Viernes, 22 Noviembre 2024

Limpio el corazón; sereno el espíritu, decidida la vida; es hora de recordar a Monseñor Angelelli

Publicado el Sábado, 03 Agosto 2024 20:05 Escrito por Alberto Tochi Moreno

En Punta de Los Llanos, tierra riojana llena de historias escritas por caudillos federales, murió asesinado por sicarios de la dictadura militar Monseñor Enrique Ángel Angelelli el 4 de agosto de 1976. Fue pastor de una Iglesia comprometida con el pueblo, un vivo ejemplo de la opción preferencial por los pobres, como manda la doctrina social y que tan pocos cumplen aún hoy.

Mons. Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923, se ordenó sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949; fue consagrado Obispo Auxiliar de Córdoba el 12 de marzo de 1961 y posteriormente Obispo de la Diócesis de La Rioja el 20 de agosto de 1968.

Trabajó con la Juventud Obrera, con la Pastoral Universitaria, fue docente y recorrió toda la zona rural de Córdoba primero y de La Rioja después. En Córdoba, con su vieja moto Puma, la misma que le decían que abandonara por no ser digna de un Obispo. En La Rioja, con una Estanciera que le regalaron sus curas de Córdoba.

Fue un fiel intérprete del Concilio Vaticano II, lo que le valió fuertes choques con el catolicismo tradicional de Córdoba.

“Las aspiraciones del hombre, de todos los hombres de nuestras tierras, por una vida plenamente humana, a saber: lucha por la superación de las desigualdades sociales, los esfuerzos para liberarse de toda despersonalización, el hambre, la ignorancia, la miseria y el pecado; así como la toma cada vez más creciente de conciencia de la dignidad humana, son signos de nuestro tiempo que debemos interpretar a la luz del Evangelio.”

Dirigió su llamado a todos, creyentes y no creyentes, sin distinciones sociales, para asumir el compromiso de cambiar las estructuras de opresión cuanto antes:

“Estamos viviendo una hora histórica donde los cambios son profundos en la mentalidad de los hombres y en la estructuración de la sociedad humana. Existen sistemas… que causan muchos sufrimientos, injusticias y luchas fratricidas. Muchos hombres sufren y se aumenta la distancia que separa el progreso de unos pocos y el estancamiento y aún el retroceso, de muchos. La situación presente tiene que afrontarse valerosamente, combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo.”

La clave para comprender la dimensión y la raíz de su comprometida acción, la recogemos de su mensaje de la Pascua de 1973:

“Debemos tener permanentemente un oído puesto en el corazón del Misterio Pascual, que es CRISTO, y el otro oído en el corazón del pueblo, que debe ser protagonista.”

Cada mensaje de Angelelli sigue hoy con una categórica vigencia en una Patria Argentina aún llena de injusticias y de sueños sin concretar. Así, dijo en la Cuaresma de 1972:

“… No nos escandalicemos ni rasguemos las vestiduras si debemos señalar que existen hombres que no ven a Dios en la vida; que viven la angustia, a veces desesperante, de la búsqueda del sentido de la existencia; que odian, que matan. Porque también están aquellos que no comen, que viven infrahumanamente; que no pueden curar sus enfermedades, que no tienen acceso a la cultura, que son silenciados en sus legítimos derechos de personas,… Es inmoral el machismo, que considera a la mujer como una cosa u objeto de placer… Es inmoral el torturador que agudiza su inteligencia para atormentar a sus hermanos física, psicológica y moralmente… Es inmoral el usurero y el opresor… es inmoral el que usa de su responsabilidad de servidor de la comunidad para la coima o para corromper a sus subalternos con el afán de lucro, status o poder… es inmoral el que obstaculiza, todo auténtico cambio que haga más feliz al pueblo silenciado, marginado, explotado… Es inmoral el que administra la justicia venalmente… Es inmoral la represión que atenta contra el legítimo y verdadero uso de la libertad… es inmoral orquestar intereses para ahogar fuentes de trabajo… es inmoral sofocar la vida de un pueblo con monopolios fríos e inhumanos.”

No fue solamente su palabra clara y potente. Fue todo su trabajo de Obispo, porque se encontró con una Rioja casi feudal, a partir de la dura explotación del hombre de campo a manos de unos pocos terratenientes. De una casta firmemente ligada a los gobiernos militares y que se creían los únicos fieles intérpretes del cristianismo, al que usaban como fundamento y sostén de sus procederes.

A todo esto se enfrentó Angelelli, usando también de la poesía para expresarse:

“…¿Por qué hieres al hermano y calumnias… por qué manchas, envileces y persigues? ¡Advierte! No eres pasado, sino historia, eres proyecto y siempre mensaje, pueblo que camina y no desierto agua que canta y no estanque…”

Muy pronto los poderosos y los de turno en el poder se sintieron molestos con Mons. Angelelli. Y comenzaron las calumnias, las amenazas, los ataques, las persecuciones. A él, a sus sacerdotes, a los dirigentes sociales que identificados con ese verdadero cristianismo comenzaron a organizar al pueblo y resolver sus angustias. La dura oligarquía riojana se organizó como en las peores épocas para combatir a Angelelli con todo.

Pero el pueblo estuvo siempre al lado de su Obispo, tal como éste mismo se lo pedía:

“Ayúdenle al Obispo para que nunca deje de ser el proclamador del Evangelio, el santificador de los hombres y el buen pastor de su pueblo, para que no calle, cuando deba hablar; iluminando, alertando o amonestando. Para que ningún cálculo puramente humano y mezquino haga silenciar su palabra o su acción.”

El pueblo respondió como aquel hombre que en la calle le dijo: Vea, Monseñor, vea mi amigo; yo le pido un favor: no se canse nunca de ser el Obispo de los pobres, sea el padre de los pobres porque de esa manera es un buen Obispo.

De su diálogo con el gobierno dijo en 1970:

“… decimos diálogo y en verdad es monólogo. Dialogar supone actitudes interiores… saber escuchar, saber renunciar al propio criterio y opinión en la medida que se descubre que el otro tiene la verdad”

Su acción pastoral comprendía todos los reclamos organizando cooperativas y entidades gremiales. Exigió la justa distribución de la tierra y del agua, mientras denunciaba la droga, la prostitución a manos de familias poderosas. La respuesta fueron bombas en las sedes gremiales y casas de sus dirigentes.

El diario El Sol lo calificó “Satanelli” en una feroz campaña de insultos y difamaciones. Entre quienes más le insultaban y sin vueltas se encontraba el sanluiseño allí radicado por ese entonces, Prof. Alejandro Lucero (ex docente de la UNSL).

Le siguió la detención de sus sacerdotes, los ultraconservadores católicos organizaron la Cruzada Renovadora de la Cristiandad, los que tomaron iglesias, cortando misas y echando a los curas de los pueblos. El gobierno le allanó las iglesias y prohibió la misa dominical del Obispo. Su voz no calla:

“Esta situación es querida y mantenida por quienes se resisten a perder sus privilegios, y en sustitución de una verdadera promoción, le brindan al pueblo la droga, la prostitución, el juego y la usura. Y cuando grupos de personas y movimientos, incluida la Iglesia, movidos por el amor a su tierra, buscan con su pueblo cambiar esta situación, se los acusa de comunistas, subversivos, guerrilleros y agitadores. Pero al pueblo no se lo engaña fácilmente aunque con frecuencia guarda silencio.”

Y como si estuviera expresándose en esta Argentina de hoy, nos enseña:

“Pueblo es el que no oprime y lucha contra la opresión. Es el que asume a los pobres... Pueblo es todo aquel que se suma a la angustia y a las esperanzas de los pobres. ... El antipueblo es la fuerza que responde a intereses extraños. Está personificado en una minoría que quiere conservar sus privilegios. Es el que impide el crecimiento del pueblo y lucha por hundirlo en la opresión y en la esclavitud. Es el que frena nuestra historia. Es el que entrega inescrupulosamente nuestro patrimonio posibilitando una dependencia económica de grandes intereses internacionales... El antipueblo…, no duda en invocar el nombre de Dios mientras explota y persigue a sus propios hermanos.”

En febrero de 1973, en plena campaña electoral, en su homilía ante los entonces candidatos Cámpora y Solano Lima, nos deja una imborrable lección de vida democrática a través del uso del voto ciudadano, de lo que es y de lo que no debe ser. Extenso y esclarecedor texto que debiéramos tener a mano:

“Votar es hacer y construir nuestra propia identidad argentina y riojana. Es poner el hombro para que como pueblo no se nos considere solamente en las urnas, sino como el gran protagonista y actor de la reconstrucción de la patria… es para eliminar las causas que engendran injusticias, miserias, odios,… es para eliminar las causas que ocasionan niños desnutridos, una concepción de la enseñanza que engendra hombres insatisfechos, resignados, frustrados, desorientados… es para que se multipliquen las fuentes de trabajo… El voto es la capacidad, el derecho y la obligación de ser vigías y custodios, para que el pueblo no sea marginado.”

El Papa envió a Mons. Zaspe para que estudie la realidad provincial y eleve un informe de ella. Este fue más que favorable a Mons. Angelelli, mientras que los ultras se negaron a hablar con el representante papal. Pero más adelante, pocos fueron sus hermanos obispos que lo comprendieron y ayudaron. Angelelli debió enfrentar casi solo a un terrorismo disfrazado de religión y amparado por los dictadores militares. Entre ellos, el Comodoro Aguirre, el Jefe del Batallón de Ingenieros y los Mons. Tortolo y Bonamín. El Gral. Menéndez, en Córdoba le dice: El que tiene que cuidarse es usted. Él le dice a su familia:

“… a mí en cualquier momento me barren. Tengo un miedo tremendo. Pero no puedo esconder mi mensaje debajo de una cama”

En julio de 1976 secuestran a dos curas de Chamical, los padres Gabriel Longueville y Carlos Murias. Aparecieron luego acribillados, maniatados y torturados. El pueblo los lloró y acompañó a su Obispo en el dolor. Mons. Enrique Angelelli, ya tenía plena conciencia de que le quedaba poca vida: “el próximo soy yo” les dijo a sus allegados.

Después del entierro de sus sacerdotes, el pueblo de Chamical no lo quería dejar marcharse. Tenían un mal presentimiento… Angelelli no fue nunca hombre de huir. Se subió a su camioneta Fiat 125, junto al P. Pinto. A poco de salir comenzó la persecución de parte de dos vehículos. En Punta de los Llanos lo alcanzaron, y lo embistieron, hasta hacerlo volcar.

Según la versión oficial, Mons. Angelelli salió despedido casi 10 metros; sin embargo, los únicos golpes que se le encontraron los tuvo en la nuca, molida a golpes. ¿Semejante vuelo para lastimarse sólo la nuca? ¿Y para quedar tendido en medio de la ruta y con los brazos abiertos en cruz? ¿Y con los talones lastimados como si lo hubiesen arrastrado?

Lo dicho por su acompañante, lo visto por algunos testigos y por quienes lo asistieron de inmediato, permiten afirmar hoy que Angelelli fue sacado de su camioneta con vida y tomado a garrotazos por sus perseguidores hasta matarlo. Miembros de las FFAA quisieron llevar a Córdoba al cura que lo acompañaba, vaya a saber con qué intenciones. Los sacerdotes riojanos no lo permitieron, tampoco que allanaran el domicilio de Angelelli; aunque sí se perdió una carpeta con pruebas para esclarecer el crimen de los otros sacerdotes. Esa carpeta terminó días después en el escritorio del entonces ministro del interior Gral. Harguindeguy.

En el casino militar del batallón 141 se brindó con champagne, también en la base aérea de Chamical. El Cnel. Bataglia dio la versión oficial a los medios: un reventón. En ese momento el Episcopado aceptó esa versión. L’Osservatore Romano habló de un “extraño accidente”.

Eso ocurrió el 4 de agosto de 1976. Fue una de las primeras personalidades del país que cayó bajo la dictadura militar. Se necesitó ese crimen para que pudiera desatarse sin una voz opositora ese proceso de sangre, dolor y terror.

Durante mucho tiempo la investigación de este crimen estuvo frenada. Recientemente y en virtud de nuevas declaraciones de testigos y a otras lecturas de las anteriores, los jueces actuales han expresado que lo ocurrido a Mons. Angelelli dista años luz de haber sido un accidente y se ha iniciado juicio a algunos de los más conspicuos personajes que intervinieron en este crimen.

Lo exigido por Angelelli, está aún pendiente. Más aún, adquiere cada vez más vigencia en un mundo al que hubiera combatido tanto o más que como hizo con las estructuras de aquella época. Tendría hoy también las armas de la doctrina expresada por el Papa Juan Pablo II. Tendría también la oposición de los mismos sectores de siempre que usan al Evangelio para oprimir y para enriquecerse. Pero no estaría seguramente, tan solo.

La 81ª Asamblea Plenaria de Obispos (12 de mayo de 2001) le rindió homenaje. No con la fuerza, con la denuncia del crimen de que fue objeto, como hubiéramos querido. Pero al menos hoy el pueblo argentino, especialmente el cristiano, tiene la oportunidad de recordarlo, de aprender de toda su vida y de tomarlo como definitivo ejemplo de cómo debe ser un cristiano comprometido. Como él mismo dijera y nunca nos cansaremos de repetirlo:

“Debemos tener permanentemente un oído puesto en el corazón del Misterio Pascual, que es CRISTO, y el otro oído en el corazón del pueblo, que debe ser protagonista.”

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