministro de Agroindustria, Luis Etchevehere, recibirá un bono de fin de año por parte de la Sociedad Rural que antes presidía, lo que prueba que el presente no es tan duro para los trabajadores como algunos persisten en denunciar.
El premio recibido por Etchevehere habría generado una pequeña crisis meritocrática en el gabinete: el ministro de Energía, Juan José Aranguren, reclamaría que Shell haga lo mismo con él, mientras que Oscar Aguad, nuestro evanescente ministro de Defensa, exigiría del directorio de Clarín un premio por “la labor llevada a cabo como ministro de Comunicaciones”.
En medio de la comprensible alegría de los funcionarios, algunas voces impiadosas criticaron al gobierno por no haber conseguido luego de dos años de gestión ningún éxito en materia económica, salvo el endeudamiento masivo que- en rigor de verdad- es más un legado de la pesada herencia kirchnerista que una virtud del mejor equipo de los últimos 50 lustros. Son denuncias injustas y malintencionadas: tal vez el gobierno no tenga ningún logro económico para mostrar pero debemos reconocer que, en plena guerra con Irán, frenó una guerrilla mapuche-iraní, un golpe anarco-trosko-peronista e incluso un magnicidio. Todo no se puede.
Es cierto que si nuestro presidente decidió tomarse una breves vacaciones navideñas en la Patagonia, es lícito pensar que la guerrilla mapuche-iraní que asolaba esa región e incluso había llegado al Obelisco ha sido reducida; pero los peligros del golpismo anarco-trosko-peronista siguen vigentes, así como la guerra contra Irán que descubrió el imaginativo Dr. Bonadio luego de dos décadas de pasar inadvertida.
Ocurre que las amenazas que acechan al presidente nada tienen que ver con las dificultades que pudo conocer su predecesora durante la larga noche kirchnerista. Sin ir más lejos, en 2013 la diputada Patricia Bullrich alentaba “la lucha callejera (...) para lograr un cambio" pero lo hacía en defensa de la democracia, como hacen los opositores a Nicolás Maduro, y no con fines golpistas, como quienes marchan en contra de la reforma previsional.
Enfrentar golpistas, como hace Mauricio Macri, es una tarea mucho más compleja que escuchar los reclamos de quienes- junto a la diputada Patricia Bullrich y varios funcionarios actuales- se negaban a ser Venezuela, ese país en dónde la policía reprime la protesta social.
Pasa lo mismo con la clase media: como el kirchnerismo la detestaba, buscaba denigrarla subsidiándole los servicios, el transporte y el fútbol; en cambio Cambiemos, como la venera, ha decidido dejar de denigrarla, subiendo tarifas y eliminando FPT, lo que sin duda requiere de mucha valentía.
Del mismo modo, mientras el kirchnerismo fue acusado de toquetear el IPC y estafar bonistas, una tarea que no requiere de gran valor, el macrismo decidió toquetear el cálculo de la ANSES para estafar jubilados. Y como todos sabemos, ser débiles con los fuertes y fuertes con los débiles requiere de mucha audacia y determinación.
Ese presidente audaz recibió con gran pesar la noticia del fallecimiento de Thomas Griesa, “el primer juez que se animó a ponerle un límite a los Kirchner”, según escribió con veneración Pablo Wende en InfoBAE. Así, un fallo extravagante, que puso en riesgo futuras reestructuraciones de deudas soberanas y le costó a la Argentina miles de millones de USD, es saludado como un virtuoso límite al gobierno anterior. Lo que el kirchnerismo ha hecho con nuestros periodistas serios es inhumano.
Un vocero del gobierno desmintió que el presidente, conmocionado por la noticia del fallecimiento, fuera a decretar dos días de duelo nacional para honrar la memoria del juez o rebautizara al CCK con su nombre. “Sólo fueron charlas informales”, aclaró el funcionario off the record y con lágrimas en los ojos concluyó: “Seguir emitiendo deuda bajo la jurisdicción de tribunales de Nueva York es la mejor manera de honrar la memoria de Thomas Griesa”.
Todo lo que quieran pero ya no le tenemos miedo al censista.